No es novedad que sin el agua no se puede concebir la vida en ninguna de sus formas. Y no es menos obvio, que tan vital elemento, aun en 2021, no está garantizado para toda la población, principalmente para los sectores postergados.

Desde las universidades públicas de todo el país trabajan en distintos proyectos y programas que buscan resguardar, asegurar y concientizar sobre la importancia del agua como parte indispensable de la existencia.

Uno de los mayores problemas que tiene el agua que se consume es distintas zonas de la Argentina es la cantidad de arsénico, que es una sustancia que proviene de la disolución de minerales, relacionada con las erupciones volcánicas y las aguas termales. En concentraciones elevadas (mayores a 10 microgramos por litro), se ha demostrado que el arsénico, que afecta a más de 140 millones de personas en todo el mundo, puede provocar distintos tipos de cáncer, como de riñón, hígado, piel y pulmón, entre otras patologías graves.

Investigadores del Departamento de Hidráulica de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y del CONICET, en articulación con distintas cooperativas, trabajan desde 2006 en el diseño de un dispositivo que permita extraer de forma segura, eficiente y económica este compuesto.

En el marco de este trabajo, instalaron una planta de prueba en la ciudad bonaerense de Verónica, que será trasladada en los próximos meses a la localidad de Pipinas, donde se purificarán hasta 20 mil litros diarios aptos para el consumo.

Consultada por el Suplemento Universidad, la profesora de Ingeniería Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de la UNLP y coordinadora del proyecto, Cecilia Lucino, señaló que “la mirada de la universidad es ayudar para que cualquier persona pueda tener acceso a agua segura, porque ese es un derecho humano y tiene que estar especialmente garantizado para aquellos que no tengan recursos para pagarlo”.

La planta AliAr (Agua Libre de Arsénico) utiliza la técnica Zero Valent Iron o hierro cero Valente, que aprovecha la corrosión de la lana de acero, conocida normalmente como virulana, para capturar y retener el arsénico.

“La idea de este proceso de tratamiento es utilizar materiales económicos, de fácil operación y con un sencillo mantenimiento para la remoción de arsénico”, puntualizó Lucino, quien alertó que “la ciudad de Pipinas tiene números preocupantes y este proyecto busca una ayuda concreta”. Al respecto, remarcó que esta localidad bonaerense no es la única, ni en la Provincia ni en el país, que tiene problemas de contaminación, por lo planteó que “la idea es que si este proyecto funciona, se replique en varios lugares con ayuda de los estados”.

La docente de la UNLP también remarcó que “en Pipinas se trabaja para ayudar a concientizar para que no sigan tomando el agua con arsénico o que compren bidones en cualquier lado”. En este sentido, indicó que “el proceso de seguimiento es fundamental y va mucho más allá de la instalación de la planta o de la canilla comunitaria”. “Cada etapa en la que avanzamos, hacemos parte a los destinatarios de un proceso de formación”, explicó.

Si bien Lucino destacó la “necesidad de un compromiso político para que se replique” este tipo de iniciativas, resaltó la importancia del trabajo mancomunado que ayuda directamente a la vida de las personas: “La investigación fue conducida por Fernando García Einschlag y Eliana Berardozzi (CONICET, Facultad de Ingeniería), junto a un gran equipo de trabajo, ayudado por el gran compromiso de las cooperativas locales. Fue un trabajo en conjunto de muchos, y nos gustaría que sean muchos más, porque en esto se va la vida de la gente”, concluyó.

Juntos contra las inundaciones

La Facultad de Ciencias Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) lleva adelante el proyecto “Cazador de Crecidas”, que se enmarca dentro de una batería de proyectos de ciencia ciudadana, en la que hay una coparticipación de la comunidad y los científicos de la universidad. En este caso, lo que hacen es registrar datos para evaluar soluciones que mitiguen el riesgo hídrico producido por las inundaciones.

Consultado por el Suplemento, Carlos Marcelo García, uno de los directores del proyecto, explicó de qué se trata la iniciativa: “Se basa en contar con la participación de los ciudadanos en el registro de vídeos que luego son procesados para estimar cuál es el valor del caudal pico que escurren durante las crecidas repentinas, que son las que afectan generalmente en las zonas de montaña”.

