"Todos los colores son tuyos" es un libro álbum que se publicó en 2020, año de la pandemia. Sus autoras son la profesora en Ciencia Política Esmeralda Siuffi y la profesora en Bellas Artes Georgina Celeste Salas, que proponen una reflexión sobre las limitaciones que la sociedad adulta impone a las infancias. 

Por eso mismo, si bien se presenta como una obra para niñes, es un trabajo que puede -y busca- ser abordado por la sociedad adulta, las escuelas, para reflexionar sobre las muchas prácticas que cercenan derechos de las infancias. 

Es una obra visual que en lenguaje llano reflexiona sobre la imposición de los colores celeste y rosa para varones y mujeres; se presenta como un cuento para la infancia, pero es un libro pensado para que no se limite a niñes, explicó Siuffi. 

La obra funciona también "Como una reparación" a las propias infancias de las autoras, a la vez que propone reflexionar y no limitar a les niñes de cada familia, pensar en esas pequeñas limitaciones que surgen en la cotidianidad, como las tareas que se distribuyen por género, o los permitidos según el género, como pintarse las uñas, "¿por qué tiene que ser algo que solo es para mujeres?", pregunta cuestiona Siuffi.

En el mismo orden recordó su paso por la Escuela Normal, donde las mujeres "no podíamos usar pantalones y nos moríamos de frío". Un frío que para la autora no proviene solo de las bajas temperaturas invernales en la ciudad de Salta, "Ese es un frío de otras cosas" en realidad, de carencias y limitaciones más profundas. 

Esos encorsetamientos que provocaron la pregunta disparadora de la obra: "Mamá, ¿de quién son los colores?". Se trata, cuenta el libro álbum, de una nena a la que le gustaba jugar con lápices, crayones, fibras, acuarelas, hasta que los direccionamientos adultos le coartaron esta posibilidad. 

Esmeralda Siuffi. 

La niña preguntona es la hija de Siuffi. La idea del libro surgió porque quería mostrarle que "lo que me preguntaba era importante y merecía una forma de responderle que no se agotara en respuestas que se iban a desvanecer en el tiempo. Pensé que era necesario darle una materialidad, y sentí que la mejor herramienta para aquello era un libro de cuentos que estuviera a disposición de otras familias".

Siuffi destaca que la obra discute esa imposición de colores como significantes de género. Y reseña en ese sentido que el uso del celeste "varonil" y el rosa "femenino" es una imposición del mercado en los Estados Unidos. Es más, históricamente se prefería usar el blanco para les niñes, porque permite limpiar usando cloro. 

La historiadora Jo B. Paoletti reseña en su obra Pink and Blue: Telling the Girls From the Boys in America que si bien el rosa y el azul eran usados ya a mediados del siglo XIX para vestir bebés, hasta principios del siglo XX el rosa era considerado un color masculino, porque se asociaba al rojo, y el azul se usaba para las niñas porque es frío, "más delicado". Incluso hubo un tiempo en que la convención social establecía que los niños varones debían llevar vestidos (blancos) hasta los 6 o 7 años, como puede apreciarse en fotografías de la época.

El rosa para las mujeres se impuso en la década de 1940, por las preferencias de la población estadounidense. Esa diferenciación, "nace de un proyecto del capitalismo", sostiene Siuffi. Efectivamente, los mercados estadounidenses empezaron a promocionar los colores para varones y niñas. Es que la personalización de la oferta asegura mayores ventas, razona Paoletti, citada en artículos periodísticos.  

Siuffi también señala el hecho de que no se discuta la connotación "política de los colores", cuando "están completamente atravesados por lo político", y "Sí hay una apropiación política de los colores". 

Y llama la atención sobre la limitación que implica la presión social ejercida sobre niñas y niños para que "elijan" juguetes y ropas acordes al color que se asigna a su género. "Si desde niño se les niega la capacidad de elegir, se limita la capacidad de elección, porque elegir es un aprendizaje el elegir. Si cercenamos esa capacidad de elegir, cercenamos ciudadanos", advierte. 

Y encima, luego se deben afrontar otras contrariedades porque se enseñó a elegir un color, como ocurre con el impuesto rosa. "Si a mí me socializan rosa, quiero rosa, pero me cobran más caro" por esa elección. "Primero me lo imponen, después lo elijo, después me preguntan por qué soy tan indecisa". "Generás sujetos llenos de dudas", sigue la crítica Siuffi. 

Se trata pues, dice, de estrategias comerciales que terminan moldeando las culturas, "acotando la capacidad sensorial de las personas". Y que coloca a las personas dentor de cánones preestablecidos, donde hay conductas diferenciadas, según el género. Implícitamente, por ejemplo, "que los varones no se dediquen al arte, porque pondría en jaque su masculinidad hegemónica". O que las mujeres sean criticadas por realizar actividades públicas, como la política. 

Juegos de nenes, juegos de nenas 

Las autoras expusieron sobre su obra en el II Congreso de Justicia Restaurativa Construyendo una cultura de diálogo, paz y derechos humanos, realizado de forma virtual en septiembre del año pasado. 

Contaron entonces que iniciaron el proyecto del libro en 2017 de manera casera, artesanal, y hasta de origen familiar. Se trata de un cuento basado en hechos reales, a partir de las preguntas de una niña sobre lo que le dicen fuera de su casa, "se van dibujando respuestas menos rígidas y más amables por parte de su familia, donde la creatividad toma forma gracias al trazado de los lápices acuarela". 

"Si te hacen elegir solo un color, entonces no hay elección, por eso es que creemos que democratizando la elección de los colores promovemos la paz, porque a partir de esta historia, aprendemos que niños y niñas, hombres y mujeres, tenemos la libertad para utilizar todos los colores", afirmaron las autoras. 

El objetivo de la obra es "democratizar la elección de los colores", es decir, que toda persona pueda elegirlos de acuerdo a su percepción y gusto "y no a la imposición de que hay unos colores para las niñas y otros para los varones".

Georgina Salas. 

En esa ponencia Salas habló del proceso de dibujo que llevó adelante para el libro. Y también contó de la inquietud que de niña le generaban "los juegos de nenes y de nenas, la diferenciación de los guardapolvos en el jardín, la deferencia de los baños, los diferentes juegos. ¿Por qué mis primos podían ir a la guerrita de barro cuando llovía y una no?". 

"Los colores son el punto de partida para poder pensar un tema que puede resultarnos tan abstracto como la desigualdad por nacer varón o mujer y llevarlo a la comprensión posible de los niños y niñas, pero no solo para describir lo que genera la desigualdad, sino para transformar la realidad", señaló Siuffi. 

Y enumeró razones para esta acción. "Muchos de nosotros aprendimos a elegir desde las restricciones", lo que "nos acotaba el mundo, y que también nos iba clausurando otras posibilidades de pensar y hacer la vida, ese acotarnos el mundo, comenzaba con una frase nodal como 'no utilices el rosa porque es de nenas' y 'no uses el celeste porque es de varones'", y "se extendía ilimitadamente a condicionar nuestras vidas completas, desde no juegues a esto, no estudies aquello, no trabajes ahí, no pienses así, no practiques ese deporte y un sinfín de negativas que partieron con una prohibición inicial aparentemente inocua". Por eso, el libro interpela al mundo adulto, para cuestionar esas prácticas limitativas, y erradicarlas, sostuvo.