"Un hornero hizo su casa arriba/ sobre el tanque de agua/ una tormenta de viento sur destruyó su construcción/ y se fue. / Sabio el pájaro". El ave que huye para sobrevivir como metáfora de una vida errante, acosada por el peligro pero también buscando mejores horizontes es la imagen que da título a Sabio el pájaro (2020), libro de poemas de Alejandra Bosch, publicado en Villa Mercedes por Editorial de acá. 

Nacida en Santa Fe en 1967, Alejandra Bosch pertenece a una generación de mujeres que abrieron caminos en la cultura y en la vida, pero pagaron y pagan aún su audacia y originalidad con una existencia en los márgenes del sistema. Y lo cuenta en los versos de este libro, sin rencores y con amor al presente.

Bosch vivió la última década del siglo veinte en Brasil y ahora reside en Arroyo Leyes, desde donde dirige y realiza íntegramente con sus manos Ediciones Arroyo, un proyecto editorial de poesía contemporánea por autores y autoras de la región basado en el reciclaje de plástico. Estudió Letras en la Universidad Nacional del Litoral y Artes Visuales en la Escuela Provincial Juan Mantovani, ambas de Santa Fe. Además de editora artesanal y poeta es diseñadora de indumentaria, artesana tejedora y docente. Publicó, además, en poesía: Niño Pez (2015), Malcriada de Acuario (2017) y Un avión, su piloto y un pájaro (Caleta Olivia, 2017).

El estilo sencillo y directo de los poemas narrativos en primera persona que se reúnen en este libro más reciente los acerca a la tendencia de la "poesía de la imagen" que viene sonando desde la segunda mitad de los '80; pero aquí hay algo más. La imagen, en estos poemas, no sólo narra y describe sino que refleja la conciencia. Una conciencia bajo presión, en fuga, amarrada frágilmente a una subjetividad en constante desapego y desarraigo y reubicación, cuya respuesta a la angustia consiste en echar anclas al único lugar seguro: el presente. Y la imagen brilla, resplandece con la luz asombrada de un ahora que el poema salvaguarda y comparte.

El libro constituye una autobiografía poética que desarrolla un arco dramático, desde la novela de aprendizaje hasta la maternidad y el hallazgo del nido, pasando por un éxodo a país limítrofe ida y vuelta.

La paradójica serenidad que comunican estos versos, escritos en medio de inciertas y precarias circunstancias, o posteriormente al recordarlas, habilita el deseo de seguir escuchando lo que con tanta seguridad cuenta la voz de Alejandra. La poesía se hace documento de unas sociabilidades tejidas a la intemperie. Una ciudad de Rosario que resulta invisible para los poetas nacidos en ella se revela habitada en aguafuertes nocturnas: 

"La pensión quedaba en Mitre y San Luis/ arriba del hotel, mi cuarto/ con balcón a la calle. / De noche fumaba parada/ contra la baranda/ levantaba mi mano/ y saludaba/ a las chicas que reían a carcajadas/ y corrían en patas, las recuerdo/ y a sus tacos altísimos/ colgando de las carteras. // Una ciudad de calles por recorrer/ bares y billares/ solo piezas de pensión, una y otra/ señoras viejas en los cuartos/ hermanos fugitivos, venidos de la ribera/ la que me dijo era/ la prima del Che Guevara. / Aprendía a caminar en esos años/ entre gente que, como yo/ no tenía espacio/ ni aire".