Este proceso de retroalimentación de saberes (formales y no formales) resulta fundamental para cuantificar y caracterizar las crecidas a tiempo. “El carácter repentino que tienen las tormentas y sus crecidas hace imposible contar con un investigador entrenado en cada lugar, por eso la única forma de hacerlo es con la colaboración ciudadana”, enfatizó.

“La idea es que nuestras investigaciones son mejores por la participación de los pobladores y los ciudadanos, que a su vez toman una mayor noción de lo que está sucediendo, por la interacción con los científicos”, esclareció García, que dirige el proyecto junto a Antoine Patalano, ambos investigadores del CONICET.

Esta colaboración se puede hacer de tres formas: suben videos ciudadanos que no tienen ningún tipo de preparación previa; aportan material ciudadanos previamente entrenados y capacitados, incluido defensa civil, bomberos o policía, que son los primeros que llegan al curso de agua; o se toma la información de cámaras fijas que están monitoreando de forma permanente las zonas.

“Cazador de Crecidas” lleva casi siete años caracterizando eventos que, según cuenta García, “fueron significativos en la región” y que “únicamente se pudieron cuantificar con la participación ciudadana”. Al respecto, ejemplificó: “En 2015 tuvimos el trágico evento de Rio Ceballos, donde murieron más de diez personas y el único registro que se pudo monitorear fue gracias a este programa. Cuando se hicieron las nuevas obras en el lugar, para mitigar nuevas inundaciones, se trabajó en base a los videos que se habían hecho en el marco de ‘Cazadores de Crecidas’”.

El investigador remarcó que es “fundamental” que los datos obtenidos por los “cazadores” luego “sean transferidos a la gestión”, para que eso se traduzca en soluciones a las distintas problemáticas. “Que el ciudadano se vea beneficiado, no solo con una mejor comprensión, sino que sus videos sean trabajados con la universidad y luego presentados a las autoridades. Por eso no es un proyecto solo participativo, sino creativo, porque acompañaran en todas las etapas de la investigación, incluyendo registro, análisis y solución”.

Educación ambiental

El proyecto de extensión "Construyendo educación ambiental en relación con la calidad del agua y a la salud en el periurbano del Partido de General Pueyrredón " es impulsado por el Grupo Aguas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) en articulación con el Centro de Investigación e Innovación Educativa (CIIE), General Pueyrredón y el Programa Agua, Ambiente, Salud y Educación (UNMdP). Este programa busca un afianzar puentes pedagógicos entre la universidad, los docentes secundarios y los alumnos, para concientizar sobre la necesidad del cuidado del agua, la contaminación y los efectos en la salud de la población.

El director del programa, biólogo graduado en la UNMdP e investigador asistente del CONICET, Manuel Irigoitia, explicó a este Suplemento los tres pasos en los que se basa el proyecto: “El primero es generar ‘Mesas de Acompañamiento Pedagógicas’ enfocadas a docentes secundarios de tres zonas del periurbano del Partido de General Pueyrredón, seleccionadas en base a relevamientos previos sobre calidad del agua, en las que se abordan distintas temáticas relacionadas con las contaminación del agua”.

“El segundo paso es general material audiovisual que permita el abordaje de las problemáticas ambientales en el aula. Para ellos articulamos con estudiantes y graduados de la Tecnicatura en Comunicación Audiovisual de la Facultad de Arquitectura Urbanismo y Diseño y con periodistas especializados en problemáticas ambientales e hídricos”.

Y por último se plantea llevar al aula todo el material elaborado y realizar algunos relevamientos de agua (muestreos microbiológicos y determinación de presencia de agrómicos).

“Estas acciones buscan profundizar las discusiones sobre el modelo de producción actual y el cuidado del agua; además son una forma de promover la organización comunitaria, destacando el rol de la extensión universitaria como un vínculo entre los saberes académicos y populares en post de construir nuevo conocimiento socialmente comprometido, situado en territorio y que sea transformador”, expresó el biólogo.

En cuento a la repercusión del proyecto, Irigoitia sostuvo que está “muy entusiasmado” por el interés que muestra la comunidad educativa. “Hay más de 60 docentes inscriptos y queremos llevar la experiencia a otros barrios, ya que la problemática de la contaminación, en particular la exposición a agroquímicos, transciende los límites territoriales e implica una mirada holística sobre cómo y qué alimentos producimos y consumimos”, apuntó.