No muchos lo recuerdan, pero en una ocasión el Coyote logró el cometido de capturar al Correcaminos. “Ok, sabelotodos, siempre quisieron que lo atrapara. ¿Ahora qué hago?”, preguntaba el personaje animado sosteniendo un cartel la audiencia. Loki (Disney +) remite al famélico cartoon con las mismas dudas existenciales. ¿Cuál es el propósito de un villano? ¿Qué vendría después de vencer? La nueva serie de Marvel (estreno hoy miércoles 9, un episodio por semana) incluye otra semejanza con aquel clásico en su primera escena. El dios de las travesuras cae desde el cielo y se desploma contra el piso de un desierto tal como lo hacía el Coyote. Es momento para Loki (Tom Hiddleston) de ponerse de pie y perseguir a su Correcaminos, de nuevo.

Al igual que Wanda Vision y Falcon y el Soldado del Invierno (las anteriores series de la factoría para la plataforma de streaming), el relato le da relevancia al interior de quién había sido un importante secundario en la saga súperheroica. Pero a diferencia de aquellas producciones, técnicamente, no transcurre tras los acontecimientos de Avengers: End Game. Los hechos son posteriores a lo último que se sabía del sujeto que reclama el trono de la Tierra. En aquel “entonces”, Loki se había esfumado tras robar el poderoso cubo del Teseracto antes de que Thanos lo asesinara. La premisa aquí es que la Autoridad de Variación de Tiempo (TVA) le hace pagar el precio de haber jugado con el destino. Una apuesta significativa es que, para esta administración de espíritu orwelliano y policial, Loki es uno de los múltiples “errores cósmicos” que pululan por el universo. La TVA, que va reseteando las fugas temporales y despachando enemigos, necesita de esta “variante” para corregir los eventos que no deberían haber sucedido. “Un grupo de burócratas no va a determinar cómo termina mi historia”, los desafía Loki con su labia intacta aunque finalmente se pondrá a su servicio (e intentar sacar provecho de la situación). Y un detalle: no le falta razón cuando asegura que los Avengers también deberían ser juzgados por haber manipulado el tiempo y haberle dado la chance de escape.

El guionista Michael Waldron dijo que uno de los desafíos de Loki era incorporar los desvíos temporales de manera consistente. Uno de los aciertos, entonces, es cómo se indaga sobre la lógica y el verosímil de todo el Universo Cinematográfico Marvel yendo de lo básico a lo complejo pasando por lo ridículo. Ahí está la escena en que un video explicativo le resume a un recién llegado Loki cómo funciona esta empresa. “Creo que lo divertido de TVA es que toma algo extraordinario, como viajar en el tiempo, y realmente lo empaqueta de una manera muy cruel y burocrática. Eso es lo que me emocionó, como escritor, fue tomar algo tan mágico y hacerlo completamente desalmado”, dijo uno de los máximos responsables de la ficción.

Los criterios de la TVA, por otro lado, impregnan al diseño de la serie. Se trata de un opresivo organismo similar al Brazil de Terry Gilliam pero con un look setentoso, donde abunda el tono sepia y los ambientes de oficina. En cuanto a lo narrativo, Loki sigue las normas del policial de procedimiento junto con el subgénero de viajes temporales con la lógica mastodóntica y expansiva que define lo marvelita. Nada que no se haya visto en entregas como la ochentosa Viajeros o -las más recientes- El ministerio del tiempo y Timeless. Y como en The Blacklist hay una organización inescrutable que necesita algo del pensamiento lateral que provee un villano. Eso sí, nunca se sabe cuándo el protagonista va a hacer una de las suyas.

Sin embargo, el gran sostén de Loki es el dilema de quien pasó de antagonista modelo a protagonista. ¿Algunas de sus facetas? El hermano odioso y resentido de Thor. El tipo ladino y jodón que perpetró la invasión de los gigantes de hielo en su reino y de los extraterrestres a la tierra. El ídolo escandinavo que nunca pudo acceder a su trono por problemas de linaje. La figura shakespereana que asesinó a sus dos padres (Odin, el adoptivo, y Laufey, el biológico) y aborrece a los humanos por considerarlos insignificantes. Y, de yapa, quien luce como nadie un traje con cuernos y se despacha con la frase justa. En cada escena despliega sus discursos pomposos y socarrones sobre el libre albedrío, el destino, la lucha entre el caos y del orden como administradores de todo. “No disfruto matar. Lo hago porque debo. Es parte de la ilusión. Es el truco cruel y elaborado causado por nosotros los débiles para causar miedo”. Esas mismas claves del personaje, por su parte, el propio Hiddleston se las había dado a Página/12 al definir a su criatura como “carismática pero vulnerable”.  

Loki, por otro lado, va a tener como celador, tutor y psicoanalista al agente Mobius (Owen Wilson). Un importante octanaje de la propuesta recae en la relación picante y empática entre ellos. El ping pong de los diálogos seduce tanto -o más- que sus aventuras fantásticas o el cuidado diseño estético de la TVA. “Puedo hablar con los creadores del tiempo, ¿de dioses a Dios?”, lanza Loki. “Para alguien que nació para reinar perdés bastante”, responde Mobius. Chicanero y conocedor de las artimañas de su protegido, el empleado le mete el dedo en la llaga a cada momento: “¿Qué vas a hacer después de conquistar el espacio? ¿Ir por ahí volando con tu capa de cuero asgardiano?”. Es muy posible que el personaje de Wilson esconda algún que otro as como el mismísimo Loki.

“Más Hiddleston, más Loki”. Dicen que esa fue la respuesta de Kevin Feige, el CEO de Marvel, cuando le preguntaron por la elección de esta serie. Y suena a una de esas ironías del destino que de tan genial podría haber sido concebida por Loki. Hacia 2009, el británico era uno de los candidatos más fuertes para protagonizar Thor. Finalmente no encarnaría al Dios del Trueno sino al “origen de todo fraude”, según la leyenda nórdica, y tramposo por excelencia, en seis películas con una prestancia y un charme inolvidable. Pose de arlequín, media sonrisa, la oratoria filosa, con un sinfín de muertes y felonías cometidas en pantalla: ahora tiene su serie. 

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