Siempre me fascinó el carácter irisado y caracoleante del tiempo. Los modos que tiene el pasado de retornar y transformarse, de producir reflejos y tornasoles que se proyectan hacia adelante. Las vueltas de la vida. Sus pliegues y recovecos.

Dieciséis años tenía yo cuando la adaptación cinematográfica de la novela de Choderlos Laclos, Las relaciones peligrosas, dirigida por Stephen Frears, se estrenó en Argentina. Me acuerdo de que por esa época Milos Forman tuvo la pésima idea de filmar otra versión de la misma novela. Puede que la película de Forman sea buena, la verdad es que no lo sé, soy incapaz de emitir un juicio, porque cuando ves en la versión de Frears al irresistible y cara-de-perverso-John Malkovich interpretando al Conde de Valmont, a la exótica y distante Glenn Close como la marquesa de Merteuil, a Michelle Pfeiffer en la cumbre de su belleza en la piel de Madame de Tourvel y a una adolescente, despampanante y cándida Uma Thurman como Cécile de Volange, resulta imposible imaginar que esos personajes puedan tener otras caras y otros modos de moverse que no sean exactamente los de esos actores prestandoles su cuerpo. Démosle el crédito, si no al director, a Juliette Taylor, responsable del casting.

Les liaisons dangereux (que se tradujo, también, como Las amistades peligrosas) es una novela epistolar y la única obra conocida de su autor, Choderlos Laclos, que transcurre en la sociedad cortesana de fines del siglo XVIII. Mi edición es la de Cátedra y en la tapa se reproduce un fotograma de la película en el que John Malcovivh -el pelo suelto y largo, entradas ya pronunciadas- pluma en mano, escribe una carta sobre las nalgas de una mujer. A la novela la leí unos años después de ver la película, en una época en la que leía mucho, muy rápido, cualquier cosa que me pusieran delante, sobre todo si el libro venía de la mano de alguien a quien quería impresionar o cuya opinión me importaba demasiado. Este ejemplar, el mismo que tengo ahora frente a mí, me lo regaló a los dieciocho años un amigo, alguien a quien yo adoraba y admiraba, que era encantador, atractivo y demoníaco como una sirena, y que de un día para el otro empezó a ignorarme, sin darme ninguna explicación, de un modo cruel y cinematográfico. Una amistad decididamente peligrosa cuyos ecos y fantasmas me acosaron durante muchos años.

“¿Por qué supones que siempre perseguimos a aquellos que huyen de nosotros?”, le pregunta la marquesa de Merteuil al Vizconde de Valmont.

La Marquesa de Merteuil es una mujer viuda pero todavía joven. Ardiente y seductora, tiene que ocultar bajo un velo de discreción sus apetitos y sus (¿malas?) intenciones. Junto al Vizconde de Valmont, que por ser hombre no tiene inconvenientes con que se lo identifique con la lujuria y el libertinaje, (“El vizconde de Valmont -le advierte a la joven Cècile de Volange su madre- es irresistiblemente atractivo, pero nunca abre la boca sin calcular el daño que puede hacer”) traman por pura diversión los destinos de sus familiares y conocidos, que se convierten en títeres de sus antojos. Así la Marquesa le propone al Vizconde un desafío casi imposible: seducir a la santurrona Madame de Tourvel, cuya moral es intachable. Valmont acepta y a partir de ahí se empiezan a mover las tramoyas del argumento. La cuestión es que la marquesa de Merteuil es la más piola y la tiene clarísima pero su talón de Aquiles es el mismísimo Vizconde, de quien está -si, ella también- perdidamente enamorada. Recordemos que el Vizconde es John Malcovich y que cuando lanza esa mirada levemente estrábica y se muerde el labio inferior y asoma un poco la lengua para lamerse ahí donde acaba de morder, es fácil entender que una por una y después, finalmente, la intachable e inocente Madame de Tourvel, caigan rendidas a sus pies. Pero ni Valmont ni la Marquesa están advertidos de que algo completamente inesperado puede ocurrir, algo que no está en los planes de ninguno y les arruina el estofado: un rayo deja estaqueado en el medio del jardín de un castillo imperial al Vizconde de Valmont y le parte los huesos. Es decir: Valmont se enamora. Pero como tiene que seguir demostrando que es un canchero y además quiere ganarle la apuesta a su amiga la Marquesa, una vez que la inocente Michelle Pfeiffer-Madame de Tourvel se pierde y mancha su virtud, él la larga. Y la escena en la que la abandona, la crueldad con la que la desprecia y la forma en la que ella recibe esa estocada -una estocada simbólica, que se vuelve real cuando unas escenas más tarde es él quien finalmente se entrega por propia voluntad al acero de una espada- es inolvidable. Si vieron la película, sólo baste decir que: “it 's not under my control”. Y si no la vieron, corran a la plataforma de streaming más cercana.

En la escena final de Las relaciones peligrosas, la misma Glenn Close que se miraba, al inicio, complacida, en el espejo, está nuevamente frente a su propia imagen, pero esta vez la máscara impoluta con la que encubría sus falsas intenciones y engañaba a todo el mundo, cae.

A veces la vida cobra ribetes de ficción, o quizás ese es el modo en que se articula para nosotros, los que tenemos la compulsión de narrar. Veinte años después, con la misma liviandad con la que había desaparecido, mi amigo, como si nada, me contactó un día para proponerme que adaptemos juntos una obra de Harold Pinter: Traición. Las señales están a la vista, los significantes son evidentes. Pero “it's not under my control”. Mi amigo sigue ejerciendo en mí, a pesar del tiempo transcurrido, un poder que no soy capaz de resistir. Empezamos a frecuentarnos, pero más que nada nos mandamos mails, muchos mails en los que de forma velada empezamos a sacar los trapitos sucios de nuestras relaciones peligrosas al sol, hasta que, por fin, un día, él me revela el motivo de su silencio, años atrás. Confiesa una traición. Después me retira, por segunda vez, la palabra, y desaparece. Ahora, para siempre.

Virginia Cosin escribe sobre cine y literatura en distintos medios. Publicó cuentos en antologías, las novelas Partida de nacimiento (año 2011) y Pasaje al acto (año 2019) en la editorial Entropía y en la editorial Malpaso (año 2021). En 2020 co-escribió y co-dirigió la película Edición ilimitada producida por Varsovia Films. Desde el año 2008 coordina talleres de lectura y escritura. Es la directora editorial de la revista digital Atletas.