En 1558 Juan Pérez de Zurita fundó Londres de la Nueva Inglaterra, en el valle de Quinmivil. Era la primera ciudad española en territorio catamarqueño. Luego de varias "fundaciones y mudanzas" provocadas por causas diversas, pero casi siempre por conflictos surgidos entre los mismos españoles por temas de jurisdicción, hacia 1640 la ciudad de San Juan Bautista de la Ribera, en Pomán, que había sido fundada en 1633, se hallaba desierta. Se decía que “no tiene forma de población ni merece el nombre de ciudad...”. 

En cambio, Las Chacras, que era donde residían los pobladores del Valle de Catamarca, “constituían una verdadera unidad política y militar”. Las Audiencias de Buenos Aires y de Charcas, en momentos diferentes, le otorgaron ciertos reconocimientos a Las Chacras, como la elección de un alcalde de entre sus vecinos o la confirmación de que asistiera por turno un alcalde de San Miguel de Tucumán, pues a esa jurisdicción pertenecía la zona mencionada.

En 1668 el alcalde de San Miguel de Tucumán, Pedro Bazán Ramírez de Velasco, urbanizó la Población del Valle, en el actual San Isidro (Valle Viejo). Dice el Padre Olmos que “fuera de Córdoba, ninguna ciudad aventajaba por esos años a la del Valle de Catamarca... La tierra era fértil... y sobre todo, la naciente y progresista población tenía la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Valle”.

No es imposible imaginar el contraste existente entre la desierta Londres de Pomán y la pujante Población del Valle. Esa fue la razón por la que los moradores de esta última población elevaron un pedido al rey, en el que argumentaban que "se trasladase la ciudad de Londres de Pomán al Valle de Catamarca”. Pero este pedido implicaba un conflicto de jurisdicciones, ya que dicho Valle no pertenecía a la de Londres sino a la de San Miguel de Tucumán. La Real Cédula del 16 de agosto de 1679 tenía como objetivo autorizar el traslado y establecer el sitio de la nueva ciudad.

Quien tuvo que cumplir con este mandato de la Corona fue el gobernador del Tucumán Fernando de Mendoza Mate de Luna, quien para fijar exactamente el sitio convocó a 22 de los principales moradores de Las Chacras. Sólo cinco de ellos manifestaron su deseo de que la ciudad se levantase en el mismo sitio de la Población del Valle; el resto, la gran mayoría, se inclinó por el lugar denominado Los Mistoles (hoy Pozo del Mistol). Ninguna de las dos posturas convenció al inminente fundador, quien resolvió levantar la ciudad en el sitio donde hoy se encuentra, en la margen derecha del Río del Valle. El 22 de junio constituyó el primer cabildo. Y el 5 de julio dio forma a la nueva ciudad a través de la ceremonia tradicional de fundación.

Firma de Mate de Luna, que aparece en el acta de fundación.

Lo que se acaba de mencionar no es detalle menor. El gobernador del Tucumán debía trasladar, por orden del rey, la ciudad de Londres de Pomán al Valle de Catamarca, es decir, a la Población del Valle, pero no cumple con ese mandato. Decide fundar una nueva ciudad con un nuevo nombre. Tenemos entonces que San Fernando de Catamarca es producto de una desobediencia al rey. Mate de Luna explicará al monarca los motivos por los cuales no cumplió con lo ordenado, confirmando lo que venimos sosteniendo: el origen de nuestra ciudad se fundamenta en una desobediencia.

Los vecinos, luego de la ceremonia de 1683, resolvieron no abandonar su residencia de Las Chacras, a pesar de haber recibido solares en el sitio de la nueva fundación. Más de una década después, el 1 de enero de 1694, el teniente de gobernador de San Fernando, Bartolomé de Castro, obedeciendo el mandato del gobernador Martín de Jáuregui, emitió un bando en la Población del Valle intimando a los vecinos "a edificar sus casas [en la ciudad de San Fernando] y a instalarse en ellas, so pena de pérdida de feudo para los encomenderos y de los solares repartidos para quienes no lo fueran". Recién en 1695 se materializó la fundación de Mate de Luna. El 7 de abril quedó establecida, formalmente, la ciudad de San Fernando, en el Valle de Catamarca, luego de ser trasladada en procesión, desde el Valle Viejo, la Imagen de Nuestra Señora del Valle. Parecería que tanto gobernantes como gobernados aceptaron en aquella oportunidad que donde se encuentre la imagen de la Virgen, factor indispensable de cohesión para la población, allí habrá ciudad. Y así fue.

Tenemos aquí algunos aspectos interesantes. La actual ciudad de San Fernando fue habitada, no por decisión de los vecinos, sino por una orden del gobernador del Tucumán. Dicho en otras palabras, los habitantes de la Población del Valle no querían avecindarse en la ciudad fundada por Mate de Luna. No en vano residían en ese generoso valle desde hacía casi un siglo y conocían de las bondades del clima y de la tierra. Pero otra vez, la imposición de un gobernador del Tucumán determinando el curso de la historia de Catamarca.

Retomemos ahora el tema de la jurisdicción. La Real Cédula que mencionamos, la de 1679, implicaba mucho más que la autorización de traslado de la ciudad de Londres de Pomán al Valle de Catamarca. Implicaba la creación de una nueva jurisdicción, como ya lo dijimos. Tenemos entonces que una orden real impone los límites que se la acordarán a la jurisdicción de la ciudad de San Fernando. 

