Mi admirado Victor Quiroga falleció en la ciudad de Tucumán el domingo de la semana pasada, a los 66, de un ataque cardíaco. Profundamente argentino y el que más hondo supo reflejar míticamente el Norte de nuestro país, en particular su amado Tucumán, retomando así el camino iniciado por su comprovinciano Alfredo Gramajo Gutierrez (1893-1961) y abandonado luego.

Decía Quiroga “A veces, muchas veces, pienso que sólo soy un instrumento de ‘alguien’ que me sugiere los temas que pintar. Salen así los personajes de mi terruño. Entro en ese universo mágico, al laborioso día a día del obrero, a las noches pobladas de seres míticos, al folklore y a la vigilia de piedras dormidas (...) Años que pasan a mate cocido o casi nada, miseria, ranchos y maloja. Pelando caña mientras el sol los quema de afuera pa’ dentro, en la zafra, la vida del hombre teje de a poco universos poblados de cuentos, leyendas y decires…”

Pero el alto grado de comunicación que tiene su obra se debe a su fuerza pictórica, o sea a la dimensión abstracta de este arte de “decir” por medio de imágenes. En esa instantaneidad que tiene una obra pictórica al ofrecerse a los ojos del espectador, lo que se impone, en este caso, por venir de la mano de Victor Quiroga, es ante todo la atmósfera dada por su particular manejo del color y del espacio. Esta es la que impacta al que observa y la mensajera de la “historia” que muestra. La vibración de la luz y la materia sensorial que movilizan miles de tonos caracterizan a su pintura tanto como su poética a la cotidianeidad de un pueblo humilde, creyente y temeroso de un “más allá”. Este está siempre tan presente como las cosas más concretas de los mundos vegetal, mineral y animal. Si Guy de Maupassant decía que todo “realismo es ilusorio“ también podría señalarse que el “ilusionismo” es parte de la realidad.

Victor Quiroga era tan realista como ilusionista y su ilusionismo, como mago, lo consiguió por medio de trucos, pero absolutamente personales y pictóricos. La alianza de espacio virtual, color saturado y visión poética de un mundo donde el mito está implícito en la vida cotidiana define su obra y desafía el prejuicio contra lo literario en pintura. Pero si Quiroga salió triunfante de ese desafío se debe a que sabía que el secreto misterio de la pintura reside en su capacidad de connotar más que de denotar.

* Pintor, ensayista y escritor


Itinerario de Víctor Quiroga

Más allá de los años de su carrera que pasó en Europa, Quiroga vivió y trabajó en su provincia, desde donde ganó reconocimiento nacional e internacional.

Se había formado en la Universidad Nacional de Tucumán con Ezequiel Linares. En 1977 ganó una beca para perfeccionarse en Italia y en 1986, gracias a otra beca viajó a Francia, donde vivió durante ocho años.

Buena parte de su obra recoge y evoca la iconografía popular. Entre 1980 y 1984 integró el Grupo Norte. Y en los años noventa formó parte del grupo El Mito Real, junto con el artista sanjuanino Carlos Gómez Centurión y el paraguayo Enrique Collar.

Sobre este grupo, Augusto Roa Bastos escribió en 1996: “... resulta acertado el nombre de El Mito Real que tres jóvenes pero ya maduros pintores, Víctor Quiroga, Carlos Gómez Centurión y Enrique Collar, han elegido para designarse, como señal de identidad en el vínculo de sus afinidades electivas. Estas identidades y afinidades, esta unidad en sus diferencias, aúnan las tendencias del arte argentino y paraguayo actual en un grupo, probablemente el más destacado de las nuevas promociones de ambos países. Su manifiesto artístico, ético y social proclama con toda naturalidad, lucidez y sensibilidad al declarar que, en esta etapa de producción, han elegido la temática de los mitos y leyendas sudamericanos para expresarla a través de la figuración libre, con un lenguaje pictórico contemporáneo”.

Entre otras distinciones, Quiroga obtuvo los primeros premios en el Salón Spilimbergo de Tucumán, en el Salón Nacional de Buenos Aires, en el Salón Nacional de Santa Fe, en el Salón Manuel Belgrano del Museo Sívori y en el Salón Nacional de San Juan; el Primer Premio del Salón NOA, en Santiago del Estero, el Premio Fundación Pro Arte, de Córdoba, el Primer Premio Osde, el Premio Braque y el Premio Fortabat.