Tres amigos, un cuadro blanco y una discusión tan profunda como desopilante son los elementos que componen uno de los mayores sucesos teatrales de la plaza local. Se trata de Art, la obra escrita por la dramaturga francesa Yasmina Reza, que desde su estreno en 1998 agotó localidades durante doce años en distintas salas argentinas y también en España.

Ricardo Darín, Germán Palacios y Oscar Martínez convirtieron a la célebre comedia en un clásico, y hoy la llama se renueva con una nueva versión protagonizada por Fernán Mirás, Mike Amigorena y Pablo Echarri, y dirigida por Darín y Palacios en el Multitabarís Comafi (Corrientes 831), la misma sala donde la obra realizó su despedida en 2010 (se ofrecen funciones miércoles a viernes a las 20, sábados a las 20 y a las 22 y domingos a las 19).

La amistad de tres hombres se resquebraja a partir de un hecho insólito. Sergio (Amigorena), un médico vanidoso que goza de una buena posición económica, compra un cuadro por una cifra muy elevada, y con orgullo le muestra su trofeo a su íntimo amigo Marcos (Echarri), un ingeniero sin filtros que enfurece al ver el lienzo de fondo blanco, presuntamente atravesado por unas finas líneas igualmente blancas. A partir de allí, lo que comienza siendo una diferencia estética deriva en una discusión sin retorno que involucra otros aspectos más allá de los artísticos. Y ahí entra Iván (Mirás), el tercer integrante del grupo, un hombre en conflicto con su presente laboral y afectivo, que infructuosamente intentará frenar la batalla.

El nuevo trío actoral asume el doble desafío de encarar una obra con antecedentes exitosos y a la vez interpretar un texto que bucea en la complejidad de una relación humana como la amistad. “Cuando empezamos a ensayar para mí era un misterio que Iván fuera amigo de Sergio y Marcos, porque ambos sostienen un nivel intelectual en la discusión que tienen y él entiende la mitad de las cosas que dicen (risas). Pero ahí fui recordando amistades que conozco entre personas que se vinculan no por las cosas que tienen en común sino por lo que los diferencia”, comenta Mirás sobre el personaje que interpretó Darín y al que hoy le toca sumar su impronta. “Iván tiene una sabiduría más simple. De los tres es el que tiene conflictos más mundanos. Es al que peor le ha ido en la vida, pero es optimista”, agrega.

“Iván es el más inteligente de los tres”, señala Amigorena, a quien Germán Palacios le pasó la posta del rol de Sergio. “Sergio es un esteta y un esnob. Es un tipo egoísta, pulcro, que no quiere embarrarse. Y es algo etéreo, porque está y no está, y en eso se diferencia de Marcos e Iván, que son más terrenales”.

Echarri fue el último en sumarse al elenco, y en su caso asume el papel de Marcos que interpretaron Oscar Martínez, Luis Brandoni y José Luis Mazza. “Marcos es de esos tipos que creen que el mundo se desarrolla a través del cristal desde el cual él ve la vida. Y cree que los demás deberían pensar lo mismo que él. Además, es dueño de una verbalidad muy afilada y eso lo hace insoportable. Se supone que uno debe acompañar los gustos y deseos de un amigo, pero para Marcos eso es incomprensible y por eso no entiende a Sergio”, analiza Echarri quien admite que, al igual que su personaje, le cuesta comprender la lógica del arte contemporáneo.

“Recuerdo una caminata por el museo de arte de Nueva York y en uno de los pisos había una obra de una artista japonesa que era un saco colgado de una percha. Y nos sacamos una foto con mi esposa riéndonos de eso. Es que el arte contemporáneo es muy plausible de burla y de indignación por quien no lo entiende. Y ese es el puntapié inicial que utiliza Marcos para poner sobre la mesa algo que trae guardado desde hace mucho tiempo y que tiene que ver con su relación con Sergio”, añade el actor.

¿Qué es el arte? ¿Existe una respuesta categórica y unánime en torno al valor artístico de una obra? Art instala sobre el escenario esas preguntas pero abre el juego hacia otro tipo de reflexiones. “Es perfecto el hecho de que el cuadro sea blanco, porque estos tres amigos no están discutiendo el cuadro, sino otras cosas”, advierte Mirás al respecto. Los tres dialogan con Página/12 acerca del éxito que protagonizan en calle Corrientes.

-¿Cómo llegaron a ser parte de esta nueva versión de Art?

