Desde París

Al día siguiente de la alocución televisiva del presidente francés, durante la cual, entre varias medidas, Emmanuel Macron interpeló a la sociedad para que se vacunara, un millón trescientas mil personas pidieron cita para vacunarse. Este flujo inédito de candidatos a la vacunación se desprende de la presión ejercida por el jefe del Estado para convencer a los reticentes y, al mismo tiempo, frenar una nueva ola de covid-19. La pandemia ha progresado en las últimas semanas en todo el país impulsada por la variante Delta del virus, ya mayoritaria en casi todas las regiones de Francia. Macron dispuso, en dos fases (21 de julio y principios de agosto), la generalización del “pase sanitario” para ingresar a los lugares públicos (bares, restaurantes, cines, teatros, centros comerciales, trenes aviones) así como la obligación de vacunarse para el personal hospitalario y para quienes están en contacto con personas frágiles. El pase sanitario está compuesto sea de un certificado de vacunación o de un test PCR negativo. 

Pase sanitario

El nuevo dispositivo no es sencillo de aplicar. Como lo expresa a PáginaI12 el dueño de un restaurant del distrito 13 (Butte-aux-Cailles) “esta idea de Macron va a hacer de nosotros policías o controladores sanitarios. Es exagerado”. El sector cultural también se siente, una vez más, maltratado por el calendario fijado: cines, teatros y otros espacios culturales exigirán el pase sanitario a partir del 21 de julio mientras que la misma medida fue aplazada hasta agosto para los bares, centros comerciales y transportes de larga distancia. Actualmente, hay 957 personas infectadas con el virus que se encuentran en los servicios de reanimación. La cifra es muy inferior al pico los 6.000 pacientes a la que se llegó con la tercera ola a finales de abril. El número de contagios diarios asciende a 4.200 y su curva muestra un ascenso constante. Según dijo el Ministro francés de Salud, Olivier Véran, ”si no actuamos ahora la cifra podría subir por encima de 20 mil a principios de agosto”.

La intervención presidencial del lunes 12 de julio marca un cambio en la estrategia del jefe del Estado. El 24 de noviembre de 2020, cuando anunció el arribo de las primeras vacunas, Macron dijo: ”quiero ser claro: no haré que la vacuna sea obligatoria”. En los meses siguientes repitió el mismo mensaje. En diciembre, en Twitter, escribió: ”la vacuna no será obligatoria. Tengamos confianza en nuestros investigadores y médicos. Somos el país de las Luces y de Pasteur. La razón y la ciencia deben guiarnos”. Sin embargo, como ocurrió en abril de 2021 cuando se resignó a confinar de nuevo a Francia, la sombra amenazante de una cuarta ola del virus lo llevó a cambiar de opinión. La obligación, por el momento, sólo atañe al personal hospitalario, pero en caso de aceleración de la pandemia Emmanuel Macron aclaró: «en función de la evolución de la situación deberemos, sin dudas, plantearnos la pregunta de la vacunación obligatoria para todos los franceses”. La Dirección General de la Salud indicó que 40% de la población, lo que equivale a 27,3 millones de personas, habían recibido dos dosis de la vacuna. Una encuesta del diario Le Figaro y la radio France Info revela también que 58% de los franceses se muestran favorables a que la vacuna sea una obligación. Quedan, en el medio, las categorías de quienes aún tienen dudas y de aquellos que rehúsan tajantemente vacunarse.

Los reacios a la vacuna

Desde principios de junio, con el fin paulatino del toque de queda y los confinamientos territoriales, la campaña de vacunación fue perdiendo vigor. Un estudio llevado a cabo por dos sociólogos y publicado en el portal MedRxiv mostraba una suerte de retrato de las clases sociales más hostiles a la vacuna. Según este trabajo sociológico (85 mil personas consultadas) el perfil de los sujetos reacios a las vacunas corresponde, principalmente, a las clases sociales más modestas, los jóvenes y las mujeres. En ese segmento está el 20% que “duda” ante la vacuna. Luego vienen los más radicales, conocidos como los “Antivax”, quienes representan entre un 2% y 5% de la población y cuentan, incluso, con portavoces de renombre como el premio Nobel de Medicina Luc Montagnier (descubrimiento del virus del Sida) o una especialista en genética, ex miembro del INSERN (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica), Alexandra Henrion Caude. La doctora Henrion Caude es la caución científica por excelencia de los llamados “covido-escépticos” y la más tajante opositora de las vacunas ARN mensajero (Pfizer-BioNTech y Moderna). Según ella, esas vacunas “van a modificarnos genéticamente”.

La evolución de las posiciones ante la vacuna ha sido constante. En 2020, los antivacunas eran, en las redes sociales, el tema tendencia. Monopolizaban los debates y ejercían una fuerte influencia. Entre abril y junio de 2021, la galaxia anti empezó a perder su ascendente, los pronunciamientos a favor de la vacuna se tornaron más sólidos y los antivacunas se volvieron menos audibles. Esta exposición se desprende de la investigación llevada a cabo por Bloom. Se trata de una plataforma de Social Media Intelligence (SMI) que se dedica al análisis cuantitativo, predictivo y estratégico de las redes sociales.

La avalancha, en menos de 24 horas, de más de un millón de personas que se inscribieron para vacunarse instala otra perspectiva. La pregunta que circula hoy consiste en interrogar si acaso fue Macron quien convenció a la sociedad con su discurso o si intervino otra variable. Esta mañana, en París, muchos franceses dubitativos confesaban que más que el miedo al virus lo que los motivó a vacunarse fue un pavor más profundo. Thomas, un hombre de 40 años, confiesa a este diario: ”sabe, de eso no me olvido. Los meses de encierro, todo cerrado, mi familia lejos, mis amigos invisibles y la soledad. El virus no me asusta, pero volver a perder la libertad de vivir sí. Entonces, mire, que le puedo decir, la cosa esa que le llaman Delta nos amenaza de nuevo. Así que, ahora, prefiero la vacuna y la libertad en vez de no tener ninguna de las dos”.

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