“Es muy complicado gobernar sin tener mayoría en ambas Cámaras”, está escrito sobre piedra y es uno de los mandamientos de la política argentina que nadie se atreve a refutar. Los ejemplos para convalidar su veracidad sobran. En el espejo retrovisor de la gobernabilidad aún se puede ver la impotencia de Cambiemos plasmada en la paupérrima producción legislativa durante sus últimos dos años de Gobierno. Un poco más atrás, aparece aquel grupo A que encabezaban Patricia Bullrich y Elisa Carrió y que funcionó como una máquina de impedir el trabajo del Parlamento a lo largo de la segunda mitad del primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, entre 2009 y 2011. En ese marco, el Frente de Todos tiene la mira puesta en las legislativas porque advierte lo obvio: la oposición radicalizará su postura los próximos dos años.

La caja de resonancia de la oposición es el Congreso, aunque de la amplificación de sus voces se ocupen los medios. El panorama parlamentario aparece complejo y muestra un nutrido racimo de proyectos e iniciativas del oficialismo que no pudieron atravesar los obstáculos planteados por Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados. La lista es larga, incluye entre otros temas la mentada reforma judicial, la reforma del Ministerio Público Fiscal y la ley de emergencia Covid, entre otros. El diálogo y el consenso, que rara vez superan el status de slogan, no serán parte de las discusiones que se den en el Congreso luego del recambio parlamentario previsto para diciembre. Así las cosas, a este oficialismo, algo esquivo a pagar costos políticos por discusiones medulares, se le presentan sólo dos variables: ganar las legislativas o resignarse a no poder avanzar con su agenda de trasformaciones con el apoyo del Congreso. En ambos casos las discusiones a futuro se darán con los grupos de poder que encuentra en la oposición en el canal político para defender sus intereses.

“Vacunar y reactivar la economía”, es el mantra que repiten los miembros del oficialismo en los pasillos del Congreso, en la Casa Rosada y en los incipientes bunkers de los dirigentes que se aprestan para encabezar alguna de las listas en los distritos más importantes. Aún no hay nombres, pero si hay números. Las encuestas de imagen y los gráficos que marcan la cantidad de escaños que se deben conseguir para alcanzar la mayoría conviven en las computadoras de los encargados de armar la ingeniería electoral de cara a los comicios de noviembre. Todos coinciden en lo obvio, será una campaña particular, atravezada por la virtualidad, la pandemia y la vacunación. 

Alianzas que no funcionan

Algunos de los temas centrales de la agenda del Frente de Todos navegan por las aguas de la indefinición que gobierna la Cámara de Diputados. El senado cumplió con su parte, la histórica mayoría peronista no se permite demoras. Ajustado al reglamento y con tiempos prudenciales de debate el Senado aprobó todo lo que el Poder Ejecutivo puso a consideración. Por caso, la reforma del Ministerio Público Fiscal, la reforma de la Justicia Federal y la ley de Emergencia Covid ya cuentan con media sanción de la Cámara alta, pero en Diputados aun no pudieron llegar al recinto. En algunos casos la correlación de fuerzas le permitió al oficialismo obtener dictamen de mayoría, en otros ni siquiera eso. El lavagnismo y los diputados que responden al gobernador cordobés Juan Schiaretti son los más esquivos a acompañar las medidas que buscan mejorar el sistema judicial. Dos sectores con los que oficialismo difícilmente pueda contar una vez que se lleven a cabo las elecciones de medio término. En tanto, si bien hay otros bloques provinciales más alineados, las negociaciones son desgastantes. Una buena performance electoral le pondrá fin a la necesidad de negociar voto a voto y ley por ley.

Más allá de los resquemores con algunos aliados, el oficialismo también mira de reojo que ponen en jugo los bloques con los que habitualmente se sienta a negociar. Por ejemplo, el interbloque de Unidad Federal para el Desarrollo, que conduce el mendocino José Luis Ramón, debe renovar 4 de sus 6 bancas. Entre ellas la del propio Ramón. También el oficialismo misionero, otro habitual colaborador del bloque oficialista, pone 2 de sus 3 bancas en juego.

La necesidad de robustecer las filas parlamentarias tiene que ver también con la certeza de que aquellos gobernadores de la oposición que pusieron a sus diputados a disposición para aprobar algunas leyes ya no lo harán. Por caso, Gerardo Morales, gobernador de Jujuy, buscará dar pelea por la candidatura presidencial, lo que lo pondrá en las antípodas del oficialismo.

Los números

El recambio en Diputados terminará con todos los vestigios de la mejor elección del macrismo, la del 2017.

El Frente de Todos cuenta con 119 diputados, diez menos de los necesarios para conseguir el quórum para sesionar. En esta elección de medio término arriesgará 50. La cuenta es sencilla, necesitará sumar 60 para garantizarse la mayoría en la Cámara baja.

Juntos por el Cambio (JxC) arriesgará 60 bancas de sus 115 bancas. 26 del PRO, 26 de la UCR, 7 de la CC y 1 del aliado Frente Cívico y Social de Catamarca.

Claves

*Buenos Aires: La principal batalla, como en cada elección, se dará en la provincia de Buenos Aires que pondrá a consideración 35 bancas. El desprecio por el distrito de Juntos por el Cambio coincide con la búsqueda del FdT de ampliar su cantidad de representantes por la jurisdicción que más escaños reparte. Allí el oficialismo pone en juego lo conseguido 16 bancas y 14 JxC. Las cinco restantes se reparten entre el FIT, el Lavagnismo y el del interbloque Federal para el Desarrollo.

Si bien el actual oficialismo, con el sello de Unidad Ciudadana, cosechó sólo 13 escaños en la provincia de Buenos Aires, en esta oportunidad habrá que sumarles las del espacio que lidera Sergio Massa que en ese elección se presentó como Frente 1País y logró meter 4 diputados por la provincia. Tras el último recambio parlamentario, Jorge Sarghini abandonó el Frente Renovador, por eso son sólo 16 las bancas que pondrá en juego el oficialismo.

*Santa Fe: Tras ganar la gobernación en 2019, el Frente de Todos buscará modificar la relación de fuerzas de la representación santafesina en la Cámara baja. De los nueve lugares que se podrán en discusión, cinco son del macrismo, tres del Frente de Todos, y uno del Partido Socialista.

*Córdoba: Ha sido una provincia esquiva para el FdT, aunque aspira a sumar bancas a la única que renueva. Juntos por el Cambio arriesga 5 propias y el oficialismo local de Córdoba Federal 3.