Una cara firme, austera, recortada por el sol y la sombra en partes iguales. Sentado en un pintoresco vagón fuera de servicio que decora un bolichín algo oculto de Palermo, Acru pone el cuerpo para la sesión de fotos y así sigue haciendo girar las ruedas de su carrera. "Soy la persona con menos Palermo del mundo, es la primera vez que vengo. Está lindo, tiene su clima." Las palabras salen a su debido ritmo, algo susurradas, algo nasales también, propias de una sonoridad que lo vuelve inconfundible.

Por fuera de los bombardeos radiales, siempre desde abajo hacia arriba, Acru dibujó un camino sólido. Más atento al juego que al folklore, llevó sus capacidades métricas, narrativas y poéticas hasta la admiración de colegas músicos y freestylers (¡Dtoke se tatuó su nombre en un brazo!), y una base de fans que se maravilla con cada jugada. "Cumplí gran parte de lo que me proponía. Me demostré principalmente que esas cosas en las que creía, con trabajo y entrega, podían suceder", reflexiona Agustín Cruz, de 24 años, hoy uno de los raperos más importantes del país y Latinoamérica.

Y así como en las letras de sus canciones aparecen referentes como J. Cole, Dr. Dre o Biggie Smalls, hoy seguramente haya un nene que sueña con hacer las cosas que hace él. "En mi familia no había otro músico, el rap en la Argentina estaba en un lugar muy distinto cuando empecé. Yo creía que haciendo el tipo de música que hago, con el tipo de frases, de armado, de métrica, de vuelta de estructura, no la iba a escuchar tanta gente porque era para cierto nicho. Veo que todas esas cosas crecieron."

--¿Y qué te proponés ahora?

--Me propongo llevarme a lugares nuevos. Quiero dejar mi marca lo mejor que pueda con mi música y sentar bases, construir para los que vienen. Tanto en el rap como en el trap, somos una camada de jóvenes que ama la música que hace, le tenemos mucho respeto y creemos en lo que puede salir a partir de ese sonido. De mi parte, será meterle lo más que pueda y abrirles puertas a otros pibes que vienen de lugares como de los que venimos nosotros.

--¿En esa generación hay banderas que trasciendan la música?

--Sí. Creo que hay nuevas corrientes de ideas que encuentran un punto en común. La música es una gran parte de ese encuentro. Hoy hay una nueva corriente con respecto a las libertades, a romper ciertas estructuras y permitirse un poco más. El respeto, la conciencia con el género y la mujer ha sido otro gran punto de encuentro generacional, donde muchos pibes del rango de 12 a 24 por ahí coincidimos un montón. Las ideas del respeto, del amor, son puntos donde nos encontramos. El arte ha hecho eso en gran parte.

--¿El rap se está argentinizando?

--Sí. Los latinos le estamos dando un lugar al rap más que nunca, y cada país tiene su apropiación. Hoy esta música ya es nuestra. Ya hay artistas, shows, pibes que pintan las historias de nuestros barrios. Hoy el rap latino vive un momento de recambio generacional que llega a niveles muy jodidos.

► Throw ups y sold outs

Mientras el contexto epidemiológico lo permite, el MC emprende la segunda parte de la gira que había empezado este año por plazas como Montevideo, Tucumán, Salta, Jujuy, San Luis, Villa Mercedes, San Juan y Mendoza. Además de un doblete agotado para el viernes 20/8 en el estadio Obras, lugar al que jamás fue a ver un concierto, aunque aclara: "Tengo presentes el prestigio y el valor, estoy súper agradecido de llegar con mi música ahí".

"Obvio que es distinto tocar en vivo en el marco de una pandemia –sigue–. Quizás en el marco natural estaríamos todos agitando, prendidos fuego; hoy la gente está todavía más atenta a la ejecución, a lo fino. Pese a la distancia, si se les prende el fuego naturalmente, y no por la masividad energética, se arma una ola más personal que también tiene su magia. Como músicos nos exige más, ese fervor está en otro lado."

Acru se despojó lentamente del traje de rapero clásico durante estos años, lo que se deja ver en producciones más actuales, como en las Throw Up Sessions del año pasado, en Dharma –el single que soltó en marzo–, o en Cuál hay, en colaboración con Veeyam y Urbanse.

"En Cuál hay pude agarrar una temática: si estoy cambiando y dispuesto a ir hasta donde el viaje me pueda llevar, ¿cuál hay?", reflexiona. "A veces uno como artista y también el público tratan de encasillar: este sonido y esta música son esto y nada más. Yo creo que la música es infinita y estoy dispuesto a que me atraviese por distintos lugares para poder disparar la creatividad. ¿Cuál hay si estoy dispuesto a indagar en distintos colores, a tocar temáticas nuevas? Lo estaba compartiendo con el público y también diciéndomelo a mí."

