El último erudito del siglo XX reconoció que robó un solo libro, una edición de Las flores del mal de Charles Baudelaire, de la biblioteca de su abuelo, cuando era un niño. El escritor y editor italiano Roberto Calasso, alma mater de la editorial Adelphi y autor de una obra exquisita por ese mestizaje que combina ensayo y narración, mito y filosofía, como si tramara un tejido de una belleza indescifrable, murió en Milán, a los 80 años, después de padecer una larga enfermedad, según informó la prensa italiana. La muerte de Calasso, Premio Formentor de las Letras 2016, coincidió con la distribución en las librerías de Italia de dos de sus libros autobiográficos: Memè Scianca, sobre su infancia en Florencia; y Bobi, las memorias de Roberto “Bobi” Bazlen, creador con Luciano Foà de la editorial Adelphi.

La vocación editorial de Calasso, nacido en Florencia el 30 de mayo de 1941, fue una pasión heredada de su abuelo materno, Ernesto Codignola, filósofo y pedagogo, uno de los fundadores de la editorial La Nueva Italia. Lector precoz, a los 13 años ya había leído En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Al igual que Bazlen, escritor, traductor y crítico literario a quien consideraba su maestro, se destacó por la fascinación hacia la mitología clásica y la literatura centroeuropea, dos sensibilidades que emergen en el catálogo de Adelphi, una editorial que se construyó para discutir y disputar la hegemonía cultural de la izquierda, condensada en torno de la figura del turinés Giulio Einaudi, creador de la editorial que lleva su apellido. Calasso, director editorial de Adelphi desde 1971, relanzó a escritores como Milan Kundera, que había sido publicado en Italia, pero había pasado casi inadvertido.

Un editor habla también a través de lo que publica. Los lectores italianos descubrieron, gracias al esfuerzo de Calasso, la cultura “mitteleuropea” y empezaron a familiarizar con autores como Joseph Roth, Karl Krauss, Arthur Schnitzler y Hugo von Hoffmansthal. Además, pudieron leer a los escritores disidentes o perseguidos por el régimen comunista soviético y polaco, como Vasily Grossman y Czeslaw Milosz, premio Nobel de Literatura en 1980. Como si la mirada se posara sobre lo invisibilizado, ignorado o ninguneado, también en Adelphi se editó a Georges Simenon, un escritor despreciado por algunos críticos que consideraban como “menor” su literatura.

El escritor italiano escribió un único libro. Calasso estaba convencido de que ese único libro se desplegó como variaciones de una misma obra en títulos como La ruina de Kasch, Las bodas de Cadmo y Harmonía, El rosa Tiepolo –uno de sus mejores libros sobre Giambattista Tiepolo, considerado el último gran pintor del barroco-, La locura que viene de las ninfas, El ardor, El cazador celeste y La actualidad innombrable, editadas en castellano por la editorial Anagrama con traducción del escritor argentino Edgardo Dobry. El escritor Leonardo Sciascia (1921-1989) subrayaba que las obras de Calasso “están llamadas a no morir”. Al margen de este elogio, que deberá sortear la prueba del tiempo, el escritor italiano tenía un excepcional conocimiento de la literatura y las mitografías. Aprendió sánscrito para profundizar en el pensamiento de los grandes textos acuñados en la India. Quizá por eso se suele decir que su estilo es “inclasificable”, un comodín un tanto odioso. Habría que crear un género solo para la obra de este escritor italiano, que podría conectar con autores como Jorge Luis Borges, Robert Graves y James George Frazer, entre otros.

En Cómo ordenar una biblioteca, publicado en 2020, Calasso afila la ironía y la erudición para dinamitar, con insolencia y lucidez, ciertas zonas de confort y lugares comunes de la cultura. “Siempre desconfié de los que quieren conservar libros intactos, sin ninguna marca de uso. Son malos lectores. Cada lectura deja marcas, aunque ninguna marca queda en el papel. Un ojo entrenado sabe enseguida distinguir si un ejemplar ha sido leído o no leído. En cuanto a las marcas sobre los libros, todo está permitido salvo escribir o subrayar con birome, porque es una suerte de lesión irreparable del objeto”, advertía el escritor italiano. “El orden de una biblioteca no debería encontrar nunca una solución. Simplemente porque una biblioteca es un organismo en permanente movimiento. Es terreno volcánico, en el que siempre está pasando algo, aunque no sea perceptible desde el exterior”.

Tradujo para Adelphi varias obras, entre las que se destacan Ecce Homo de Friedrich Nietzsche y Aforismos de Zürau, de Franz Kafka. Calasso publicó K., un texto en el que a partir de dos novelas de Kafka, El proceso y El castillo, relee la obra del autor checo: “La obra de Kafka es como una red en la que cada fragmento de sus diarios, cada novela, cada apunte, cada aforismo, conviven en un conjunto”. En 2016 recibió el Premio Formentor. “Su obra integra en un ambicioso discurso corrientes filosóficas, estéticas y morales de muy diversa procedencia”, planteó el jurado. “La amplitud de campos de conocimiento que abarca su mirada constituye el fundamento mismo de una cultura humanista tal y como será rescatada en la posmodernidad de nuestro siglo. Calasso restaura la integridad de pensadores y artistas a veces descuidados por la Historia, pero imprescindibles a la hora de entender la mutación de nuestra experiencia cultural. Su obra discurre por senderos narrativos y reflexivos en donde la belleza literaria, el rigor conceptual y la intuición poética conforman una insaciable inteligencia”.

El arte del ensayo alcanza en la obra del escritor italiano “una de las más altas expresiones, acaso única en la cultura europea reciente”, consideró el jurado. “Su rechazo natural a todo dogma y la continua tendencia a la apertura de caminos hacen de su pensamiento y su escritura un auténtico lugar de aprendizaje, una contestación a la modernidad y una luz que permite ver con la mayor claridad el fluir de distintas culturas y tradiciones”.

El escritor italiano postulaba que la literatura había entrado en una fase de latencia y que en los últimos cincuenta años se había estrechado. “Es difícil encontrar sorpresas. Sin duda hay cosas buenas, pero pocas son realmente grandes”, afirmaba Calasso. “Cuando miro la literatura hasta los años sesenta, veo que era algo ligado a una ambición enorme, ahora eso no es ya lo usual”, agregaba el autor de Los cuarenta y nueve escalones, La literatura y los dioses y Cien cartas a un desconocido y La marca del editor, entre otros libros. Calasso escribió una obra que representó el último soplo de felicidad y erudición del siglo XX.