Fernán Mirás: -Me llamó Ricardo y me invitó a comer con él y con Germán, y ahí me comentaron que iban a volver a hacer Art. Y pensé: “Qué bueno, guárdenme entradas” (risas), porque creí que iban a actuar ellos, pero ahí me dijeron que iban a dirigir y que estaban armando el elenco. Es una obra que siempre me fascinó. La vi acá al poco tiempo del estreno, y vi también una versión en Nueva York de casualidad. Me acuerdo que lloré toda la función. No entendí tanto el inglés que hablaban, pero eso me hizo caer la ficha de lo que era la obra, porque era muy raro que a partir de una discusión sobre un cuadro estos tipos se metan de golpe en un problema del que no pueden salir y terminen discutiendo por algo que vas más allá de ese cuadro. Es una historia que me conmueve, y me parece que es una gran combinación dentro del teatro comercial de una comedia súper efectiva y muy graciosa que al mismo tiempo tiene profundidad, algo que es bastante difícil de encontrar.

Mike Amigorena: -A mí también me llamó Ricardo, pero en mi caso la situación fue menos cortés porque no me invitó a comer (risas). Y me hicieron esta propuesta imposible de rechazar, más teniendo en cuenta que era un momento en el que, debido a la suspensión de la actividad, no me imaginaba haciendo teatro. Fue muy emotivo cómo se gestó todo. Comenzamos haciendo encuentros virtuales y nos fue arreando la magia hasta llegar a lo que hoy se ve en escena.

Pablo Echarri: -Mi caso fue el menos cortés de todos, porque no sólo no me invitaron a comer sino que tampoco me llamó Ricardo (risas). El que me llamó fue Fernán, y fue un sí rotundo apenas me empezó a hablar del proyecto. Ya estaban confirmados él y Mike, así que la propuesta me pareció inmejorable. Yo había visto la obra en el último año de funciones, en este mismo teatro, y quedé impactado.

-¿Cómo evalúan el trabajo de dirección con Darín y Palacios, que son grandes conocedores de esta obra?

F. M.: -Fue muy interesante. Yo nunca vi algo así. Hubo días en los que alguno de nosotros no pudo ensayar, y se hacía la pasada igual con uno de ellos porque ambos recuerdan la letra. Hasta el asistente, el utilero y el maquinista sabían la letra. Es que la obra se hizo durante muchos años. Y cuando empezamos a pasar la letra, el maquinista desde arriba me corrigió una palabra del texto. “No es cuadro. Es pintura”. Es muy raro eso.

M. A.: -Trabajar con ellos fue un camino allanado, y al mismo tiempo una limitación. Porque en una obra, por lo general, entre el director y el actor van haciendo ese camino. En cambio acá había un sendero tan marcado que no tenía sentido ir por otro lado.

-Uno de los atractivos de esta pieza es lo que logra la dramaturgia de Reza, que parte de algo en apariencia insignificante pero que luego deriva en otros terrenos.

M. A.: -La obra está pensada para atraparte todo el tiempo. Y eso es muy difícil de lograr. A mí me pasó que cuando la vi me resultó muy moderna. Yo tengo un déficit de atención y en ese momento sentí que tenía que verla tres veces para entenderla, y como nunca voy tantas veces a ver la misma obra no la entendí (risas). Fue en el 98. Yo era muy chico, y para mí era una puesta compleja. La fui entendiendo a medida que pasó el tiempo, gracias a colegas que hablaban de la pieza.

P. E.: -No es una obra de impacto inicial, sino de destilación lenta. Después de verla te queda rondando por la cabeza y los conceptos se van cerrando de a poco. La vida es un poco como lo que contamos en Art, porque la mayoría de las veces los conflictos se desatan por cosas insignificantes. Y hay tensiones que se guardan y basura que va debajo de la alfombra y cualquier detonante da lugar a cuestiones más profundas. Por eso el trabajo de la autora es magnífico, porque logra sintetizar eso que pasa con la presencia de un cuadro blanco lo cual lleva a estos amigos a límites insospechados.

-Podría decirse que el cuadro es una excusa. Porque el disparador podría haber sido otro

F. M.: -Sí. Empiezan discutiendo el cuadro y terminan discutiendo sobre otras cosas, como por ejemplo sobre la amistad y el por qué sos amigo de alguien, algo que es muy personal y misterioso. Por otro lado, me conmueve que ninguno puede dejar el ring, porque podrían abandonar la discusión en cualquier momento pero no lo hacen porque a los tres les importa esa relación.

