Desde la primera vez que el Gobierno empezó a hablar de brotes verdes en la economía ya pasaron nueve meses. La expresión fue lanzada en agosto del año pasado por Alfonso Prat Gay para transmitir la idea de que la recesión estaba por llegar a su fin. “Esto que hoy es incipiente será bastante más generalizado”, prometía. “La tendencia se está revirtiendo y lo sabemos porque tenemos números confiables. Nuestras estimaciones preliminares dicen que toda la economía dejó de caer en el tercer trimestre”, aseguraba, buscando llevar tranquilidad a una sociedad aturdida por la devaluación, el tarifazo y el aumento del desempleo. Ahora que el entonces ministro de Hacienda y Finanzas está volviendo al ruedo como posible embajador en Estados Unidos podría aprovechar para explicar qué falló, dado que tres trimestres más tarde se siguen mencionando a los mismos brotes verdes como reflejos de un oasis que está por venir y nunca llega. Ahora su lugar lo ocupa Nicolás Dujovne. Sostiene con la misma convicción que esta vez sí lo peor ya pasó. Sin embargo, otra vez no es verdad. Lo peor sigue pasando y se profundiza para la mayoría. Que haya sectores ganadores con el nuevo modelo económico y otros que rebotan desde el quinto subsuelo, como la construcción y el inmobiliario, no derrama una recuperación sólida para el grueso de las actividades ni dibuja un horizonte de desarrollo y prosperidad para el país en su conjunto. En ese proceso aumentan la pobreza y la desigualdad entre ricos y pobres, mientras se preparan reformas estructurales que apuntan a cristalizar esa situación por años en los campos laboral, previsional e impositivo. Entre el punto de arranque de la gestión de Cambiemos, la actualidad y lo que está por venir la trayectoria es la misma en la construcción de un patrón regresivo de distribución del ingreso. 

Un nuevo indicador de esa realidad fue presentado por el Centro de Almaceneros, Autoservicios y Comerciantes Minoristas de Córdoba, que elabora desde hace siete años un informe con datos representativos de la evolución del poder adquisitivo de la población. Uno de los más reveladores es el que registra la marcha de las compras “al fiado” en esos negocios. En abril los comerciantes manifestaron que se produjo un aumento del 20 por ciento respecto del mismo mes de 2016 en esa modalidad, con un salto del 26 por ciento en la morosidad en los pagos y del 23 por ciento en la incobrabilidad, pasados 60 días desde la realización de la “compra”. “El fiado es como una tarjeta de confianza que utiliza el sector asalariado no formal. Es la forma de financiamiento que tiene ese universo de familias”, describe Vanesa Ruiz, gerenta comercial de la entidad. Es decir, es un mecanismo de última instancia para acceder a alimentos y bienes esenciales por parte de aquellos trabajadores que no tienen ingresos con una fecha fija. “En este sector no vemos brotes verdes ni ninguna mejora. Al contrario, cada vez hay más pedidos para que les fíen, se atrasan en los pagos o dejan de cumplir. Con una inflación tan alta es difícil sostener las compras que hacían habitualmente”, advierte. En consecuencia, los comercios sufren una disminución de la facturación que pone en riesgo la subsistencia de muchos de ellos. Ruiz avisa que la renovación de alquileres va dejando en el camino almacenes, autoservicios y tiendas que no pueden afrontar los ajustes de los contratos. Solo juega a su favor que los grandes supermercados pierden clientes de manera sostenida porque prefieren realizar compras puntuales en los negocios de barrio en lugar de llenar los changuitos para todo el mes como era usual en otros tiempos.

La incidencia del fiado sobre el total de ventas brutas escaló en abril hasta el 33,6 por ciento en comercios minoristas del rubro alimentación. El relevamiento abarca a 520 almacenes y autoservicios de Córdoba capital, más otros 100 del interior provincial, 72 supermercados y 8 hipermercados. El volumen de las ventas cayó 4,1 por ciento el mes pasado, en línea con otros registros de consumo masivo a nivel nacional como el de CAME, que marcó una disminución del 3,8 por ciento, montado sobre la baja del 6,6 del año pasado respecto de abril de 2015. Con ello, ya van 16 meses consecutivos de retracción de la demanda interna. Los brotes verdes de Prat-Gay y Dujovne no logran conmover esa estadística. Este fin de semana se repetirán las ofertas de liquidación de stocks en las principales cadenas. “Un hipermercado tiene 50 mil productos. Hasta el domingo vamos a ofrecer 10 mil con promociones y descuentos en la modalidad 4x2, 3x2 y 2x1 en alimentos, artículos de limpieza, perfumería, y también habrá ofertas en muebles, productos textiles y electrodomésticos”, dijeron en una de ellas. “Las tiendas de cercanía y los formatos más chicos son los lugares donde la gente concurre a hacer las compras día a día. Nos cuesta llevar clientes a las grandes superficies. De ahí estas ofertas que están fuera de lo común”, agregaron, en declaraciones a la agencia oficial Télam. Patricia Sosa, directora de la consultora CCR, agregó: “Los hipermercados están haciendo su última apuesta con el mejor precio que pueden lograr, sacrificando rentabilidad, pero moviendo volumen”.

“El pequeño comercio también viene resignando márgenes de ganancia. El panorama es desalentador. Esperamos que el cierre de las paritarias active un poco las ventas, pero en la comparación contra el año pasado seguimos registrando caídas”, apunta Ruiz. Las cifras de disminución del consumo han derrumbado las operaciones en algunos rubros a niveles que no se veían desde la crisis de 2001-2002. Uno de ellos son los lácteos, con aumentos de precios por arriba del promedio en alimentos. Las ventas de flanes y postres en pote bajaron 23,4 por ciento en abril contra el mismo mes de 2016, según el informe de la entidad cordobesa. Las de leche fluida entera y descremada, en sachet y tetra declinaron 16,4 por ciento. Las de quesos, 14,7 por ciento. Y las de yogures, 19,2. En panificados, las ventas de facturas se contrajeron 22,6 por ciento. En carnes, se consolida un traslado desde carne vacuna (-14,4 por ciento) y pescado fresco (-18) a pollo, que sube 6,8 por ciento. El informe verifica aumentos de consumo en papas y batatas (19,6 por ciento), pastas secas (17,6), puré de tomate (15,4) y legumbres (10,8), lo que refleja una pérdida en la calidad de la alimentación especialmente en sectores populares.

Apyme, entidad que agrupa a pequeñas y medianas empresas de todo el país, presentó frente a este panorama un documento que describe su realidad y las perspectivas a mediano plazo, muy distantes de las promesas que anticiparían los brotes verdes. “La principal conclusión que se extrae de las medidas y propuestas oficiales es que se trata de un programa acorde con las exigencias de organismos como el FMI, dirigido a perfilar un país con reprimarización productiva, fuerte dependencia externa, fuga de capitales y estímulo de la ‘competitividad’ por la vía de la desaparición de rubros sensibles y el abaratamiento del costo del salario para grandes empresas y multinacionales”, interpreta. “Esta distribución de signo regresivo se realiza bajo el pretexto de una seguridad jurídica que solo alcanza a potenciales inversores del poder económico y grupos multinacionales, a los que se les asegura la previsibilidad que sin embargo se les niega a las empresas nacionales”, agrega. “Lo que prevalece son los movimientos de capitales especulativos, favorecidos por la liberalización cambiaria y de los mercados financieros”, completa. Del otro lado quedan quienes viven de fiado.