Esa jurisdicción se conformó con la que le correspondía a la antigua ciudad de San Juan Bautista de Londres, menos los territorios de Aimogasta, Machigasta y Valle Vicioso que pasan a depender de La Rioja. Se incorpora a la jurisdicción de San Fernando la zona meridional de Tucumán hasta la Cumbre de Paquilingasta (hoy Departamento Ambato y Paclín); el Valle de Capayán hasta Chum­bicha, antes perteneciente a La Rioja, y las poblaciones y estancias de Albigasta, Choya y Ovanta hasta sus términos emplazadas en el llano al Este de la Sierra de Guayamba (hoy Departamento Ancasti), segregadas de Santiago del Estero. En síntesis, la jurisdicción de la ciudad de San Fernando de Catamarca se estructura a partir de territorios tomados a las ciudades de Tucumán, La Rioja y Santiago del Estero.

Pero no fue sólo esto. Enterados los riojanos de lo que perdían, se quejaron al rey, quien ordenó la suspensión de la creación de la jurisdicción de San Fernando. Pero la cédula real llegó a la gobernación del Tucumán cuando el hecho estaba consumado: Mate de Luna ya había fundado nuestra ciudad. Es decir que nuestra ciudad, de haberse cumplido la voluntad del rey, no hubiese existido hoy.

Si analizamos en detalle lo narrado, observamos que el proceso de establecimiento y consolidación de la ciudad de San Fernando es muy particular. No es similar al del resto de las ciudades del Tucumán, que a partir de la fundación, empiezan a extenderse. En nuestro caso, todo fue ordenado por el rey y a veces llevado a cabo por los gobernadores del Tucumán.

No podemos negar, al momento de repasar la historia de la fundación de San Fernando, que la partida de nacimiento de nuestra ciudad registra acontecimientos originales, cuando no conflictivos.

Mate de Luna estuvo en el Valle de Catamarca entre fines de mayo y principios de agosto de 1683. Cuando en junio de ese año el fundador de la ciudad eligió a los integrantes del primer cabildo de la historia de Catamarca, no sólo le daba legalidad jurídica a la fundación que estaba concretando, sino que inauguraba un modo de ejercer el poder en Catamarca: los gobiernos de familia. Una realidad se imponía: más de la mitad de los integrantes de ese primer cabildo estaban emparentados entre ellos, como lo veremos enseguida.

El primer cabildo estuvo constituido así: Alcalde de Primer Voto: Bartolomé Ramírez de Sandoval; Alcalde de Segundo Voto: Juan de Soria Medrano; Alguacil Mayor: Juan Antonio de Arizaga; Alférez Real y Regidor: Sargento Mayor Nicolás de Barros Sarmiento; Regidor Fiel Ejecutor: Don Gaspar de Guzmán Pacheco; Regidor: Capitán Diego de Vera Mujica; Regidor: Capitán Ayudante Domingo Lorenzo Mascareñas; Regidor Medidor de Tierras: Capitán Laurencio Carrizo de Andrada; Regidor: Don José Luis de Cabrera; Regidor: Capitán Domingo de Segura; Alcalde Provincial de la Santa Hermandad: Capitán Luis de Hoyos; Alcaldes de la Santa Hermandad: Andrés de la Vega y Castro y Juan Ponce de Córdoba; Procurador General: Felipe Moreno del Álamo; Teniente de Maestre de Campo Blas de Pedraza.

De este plantel de 15 capitulares, hemos logrado establecer que el alcalde de primer voto Bartolomé Ramírez de Sandoval era primo hermano del regidor Medidor de Tierras Laurencio Carrizo de Andrada; que este último era consuegro del alcalde de segundo voto Juan de Soria y Medrano, el que a su vez era suegro del alcalde de la Santa Hermandad Andrés de la Vega y Castro, quien era cuñado del alférez real Nicolás de Barros Sarmiento y del regidor don José Luis de Cabrera. Éste último era también concuñado de Nicolás de Barros Sarmiento, ya citado. Barros era consuegro del regidor Domingo de Segura, quien lo era a su vez del regidor fiel ejecutor Gaspar de Guzmán Pacheco. Resta por mencionar que el nombrado Laurencio Carrizo de Andrada era sobrino político del teniente de maestre de campo Blas de Pedraza.

Este complicado entramado de parentescos nos permite comprobar que, en el órgano mayor de gobierno de la ciudad de San Fernando en 1683, varios de los primeros cabildantes elegidos por el fundador se encontraban relacionados entre ellos por estrechas vinculaciones familiares. Observamos así que las primeras manifestaciones de nepotismo en el seno de la elite dirigente de Catamarca se advierten en la constitución de su primer cabildo.

Esos primeros cabildantes, en su mayoría, descendían o estaban emparentados por lazos de consanguinidad o afinidad, con conquistadores del siglo XVI, lo que les otorgaba la jerarquía social para ocupar esos espacios de poder y determinaba que sus descendientes, invocando la ascendencia a vecinos fundadores de una ciudad, consolidaran su sentido de pertenencia al patriciado catamarqueño.

Los resultados que arrojan nuestras investigaciones actuales demuestran que las permanencias son evidentes: desde la fundación de la ciudad de Catamarca el patriciado dominó los espacios de poder a través de una elite dirigente que manejó la cosa pública desde 1683 hasta bien avanzado el siglo XX, por lo que podemos afirmar que, durante las últimas centurias, los gobiernos de familia gozaron de buena salud en Catamarca.

*Historiador