En los últimos días, a partir que se aprobara la ley de cupo e Inclusión laboral Lohana Berkins-Diana Sacayán para personas travestis y trans, mis redes sociales no pararon de recibir todo tipo de mensajes. La mayoría muy amorosos, colmados de abrazos; otros, llenos odio y resentimiento. Me gustaría compartir uno en particular. Me lo escribió una chica llamada Valeria, que me decía lo siguiente: «La primera vez que vi La Pelu, te voy a ser sincera, nunca había visto una persona trans en televisión, y me chocó. Pero algo que no puedo explicar con palabras me hizo engancharme con tu programa, empecé a verlo todos los días, incluso hoy a veces veo algunos capítulos por YouTube. Lograste cambiar mi percepción errónea con la que fui criada. Con tu trabajo, lograste algo muy importante, traspasar la pantalla y cambiar el prejuicio hacia les trans que sembraron en mí y en varias generaciones».

Quise comenzar con esta pequeña anécdota, porque cada vez que me posiciono abiertamente sobre algún aspecto relacionado con la causa travesti trans, aparecen los malintencionados juzgando mi actitud y militancia: quienes no saben nada de mí se erigen en jueces que sancionan que debí haber expresado mi solidaridad antes, que yo no tengo derecho hablar por haber sido afortunada.

Lo llamativo de esto es que algunas de las críticas más despiadadas son de personas que pertenecen al colectivo LGBTIQ+. En primer lugar, ¿desde cuándo hay un tiempo estipulado para pronunciarse ante algo? ¿Quién dijo que debe ser así? Si figura en algún lado, háganmelo saber. Segundo, creo que es importante que sepan que el haber tenido la suerte de trabajar como actriz, conductora y conseguir un lugar de «privilegio» no me eximió de la violencia y la discriminación. ¿O se piensan que sí?

La mayoría seguramente fueron testigos de las humillaciones que tuve que atravesar a lo largo de los años en este ambiente y si lo desconocen, porque están en todo su derecho, les propongo un ejercicio: pongan mi nombre en Google o YouTube y verán los resultados.

¿Con qué derecho una persona x puede constituirse como árbitro sobre el accionar ajeno? ¿Por qué en vez de construir hay una permanente necesidad de destruir? Me consta que muchxs han puesto el cuerpo desde hace tiempo para defender causas justas, pero sospecho que unxs cuantxs creen que por subir dos historias a sus redes sociales están militando. Es obvio que el anonimato refuerza estas conductas y reproduce un patrón recurrente: opinar desde el absoluto desconocimiento.

¿Acaso no somos personas, individuos con virtudes y defectos? El ser humano es cambiante por naturaleza, o ¿me van a decir que a lo largo de su vida nunca modificaron una opinión? Es capcioso utilizar la palabra «archivo» con una persona que empezó muy chica sin formación alguna más que el deseo de dejar atrás un pasado triste. Seguro me he equivocado muchas veces y quizás lo seguiré haciendo: si hay algo que sabemos nosotras, las travas, es poner la cara, el cuerpo y nuestros nombres completos. No nos escondemos detrás de una red social a sembrar odio.

Estamos intentando transformar esta sociedad que no fue nada gentil con nosotras. Y no importa si tenés privilegios o no. O a qué organización pertenecés o para qué partido político milites. Nosotres siempre debemos cuidarnos.

¿No sufrimos bastante ya? Es hora de comenzar a abrazarnos; no somos enemigxs, somos personas con defectos y virtudes unidxs por una causa. Es hora de dejar las diferencias y pensar en bloque. El afuera está cada día más violento, hay mucha estupidez, esta lucha no debe ser unx contra otrx: es todes contra ellos y sus violencias.

Gracias, Valeria, por tu mensaje. Haber atravesado varias generaciones de argentinos con mis trabajos sumó un grano de arena para el cambio cultural necesario y esta es, fue y será una declaración política.

Y el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.