Alguna vez le tenía que tocar a Fito Paéz. Sucedió en la madrugada de este sábado, luego de que David Lebón, su predecesor, anunciara que el Gardel de Oro era para el rosarino. Ni siquiera El amor después del amor, disco que lo consagró, fue tan premiado como La conquista del espacio. “Lo esperaba hace muchos años. No sé si éste, pero algún Gardel. Había ligado uno solo”, dijo el músico, videoconferencia mediante, apenas concluyó esta edición. “Es muy hermoso recibir todos esos premios que están ligados a la hechura del álbum”. A pesar de que forma parte de la cultura popular argentina desde prácticamente los inicios de su carrera, este “Carlitos”, como bien lo llamó una vez que conoció su triunfo, termina por legitimarlo en la industria discográfica local, al lado de mentores del tamaño de Mercedes Sosa y Charly García. “La música popular argentina es una máquina de invención permanente. Me da orgullo tener este Gardel. También siento que formo parte de una familia. Eso implica compromiso y delirio. Todo lugar de pertenencia te da una sensación de calidez”.

De las seis nominaciones con las que arribó a esta edición, el artista se llevó cuatro estatuillas, compartiendo así el podio de máximo ganador del certamen junto a Nathy Pelusso. “La admiro mucho, la quiero, es una amiga”, comenzó describiendo Fito desde Miami, donde la semana pasada tocó el mítico teatro Fillmore. “Es una mujer con talento, con mucha pasión. Es una voz que rompe e irrumpe. Es una de las artistas que uno está esperando todo el tiempo. Me pone muy feliz que la hayan premiado”. Aparte del Gardel de Oro, el trofeo que se entrega por el “Album del año”, el vigésimo cuarto álbum del cantautor venció en los rubros “Ingeniería de grabación”, “Productor del año” y “Mejor álbum artista de rock”. “Uno hace los discos con la misma pasión, con diferentes elementos e incluso con diferentes disposiciones anímicas. A este álbum lo quiero igual que los otros, si no sería un padre muy ingrato. La característica especial que tuvo, si bien sucedió en medio de una tormenta anímica, es que atravesó todos los estadios que conlleva un disco: delirio, balbuceos, textos. Hacía mucho tiempo que no grababa de forma tan relajada”.

-Hoy estás más allá del rock. Sin embargo, tanto en los Grammy como en los Gardel, La conquista del espacio fue premiado en categorías referentes al género. ¿Sentís que está dentro de ese estándar?

-Hay que entender que en la cultura rock la música no es un pasaporte excluyente. Eso te coloca en un lugar de pertenencia que de alguna manera te enmarca políticamente, pero a la vez te desmarca porque todo lo que hacés y decís se encuentra en ese territorio de ‘salvajura’. Muchas veces es difícil poder transmitir esa idea. El rock es un espacio de libertad dentro de un estadio de paz. Por supuesto, cuando llega una guerra todo eso desaparece. Mientras dure el proceso de paz, el rock aparece como un recordatorio de lo salvaje que es la experiencia humana. Y, además, de forma poética.

-¿Qué opinión te merece que últimamente maten tanto al rock?

-La música no se mata. Eso lo hacen personas con fuertes pulsiones tanáticas que necesitan matar las cosas para llevar adelante una triste existencia. La música son notitas en el pentagrama y no mucho más que eso. Después está cómo vos abordás o desarrollás esa expresión.

-A partir de este premio, habrá muchas expectativas con tu próximo disco.

-Ahora me voy a juntar con unos capangas de Sony Music. Mi sueño es sacar una trilogía toda junta, lo que es delirante porque nadie compra discos. En este caso, los tres tendrán una hechura diferente: uno con orquesta sinfónica, uno de canciones con banda de rock y uno de piano solo. Parecen tres personas diferentes. Estoy metido aún en el laboratorio. La semana próxima sabré si la industria y la coyuntura me lo permiten.