El armado del vivo es ariete de la exploración, donde no reemplazó a las pistas, sino que las ensambló con intérpretes reales. Para él, se trata de conversar con sonoridades distintas, lo que le permitió reencontrarse con canciones viejas y reversionar elementos de su repertorio. "Los músicos tienen que saber acompañar la pista, respetarla, pero también abrirse, enriquecerla. Es un trabajo nuevo, una reconstrucción en torno a un sonido que ya estaba", destaca.

► El Don de las palabras

Mientras la rueda no para, Acru sigue cocinando El Don, un tercer larga duración cuya demora en salir, promete el MC, va a valer la pena. "Es un tiempo que me trajo muchos cambios de formas de trabajo, de clics mentales; todavía no hay una fecha definida, pero está más cerca." Como anticipo, el 17 de agosto va a salir el primer adelanto de Yantaz, un EP trabajado mano a mano con Veeyam: "Una buena forma de hacer un gol y calmar a las fieras, ja".

--Está visto lo que hacés en un freestyle. ¿En qué momento algo de todo eso se convierte en canción?

--El freestyle tiene la magia de lo espontáneo, pero da pie a ciertos errores. Creo que las canciones no tienen que estar sucias con esas modulaciones que no se ejecutaron bien, trabas o imperfecciones. Sin embargo, he hecho mucho el trabajo de tomar esa impronta espontánea de jugar con el error y lo instantáneo, para llevarla más a mi música. Siento que le da más groove, más juego, que tiene que ver con todos esos años de improvisador. Porque yo improvisé mucho hasta decidirme a hacer una canción y grabar. Hoy me empapo de esos dos mundos. Cuando ya es divertida, dinámica y no perdió la frescura, ya está: la canción queda impresa.

--Tenés una forma particular de decir las cosas, ¿cómo alimentás tu vocabulario?

--Cuando era chico leía más, pero vengo viendo que mi manera es estar atento al lugar en el que estoy, a las personas, al movimiento, a sus palabras, a los sonidos, leer lo que pasa alrededor. De esa forma puedo estar concentrado en mis palabras, para poder pensar qué diría yo, cómo lo diría; y darle bola a la impronta propia, pese al error. Veo muchas películas, trato de hacer un buen laburo visual con las palabras, más como un pintor o un dibujante. Me imagino un cuadro, una escena, una situación, y trato de llevarlo a la palabra para que se vuelva una frase.

--En tus temas también aparecen expresiones en inglés, además de samples. 

--Consumí mucho rap estadounidense, me gustan las producciones que tienen, el tipo de juegos de sílabas de sus MCs, las dinámicas de los flows. Eso también en su momento trataba de trasladarlo lo más posible al castellano, como si mi percusión dicha en este idioma sonara con el juego dinámico que pueden tener las palabras cortas en inglés. Tiene que haber ciertas pinceladas, momentos, que aparezca una palabra de repente. Me interesa trasladar eso a mi impronta, pero que el juego sea más sonoro que de la palabra en sí.

► Batallar y representar

"Tengo ideas encontradas con respecto a las batallas, por eso participo muy poco", reconoce Acru. "Cuando era más chico era más habitué. Hoy entiendo que están buenas, pero hay ciertas formas en las que no me siento representado, y a veces se ensucia el hecho artístico por cosas que siguen permitidas en ese terreno."

--¿Por ejemplo?

--La homofobia, la misoginia. Hoy es bien puntuado un remate en el que yo pueda tratar a una persona de homosexual, o decir que estuve con "la mujer de". Esas cosas, que todavía se aplauden en las grandes ligas, me chocan un poco. Pero de repente hay batallas en las que entran con desafíos de cómo golpear el beat, jugar con las sílabas, agarrar tu concepto y desarrollarlo, armar un ida y vuelta, y está increíble. Creo que habría cosas que ajustar, debería haber un laburo más fino de los jueces y terminar de delimitar qué es válido y qué no. Siento que falta un poquito de eso.

--El año pasado volviste a Red Bull, un tipo de competencia en la que no se te vio mucho. ¿Cómo lo recordás?

--Fue buenísimo. Más allá de cierta turbulencia que pudo haber tenido el paso en sí, me animé a ir a improvisar y jugar con las temáticas como cuando era más pibe. Me despertó más ganas de improvisar, de participar de formatos. Yo había dejado de pasarla bien en las batallas. Pasarla bien fue como volver a hacer un gol, me fui conforme. Siento que me di un gusto a mí y a la gente que acompaña energéticamente lo que uno hace.

--¿Podrías volver a un evento de ese rango?

--Podría. Lo que tengo claro es que no me dedicaría a eso. Cuando era más pibe quería ser un competidor top de freestyle, después me di cuenta de que quería hacer música. Quiero hablar de cosas que me representan más allá del enfrentamiento con otro.