Cuando Nadia Strier empezó a pensar en hacer jabón con aceite de cocina usado, lo primero que recordó fue que en España, a mediados de siglo XX y en el período de entre guerras, era muy común producir limpiadores con aceite reciclado. “Por eso se lo conoce como jabón de abuela, porque es una receta que se hacía con las grasas que sobraban en los campos o en las cocinas mezcladas con ceniza de las salamandras”, cuenta Nadia desde su taller laboratorio, en el corazón del barrio porteño de Almagro.

“Vengo de hacer un caminito relativamente intenso (así se siente) que va desde las ciencias sociales, la fotografía, la iluminación de espectáculos, la militancia política, cultural y transfeminista, y la gestión cultural. Pero además soy extremadamente curiosa, me gusta cocinar con lo que encuentro, hacer mi pasta dental, encontrar frutos desconocidos en un país exótico o arriba de una montaña. Y me gusta construir cosas, proyectos, diseños de iluminación, muebles, casas, y ahora no sé bien cómo, jabones y cosmética”, define Nadia su trabajo actual que tiene pedidos tanto minoristas como mayoristas en todo el país. Y es que son hechos cuidando el medio ambiente y el mundo animal y con productos reciclados. Sus jabones se usan para tratar enfermedades de la piel como la psoriasis y algunas urticarias.

Hurgando en la raíz de su interés Nadia dice que “quizás mi vieja tenga algo de influencia en esto porque un poco me crié con todos sus estímulos que venían de sus diversos trabajos que fueron siempre vinculados al diseño y a la arquitectura; y la cocina como laboratorio de las abuelas judías: me gusta esto de que vamos siendo y descubriendo, aprendiendo, doliendo, cambiando, y en contexto. Y Simplemente Jabón es una sorpresa que viene a corroborarme eso”. El jabón de café turco, por ejemplo, tiene sus orígenes en su abuela que vino desde Turquía escapando de la guerra.

Simplemente jabón nace en un momento muy difícil de la vida de Nadia: había dejado de trabajar en política luego de denunciar a quien era su jefe por violencia de género. Y si bien lo denunció 4 veces, ese proceso duró mucho tiempo. “Y sólo se empezó a tomar apenas en serio cuando otras compañeras también denunciaron y la presión se hizo más fuerte. Mientras eso sucedía armé en mi casa un pequeño aquelarre cultural, un lugar donde poder desplegar y sentirme protegida a la vez. También empecé una relación con un compañero militante que resultó en más violencia y al toque vino la cuarentena. Así que apenas pude rajé y me vine al aquelarre que estaba cerrado por la cuarentena y quedé con poca ropa y no sabiendo qué hacer pero con un alivio tan grande que no hubiera imaginado”, dice Nadia.

En el emprendimiento conviven dos líneas: una de limpieza del hogar, hecho con aceite usado de cocina reciclado. Y otra línea para la piel, hecha con aceites y mantecas vírgenes vegetales.

Y como todos los grandes inventos, éste también nació casi de casualidad: “en ese momento tipo cocina-laboratorio o labor-terapia me puse a hacer jabón con el aceite usado que había quedado de la cocina del Centro Cultural, no sé ni para qué, sólo por hacerlo”. Otra chica que vivía en el espacio le insistió para que lo vendiera y al poco tiempo @cocineraentusiasta lo compartió en sus historias y vendió toda la primera tanda en una semana. “Las redes humanas son todo”, dice, “sin eso es muy difícil”.

Mientras charlamos, Nadia reflexiona sobre la necesidad de la emancipación económica para poder salir de la violencia: “no es de un día para el otro obviamente, lleva mucho tiempo, pero si podemos organizar una red de apoyo, en vinculación con el Estado, podríamos incorporar más personas y convertirlo en un proyecto social además”.

En este proyecto, como en la vida, Nadia no está sola: Lucía Converti, su “amiga economista” se encarga todos los sábados de ordenar la administración, estructurar los costos, recordarle que salario y ganancia no son lo mismo, y además ser amiga: “claramente la cuota capricorniana que necesitaba”. Y hace unos días se sumó la más reciente integrante que es Vicky (Victoria Melina) a encargarse de la comunicación. “Para mí alguien que se ocupe de eso tenía que saber algo de medicinas alternativas, tener mucha onda "influencer", una mirada de la cultura desde una perspectiva descolonial, y le tenía que interesar un proyecto social y ambiental. Y además poder trasladar eso al diseño, a la fotografía y al video, más organizar el "relato" de lo que hacemos”, enumera Strier.

En el emprendimiento conviven dos líneas: una de limpieza del hogar, hecho con aceite usado de cocina reciclado. Y otra línea para la piel, hecha con aceites y mantecas vírgenes vegetales. Al principio nada fue muy planeado: simplemente hacía con lo que tenía y le gustaba, aprovechando lo que había en su casa (arroz, borra de café, lavandas de unas vacaciones en Uruguay). Después se terminó eso y había que reinvertir en moldes y en insumos, y ahí aparecieron más que nada en respuesta a pedidos de amigas: "tengo un hongo en la piel, ¿no tenés algo para eso?" Nadia se pasó tres días leyendo foros del mundo para hacer un jabón que terminó siendo el más amado; es antiviral, antibacteriano, fungicida, y especial para las pieles que se escaman por cualquier motivo. “Aprendí mucho del ayurveda. Ya hay una tribu adicta a los productos que dice que le cambió radicalmente la piel. Yo creo que si bien hay algunas condiciones más particulares, en la mayoría de los casos que me escriben "me curó el sarpullido o una alergia”, o lo que sea, seguramente lo que pasó (y no soy médica así que hablo con cautela) es que sacando los productos tóxicos de supermercado el cuerpo simplemente se auto reparó, volvió a su equilibrio. Y ahí viene esa idea de menos es más. Los jabones de la industria ensucian, éstos limpian y con un jabón y una plantita de aloe se ahorran mucha plata en cremas caras por problemas creados por el mismo sistema”, explica Nadia.

En Simplemente jabón entienden que el cuidado de la piel no debería ser un lujo. “Con Lu pensamos cómo hacer los números para que sea un trabajo digno y a la vez accesible. Si bien no somos las responsables de garantizar la cosmética saludable como un derecho, sí queremos apuntar a un público lo más universal posible. Una vez en un arrebato de salir a vender por ahí me fui a poner una mesita en la marcha del ambiente, frente al Congreso. Cuando se fueron las columnas vino un flaco que vivía en la calle y me quiso comprar jabón. Me preguntó el precio y me dijo que lo aguante que iba a laburar al semáforo y cuando juntaba volvía. Tenía muletas y la planta de un pie vendada en carne viva. En el hospital le habían indicado lavarse todos los días con Dove. Para mí eso fue crucial: dejar de pensar que esto es solo un "mimo" o un "lujo" de gente con guita”.

Ig @simplementejabon

Simplementejabon.mitiendanube.com