Desde París

El Consejo Constitucional francés validó este jueves el proyecto de la ley sanitaria que incluye el controvertido pase sanitario. Decenas de manifestantes se habían concentrado antes en las inmediaciones del Consejo Constitucional en signo de protesta ante una disposición que los sectores anti vacunas juzgan liberticidas. Los llamados “sabios” garantes de la Constitución solo rechazaron el aislamiento obligatorio de las personas contagiadas y respaldaron la extensión del pase sanitario, entiéndase, la vacunación propiamente dicha, a los lugares públicos como los restaurantes, los bares, los teatros, los cines o los centros comerciales

El pasado 25 de julio la Asamblea Nacional y el Senado ya habían aprobado el texto y suscitado, con ello, un sólido movimiento de protesta en total discrepancia con una disposición que, si bien no obliga a las personas a vacunarse (exceptuando al personal de los hospitales), instaura de hecho una sociedad de vacunados y no vacunados en donde personas sin cargos (dueños de restaurantes, bares, etc) se convierten en inspectores de salud. 

Tercera dosis

El pasado fin de semana unas 200 mil personas manifestaron en Francia contra esa medida. La última esperanza de que se modifique la disposición estaba en manos del Consejo Constitucional pero la instancia legalizó lo esencial de su columna vertebral. Al mismo tiempo, el presidente francés, Emmanuel Macron, confirmó en un video difundido a través de Instagram que Francia “se prepara, como los demás países europeos” a inyectar “una tercera dosis” de la vacuna contra la Covid-19 a finales del verano (mes de septiembre). Esta decisión plantea desde ahora un nuevo rompecabezas operativo y sanitario para los países más pobres que no cuentan con una acceso pleno e igualitario a las vacunas.

El jefe del Estado francés precisó que esa tercera dosis “no será para todo el mundo en lo inmediato” sino que tendrá como destino prioritario a las personas “más frágiles y las de más edad” que ya recibieron dos dosis iniciales. Hasta ahora, sólo dos países, Alemania e Israel, adelantaron que llevarían a cabo una tercera campaña de vacunación con lo que se conoce como “booster dose”. La pertinencia de volver a vacunar a la población por tercera vez es objeto de un debate entre los científicos y la misma OMS (Organización Mundial de la Salud) puso en tela de juicio su validez porque volvería a fracturar el ya vergonzoso reparto de las vacunas disponibles entre países ricos y pobres. En este sentido, la OMS pidió que se aplicara una moratoria sobre la tercera dosis “al menos hasta finales de septiembre”

La proporción de las vacunas distribuidas entre los países muy ricos y los muy pobres arroja porcentajes escalofriantes. Hasta julio de 2021 se han administrado más de 3,3 mil millones dosis y sólo el 1% de esa cifra se destinó a los países pobres. Allí donde se lo mire, el balance de la pandemia es una tragedia global. Más de 4 millones de personas han muerto debido al virus, una cifra “seguramente sub-evaluada” según las declaraciones del director de la OMS, Tederos Adhanom Ghebreyesus. La precisión de los fallecimientos es tanto más inexacta cuanto que la variante Delta del virus se propaga a través del planeta a gran velocidad y no siempre se disponen de datos fiables o actualizados. Por el contrario, los datos que retratan el egoísmo de las grandes potencias occidentales son inobjetables: para llegar al umbral teórico de la inmunidad colectiva sería necesario vacunar al 70% del planeta, lo cual representa 11 mil millones de dosis. Sin un reparto más equitativo de las vacunas disponibles será imposible alcanzar ese umbral teórico en lo inmediato. Según un estudio realizado por Duke Global Health Innovation Center de Durham (Carolina del Norte) a este ritmo y con el acaparemiento de las vacunas por parte de Occidente la inmunidad planetaria se alcanzaría recién en 2023.

Distribución desigual de vacunas

Los países ricos hicieron muchas promesas, pero a la hora de compartir realmente las vacunas actuaron muy poco. Los suspiros idealistas y las promesas de convertir a la vacuna en un “bien público mundial” (Emmanuel Macron, el presidente chino Xi Jinping) se quedaron en retórica sin futuro. Es un bien privado y únicamente el que puede pagar lo obtiene. Según la ONG Oxfam, al menos unos 67 países que se encuentran entre los más desfavorecidos no recibirán ninguna vacuna en 2021, lo que equivale al 16% de la población mundial. En Haití, por ejemplo, se administró 0,1 dosis de vacuna por cada 100 habitantes. El mundo depende, de hecho, de las capacidades de producción de un puñado de laboratorios que fijan a su vez el precio que más les conviene para la vacuna. También depende de que las naciones ricas no acumulen las dosis. Ello es lo que ha ocurrido hasta hoy. En Francia ya se vacunó con dos dosis a más del 50% de la población y en Estados Unidos a 47% contra 2% para el total de África. Los países del Sur han sido excluidos de la vacuna ya antes de que se iniciaran las primeras campañas de vacunación a finales de 2020.

El 75% de las vacunas disponibles fueron administradas en apenas 10 países, todos muy ricos (fuente OMS). En junio de 2021, los países más poderosos del mundo se comprometieron a donar cerca mil millones de dosis a los más pobres (hacen falta 11 mil millones) . Sin embargo, el compromiso avanza en cámara híper lenta y la variante Delta del virus a una velocidad descomunal. El mapa mundial de la vacunación pinta un retrato mezquino de seis meses de una política marcada por el “nacionalismo de la vacuna”. En los países con ganancias substanciales se distribuyen 86 dosis por cada 100 habitantes mientras que en los 29 más empobrecidos la relación baja a una sola vacuna por cada 100 habitantes. Ello equivale al 1% de los 3,5 mil millones de dosis administradas en el mundo. 

Occidente tiene en sus manos todos los condiciones: los laboratorios que producen las vacunas están en territorio occidental, las fabricas de producción también y disponen, además, del dinero para financiar a los dos. El acaparamiento de la producción de las vacunas y la desigualdad que ello instaura deja a un mundo dividido en dos, donde unos corren hacia la vida, los otros hacia la muerte.

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