Cerradas las alianzas, definidos los candidatos, ya se conoce cuál es el punto de partida de cada uno de los espacios para la carrera electoral. En plena largada, una de las grandes incógnitas a dilucidar es qué ponen en juego las dos grandes coaliciones políticas del país: el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. La reconfiguración del poder legislativo será clave para establecer la nueva relación de fuerza y el rumbo de los próximos dos años. ¿Hay margen para posturas más radicalizadas? La mayor novedad es que a pesar de las adversidades -el fracaso del gobierno de Mauricio Macri y la crisis sanitaria en la gestión de Alberto Fernández- los dos frentes dominantes lograron mantener la unidad a nivel nacional, aún con divisiones en determinados distritos.
¿Qué pondrá a consideración cada espacio? Para el actual Gobierno implica un plebiscito sobre la administración económica y la respuesta sanitaria. Habrá un veredicto acerca de si se cumplieron o no con las expectativas generadas en 2019 y hasta dónde resistió la paciencia social en un estado de excepción pandémico. Para quienes deben dar explicaciones por la debacle del gobierno de Cambiemos será un examen que verificará si como oposición lograron sostener o recuperar el capital político que perdieron cuando ocuparon el Ejecutivo. “Lo más importante para el oficialismo va a ser reunir la fuerza suficiente para renovar la esperanza en un momento de mucho cansancio después de cuatro años de caída económica y la sensación de un horizonte incierto”, sentencia el politólogo Marcelo Leiras, subsecretario de Relaciones Institucionales del Ministerio del Interior. En cuanto a la oposición, Gerardo Scherlis, doctor en Ciencia Política en la Universidad de Leiden, explica que "deberá demostrar que es más que la apuesta al fracaso del Gobierno. Un buen resultado debería servirle para promover algo un poco contraintuitivo: la incorporación de nuevos aliados que permitan ofrecer una futura coalición de gobierno más sólida que la de Cambiemos”.
En el Congreso quien más arriesga es el bloque opositor, sobre todo en Diputados. Ahí, pone en juego el mejor momento electoral del macrismo. La primavera de 2017, cuando la inflación no superaba el 25 por ciento y el dólar planchado rozaba los 17 pesos. De sus 115 bancas, renueva 60. Para el oficialismo será la oportunidad de nutrir un volumen parlamentario que al día de hoy alcanza a medias. Con 119 diputados, a 10 del quórum propio -un objetivo que difícilmente alcance en estos comicios-, arriesga 51. Lo que se desprenda de las urnas le brindará al Presidente mayor o menor capacidad de acción. “El oficialismo necesita preservar la mayoría que tiene en el Senado y aumentar el tamaño en Diputados. Al ser un Frente, requiere una bancada más homogénea y cohesionada para los próximos dos años. Eso sería indispensable para avanzar en la agenda de transformación que se propuso”, señala Leiras. En la Cámara alta, el oficialismo tiene mayoría y Cristina Fernández de Kirchner logró darle media sanción a los proyectos que envió el Ejecutivo, incluso los más espinosos como la reforma del Ministerio Público Fiscal, la reforma de la Justicia Federal y la Ley de Emergencia Covid. Sin embargo, al no tener mayoría en Diputados estas iniciativas clave quedaron truncas. Aumentar las bancas implicará dejar de depender de negociaciones con el Interbloque Federal -en gran medida, legisladores que responden a Lavagna y Schiaretti- y el interbloque Unidad Federal para el Desarrollo -liderado por José Luis Ramón-. Asimismo, de los 23 diputados que no son ni del Frente de Todos ni de Juntos por el Cambio, 16 renuevan sus bancas. Por lo tanto, a fin de año habrá intensas negociaciones que materializarán nuevas alianzas en el recinto.
¿Se juega la gobernabilidad? “Para el oficialismo es importante ganar, pero por otra parte el peronismo también demostró que puede perder legislativas y seguir gobernando. Es una elección importante pero no determinante”, asegura María Esperanza Casullo, doctora en Ciencia Política de la Universidad de Georgetown. El poroteo parlamentario deja en claro que existe una fuerte polarización en el sistema de partidos argentino, al igual que sucedió en las últimas elecciones presidenciales en donde las dos grandes fuerzas concentraron casi el 90 por ciento de los votos. Frente al escaso margen de la angosta avenida del medio, Casullo coincide en que será una elección “bi-coalicionalizada”, aunque remarca que hay que prestarle atención a las divisiones que tiene Juntos por el Cambio en distintas provincias. Por ejemplo, en Neuquén, Rio Negro, San Luis y La Rioja. “El análisis debe ser federal. Esto no se está debatiendo mucho, porque la discusión política está absolutamente porteñizada y parece que solo importaran la Ciudad y provincia de Buenos Aires”, sostiene. En la misma línea, Leiras plantea que “es necesario tener presente que en varias provincias la coalición opositora no está unida y que también hay tensiones en algunos distritos para conformar las listas del oficialismo. Ese diagnóstico nacional de polarización hay que refinarlo para cada provincia”. Scherlis, por su parte, reconoce la fuerte polarización, pero resalta que “estas dos coaliciones que parecen firmes, se sostienen más por identidades negativas que por identidades positivas".
¿Es posible que se fortalezcan las posturas más radicalizadas de cada espacio? ”No lo veo. No me imagino qué podría ser. Los determinantes de la política argentina siguen siendo más o menos los mismos: el FdT es una coalición, eso lo frena; el macrismo ya es todo lo opositor que se puede humanamente ser, y les votantes no parecen premiar la radicalización”, sintetiza Casullo. Leiras coincide en que es improbable, aunque destaca que sí pueden haber posiciones “más firmes”. “Si el Gobierno encuentra una fórmula para sostener la recuperación económica, esa fórmula va a ser defendida con mucha firmeza y también atacada con mucha acidez por parte de la oposición. Si la recuperación no fuera exitosa, es posible que los consensos empiecen a predominar en busca de una construcción interpartidaria”, concluye.