-Art se transformó en un clásico del teatro local. ¿Por qué creen que ocurre eso?

P. E.: -Es una obra que dejó una imagen atractiva para quienes la vieron y también para quienes no llegaron a verla, y eso hace que el hecho de volver a exponerla genere una expectativa particular. En lo personal mi expectativa principal es artística, y está en poder abordar el relato de la mejor manera y lograr un vínculo entre nosotros tres que produzca una energía que atraviese al público y lo deje pensando. Pero trazar paralelismos entre esta puesta y las anteriores es un poco cruel porque intentar apuntar hacia el éxito que tuvo esta obra durante doce años sería la idea de un loco.

F. M.: -Sucede que es una obra atemporal, que no depende de una coyuntura o de una época. A mí, de algún modo, se me fue un poco la sombra de la versión anterior, porque siento que esto es un clásico que ahora lo hacemos nosotros pero que después lo harán otros. Tengo muy presente la cantidad de veces que un productor cuando te da a leer una obra te dice: “No es Art, pero…”. Es interesante transitar la obra, porque ahí entendés más por qué tuvo tanto éxito, aunque las cosas buenas no se pueden explicar.

M. A.: -Art es un gran ejemplo de la vida. Por eso la gente se identifica y empatiza con los personajes y para nosotros como actores es un aprendizaje. La obra deja la enseñanza de ponerse en el lugar del otro.

- Cómo viven este regreso al teatro en este contexto?

M. A.: -Es un privilegio. Es un regalo que nos toca a nosotros, porque en este momento tan emotivo es una responsabilidad poder abrazar al espectador y darle optimismo. Nuestro medio estaba triste, e incluso hay colegas que todavía no pueden trabajar.

F. M.: -Durante el proceso de ensayos me pasó de pensar que era raro lo que sucedía, porque estábamos ensayando pero sin poder estrenar. Y a diferencia de la televisión o el cine, en el teatro el trabajo del actor se completa con la gente. Por eso estrenar tuvo una carga emotiva, y el saludo de los espectadores con los barbijos te da ganas de llorar. Porque si no están ellos el teatro no se hace.

P. E.: -Siento que estamos mancomunados arriba del escenario viendo la vuelta de la actividad, y sabiendo que nuestro oficio vuelve a tener una razón de ser. Y ver que el público hace sus primeras salidas a lugares cerrados también genera una comunión muy especial. Se nota una expectativa muy linda. Poco antes de la función, yo ya estoy sentado en escena, con el telón cerrado, y escucho en la platea una alegría contenida. Creo que este momento lo vamos a recordar siempre. Y me alegra mucho ser parte de eso.

 

Los números del fenómeno

Los números hablan por sí solos. Doce años en  cartel. Trece temporadas. 1.100 representaciones. Más de un millón de espectadores. Desde 1998 a 2010, Art, la comedia de la autora francesa Yasmina Reza, se convirtió en una propuesta imbatible.

El estreno mundial se dio en París en 1994, en el Théâtre des Champs-Elysées. Y cuatro años más tarde, en simultáneo con el desembarco en las plazas teatrales de Madrid y Nueva York, la pieza subió a escena en Buenos Aires en el teatro Blanca Podestá (hoy Multiteatro), producida por Gustavo Levit, dirigida por el inglés Mick Gordon y protagonizada por Oscar Martínez, Ricardo Darín y Germán Palacios, en los papeles de Marcos, Iván y Sergio, respectivamente. La historia de los tres amigos que se trenzan en una discusión infinita a raíz de un cuadro blanco permaneció cinco años en cartel (el último en el Teatro Regina) e hizo una gira por todo el país, en la cual Luis Brandoni reemplazó a Martínez.

 

Luego del éxito local, el elenco cruzó el océano Atlántico y realizó dos temporadas en España, en 2003 y 2005. De regreso en el país, la obra llegó en 2008 a la cartelera del teatro América de Mar del Plata y en 2010 subió por última vez a escena, esta vez en el Teatro Tabarís (hoy Multitabarís) y con José Luis Mazza en el rol de Marcos. En esa sala, hoy convertida en el complejo Multitabarís, y producida por Carlos Rottemberg, la hazaña de Art se repite y agota las entradas del vigente aforo del setenta por ciento.