Hace poco, me sonó el teléfono. Era Simone de Beauvoir. Fuera de broma: me platicó unos 6, 7 minutos antes de despedirse y regresar a su tierra. Je n’ai pas l’habitude de téléphoner. Vous me connaissez peut être. Je m’appelle Simone... Podría haber roto así el hielo, pero tuvo la delicadeza de hablarme en castellano. Y no, no tengo su número; el identificador marcaba “anónimo”, será cuestión de protocolo de ultratumba. Por algo le dicen eterno descanso; tampoco es cuestión de que un ring ring indeseable altere la calma de su sepulcro parisino en el cementerio de Montparnasse. Parcela que comparte con Jean-Paul Sartre, su amor necesario, aún cuando en vida prefirieron domicilios separados por ese asunto tan comentado de la unión libre, de no tener la vocación de la monogamia. Acaso no aplique aquello de “Nuestros cuerpos juntos eran en vano” cuando los cuerpos se han vuelto ceniza, quizá polvo enamorado… En fin, no voy a interrumpir con pavadas a una de las filósofas, novelistas y ensayistas más descollantes del siglo XX cuando ha tenido la deferencia de pegarme un tubazo 35 años después de irse al otro quartier a causa de una neumonía.

Simone

Simone me recuerda algunos de sus sobresalientes avatares; por caso, cómo firmó el Manifiesto de las 343, titulado “Yo aborté”, publicado en 1971 por el periódico Nouvel Observateur. Un hito a todas las luces que mujeres de las artes y de la intelectualidad (entre ellas, Agnès Varda, Marguerite Duras, Ariane Mnouchkine, Catherine Deneuve -hoy rozagante en la alfombra roja del Festival de Cannes-) se animaran a poner el gancho, aún a riesgo de cárcel, siendo -como era en esas fechas- una práctica ilegal. “¿Me sigue?”, quiere asegurarse mi visita telefónica. Y yo -que mantengo los ojos cerrados, tratando de asir sus palabras- le digo que sí, que por favor continúe. Y sigue nomás, lanzando algún dardito envenenado a la institución del matrimonio, que tanto sometimiento ha traído a las mujeres; también a la Iglesia Católica. Recuerda a amigos, amores, trabajos. Vuelve sobre las luchas justas y urgentes a las que suscribió, sin darse ínfulas. Pero como el tiempo es tirano, esta atea practicante no llega a ahondar en otras nobles causas por las que bregó tempranamente (la eutanasia, sin ir más lejos, en su libro Una muerte muy dulce, del ’64, donde se refiere a la muerte de su mamá).

De a ratos parece preocupada. “Mujer no se nace, se hace”, escribió en El segundo sexo, 1949, auténtica biblia del feminismo, de total vigencia, que le llevó más de un año completar, pero ¿las nuevas generaciones se toman el tiempo para siquiera pispear sus más de 800 páginas? “Se lee fácil…”, me aclara con entrañable humildad, temiendo -presumo- que se haya reducido aquel hallazgo a un slogan vacío, que se repite automáticamente. Me dice, por si las mosquitas, que son dos tomos, y se despacha con una síntesis impecable de una de sus tesis rectoras, vinculada a la Otredad. Tampoco le rehúye a la controversia cuando advierte -con esa lucidez punzante que la caracteriza- que a veces la mujer se escabulle de su propia libertad y acepta resignadamente su rol, por la angustia que conlleva asumir plenamente la propia existencia.

Selva Alemán

Antes que me den ustedes por orate, abro el paraguas: no tengo línea directa con la dimensión desconocida. Ha habido una médium estupenda que, con voz cálida y cadencia atrapante, canaliza a Simone de Beauvoir. Se trata de Selva Alemán, ni más ni menos, notable actriz con una extensa carrera en teatro y televisión. Su llamado es parte de Biblioteca Sonora de las Mujeres, experiencia performática creada por la suiza Julie Gilbert (autora, dicho sea de paso, del texto que recrea a Beauvoir como personaje, en primera persona), donde diversas intérpretes dan voz a escritoras fallecidas, a partir de textos de dramaturgas actuales. La propuesta -gratuita- forma parte de Proyecto Prisma, con gestión y curaduría de Malena Solda y Valeria Kovadloff, y busca alentar la lectura de autoras indispensables. A golpe de click, cualquiera puede anotarse y recibir un telefonazo de Simone o de Alejandra Pizarnik en julio. En meses sucesivos, llamarán Audre Lord, Salvadora Medina Onrubia, Safo, Olga Orozco, Sylvia Plath, Hebe Uhart…