"La UBA ha acompañado toda la historia argentina, casi desde sus inicios, y ha logrado ser un espacio de referencia en muchas etapas de ese pasado", destaca el doctor en Ciencias Sociales y director del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Martín Unzué. En su libro Profesores, científicos e intelectuales: La Universidad de Buenos Aires de 1955 a su Bicentenario (IIGG - Clacso), Unzué realiza un interesante análisis sobre el papel de la UBA en la historia argentina desde el golpe de Estado de 1955. En diálogo con Página/12, reconstruye el recorrido de estas décadas y destaca que --en el año de su bicentenario-- la UBA siga siendo la universidad con mayor referencia a nivel nacional.
-- A 200 años de su creación, ¿por qué la UBA se consolidó como la universidad con más peso y prestigio del país?
-- La UBA es una importante referencia a nivel nacional, este año se celebra su bicentenario y no tenemos muchas instituciones que alcancen esa continuidad. También el factor geográfico ha jugado su papel: estar ubicada en la capital en un país como la Argentina no es un dato menor. Ese asiento le dio siempre mucha vinculación con los gobiernos y los centros de poder económico y social. De este modo la UBA ha acompañado toda la historia argentina, casi desde sus inicios, y ha logrado ser un espacio de referencia en muchas etapas de ese pasado. A eso se suma que se trata de la mayor universidad argentina y de la región, y que en su vasta integridad hay múltiples bolsones de singular calidad académica.
-- El período 1955-1966 suele denominarse como la década de oro de la UBA. ¿Cuál es su mirada?
-- Me gusta pensar a la historia de la UBA deconstruyendo los relatos más consolidados y el que se refiere a ese período como “la edad de oro” es uno de ellos. La UBA ya era a mediados de los años 50 una universidad grande, en pleno proceso de masificación temprana. Sin desconocer que en esa etapa se alcanzaron muchos logros científicos que le han dado un enorme reconocimiento, también hay que ver que fue un período ambivalente. La “modernización” que se inicia con un golpe de Estado se dio en algunos espacios disciplinares, mientras en otros perduraron posiciones refractarias, que incluso apoyaron activamente al golpe de 1966 y la posterior intervención de la universidad. La Noche de los Bastones Largos fue un episodio sombrío con un efecto devastador en ciertos espacios de la UBA, pero al mismo tiempo, las facultades más conservadoras apoyaron al gobierno de facto poniendo a sus profesores en los gabinetes ministeriales o en la Corte Suprema. No toda la UBA vivió la llamada modernización de 1955-66 del mismo modo, y tampoco sufrió homogéneamente la represión y el vaciamiento posterior al golpe.
-- ¿En qué medida la UBA ha sido objeto de interés de los sectores de derecha?
-- Creo que en una historia de largo plazo, la preocupación por el rol de la universidad como formadora de los sectores dirigentes ha estado siempre muy presente, desde 1821 a hoy. Ese discurso se muestra recurrente de generación en generación, y por eso, los sectores de derecha se han preocupado fuertemente por controlar a la universidad como modo de influir en esos futuros cuadros gobernantes. Las reiteradas y sucesivas intervenciones, las purgas de personal docente como las que vemos en 1955, 1966, 1973, 1974 y 1976, muestran que la universidad fue un terreno de enorme disputa para definir qué se enseñaba, quiénes lo hacían y a quiénes. Cada vez que se impuso un pensamiento único, la universidad cayó en períodos sombríos.
-- ¿Qué significó para la UBA el retorno a la democracia?
-- El retorno a la democracia fue una etapa de regeneración luego de muchos años sombríos de dura represión. En especial en los primeros momentos, supuso un gran esfuerzo por revertir ese legado. Como pasó en todas las universidades nacionales, la apuesta por el ingreso irrestricto, la gratuidad, la libertad de cátedra y la pluralidad, la reactivación de la investigación y la extensión fueron las consignas que debieron lidiar rápidamente con las limitaciones del contexto y en especial con las presupuestarias. Una universidad diezmada que debió buscar los modos de reorganizarse. Allí surgió la voluntad de retomar el legado del período 55-66 y por eso se dispuso el retorno a los estatutos vigentes antes del golpe del 66, negando el legado democrático del período que se abre en 1973. Hay allí una decisión política de poner entre paréntesis, como una edad oscura, todo el período 1966-1983, con el fin de “dar vuelta la página” de la historia de la universidad.
-- Un hito importante de la UBA fue la creación del Ciclo Básico Común (CBC). ¿Cómo ve su funcionamiento? ¿Cree que debería tener un mayor grado de institucionalización?
-- Se suele reconocer al CBC como una apuesta innovadora del regreso a la democracia, y sin dudas, gestionar el ingreso de decenas de miles de estudiantes por año supuso desde el inicio un enorme desafío académico y administrativo. El tema de la institucionalización de esa unidad académica siempre ha quedado pendiente. Incluso hoy más de 35 años después, sigue siendo un espacio en el que las deudas con el cogobierno son importantes. El estatuto actual de la UBA no contempla la existencia del CBC y eso es una enorme debilidad que se traduce en diversas formas de precariedad, en especial en la situación de la mayor parte de sus docentes que perduran en interinatos infinitos. Nuevamente la cuestión de los concursos docentes marca un tema crucial donde se juega el verdadero prestigio de la universidad. Qué política de selección de sus docentes se da, para que se garantice la pluralidad democrática, evitando los riesgos o las tentaciones de construcción de hegemonías políticas o teóricas. La mayor riqueza que tiene la UBA, y a la que debe aspirar cualquier universidad con pretensiones de calidad y reconocimiento, depende de las condiciones científicas y democráticas bajo las que consolida su cuerpo docente.
-- El movimiento estudiantil ha sido y es un importante actor del sistema universitario. ¿Cómo analiza su actuación en la UBA?
-- La historia de la UBA, como la de las universidades argentinas en general, ha estado siempre muy ligada al movimiento estudiantil. La Reforma del 18 es un buen ejemplo de ello, y en los años 90 también podemos ver que el movimiento estudiantil tuvo un lugar importante en la oposición a algunas de las reformas neoliberales. La universidad sigue siendo gratuita en el grado por ejemplo y eso fue un logro de ese movimiento.
-- ¿Cree que la UBA está trabajando en dirección a la paridad de género en los cargos jerárquicos?
-- Son procesos que se van dando, a veces de modos parsimoniosos. La feminización del estudiantado y del cuerpo docente es muy importante, aunque decreciente a medida que se sube en la jerarquía de las cátedras. También son varias las facultades que en los últimos años han nombrado mujeres en sus decanatos aunque aun queda mucho camino por recorrer en este sentido. La paridad de género en las listas de representantes a los consejos directivos va en esa dirección.