A Alejandro Terán se lo escucha fascinado y orgulloso cuando habla sobre La Trampa, una producción audiovisual que acaba de estrenarse en las plataformas digitales del Centro Cultural Kirchner. El arreglista, multiinstrumentista y director musical se propuso enlazar la dinámica de un ensamble electroacústico con la impronta de una nueva generación de artistas urbanos. De este modo, referentes generacionales como Zoe Gotusso, Chita, Ca7riel o Benito Cerati se ponen al servicio de una obra para desplegar sus personalidades artísticas y a la vez trazar vínculos con el pasado. El espectáculo, pensado como un film, tendrá también una presentación en vivo este viernes 17 de septiembre a las 20 en el Auditorio Nacional del CCK (Sarmiento 151), con previa reserva de entradas.

"La Trampa tiene melancolía, misterio y una mirada un poco de posguerra. Porque estamos viviendo tiempos así en esta primera salida de la pandemia o comienzo de otra cosa", define Terán sobre el concepto y el trasfondo del espectáculo audiovisual filmado en las instalaciones del CCK. "La realidad es que a esta generación nosotros le dejamos un mundo en guerra, lleno de virus, todo podrido, con el océano al borde de la muerte y pésima distribución de la riqueza. Pero no es una generación autocompasiva, son súper creativos".

Para Terán, englobar o hablar en términos de "escena" es "casi una falta de respeto para estos artistas". "Porque ponerlos a todos juntos en una escena es como negarles la individualidad artística que están generando. Cada uno de ellos es un artista único, con una gran imaginación e inventiva", sostiene el músico, que fue el arreglista y director de los 11 Episodios Sinfónicos de Gustavo Cerati hace dos décadas. Se refiere a la irreverencia de Paco Amoroso y Ca7riel, el potencial interpretativo de la cancionista Zoe Gottuso, la personalidad artística de Benito Cerati, el neo soul de Chita o la frescura de emergentes del trap como BB ASUL y Taichu.

Bajo la dirección y arreglos de Terán, el ensamble está integrado por los músicos del Cuarteto de Cuerdas Divergente -Javier Casalla y Julio Domínguez en violines, Karmen Rencar en cello y Elizabeth Ridolfi en viola- y destacados intérpretes y multiinstrumentstas, como Fernando Samalea (batería), Manuel Schaller (theremin) y Sebastián Schachtel (electrónica), además de los artistas que le ponen voz a cada canción. "El método de trabajo consistió en pedirle a cada uno de los artistas que trabajaran sobre dos fantasías, no necesariamente temas. Cómo se imaginaban ellos adentro del show. Con Paco Amoroso y mi hija BB ASUL solemos ir al cine y siempre charlamos sobre filosofía y hay algo en sus elecciones estéticas que me parecía que quedaba bien en este espectáculo", dice sobre la versión que Paco hace de "Aunque ya a nadie le importe", de Viejas Locas.

La cohesión de ese escenario sin público y con estética de film retrofuturista se la dio la directora de arte Johanna Wilhelm, a cargo de las visuales. Y las intervenciones de la actriz Charo López, en su papel de presentadora, reforzaron la propuesta dramática. "La Trampa es un no-lugar, como un plató televisivo de los años sesenta, que también puede ser en 2060. Entonces, cada artista que sube a ese cuadradito donde se encuentra con la orquesta es un personaje de animé de posguerra. Ca7riel, por ejemplo, se valió de un bolero ('Envidia'), que es un material del siglo XX", dice. “Además, en este espectáculo apareció un hilo rojo entre generaciones de artistas populares argentinos, con una sutileza linda”.

-Has trabajado con Gustavo Cerati, Charly García, Santaolalla, y conocés bien la música argentina, ¿Qué continuidades encontrás en esta generación?

-Sí, hay una continuidad. Yo dejé de ser un niño y empecé a ser un adolescente justo en el momento que los músicos dejaron de tener pelo largo. Y en ese momento empecé a tocar con bandas, lo que se llamaba el new wave o "lo moderno". Yo iba a ver a Virus y me identificaba mucho con esa modernidad que dejaba atrás la cosa más pesada del rock sinfónico y lo más solemne. Soy de la generación del punk, de los primeros ochenta. En ese tiempo, se terminaban de ir los milicos y el país volvía a respirar. Entonces, noto muchos puntos de contacto entre ese momento de ebullición y los artistas de ahora. El trap tiene algo del rock nacional del '85. Yo me acuerdo de Virus, Eva y los Pecadores, Sumo, los primitivos Soda Stereo, Daniel Melero, Axel Krygier haciendo experimentos en la portaestudio, todo ese hervidero de los ochenta. Y ahora hay algo de eso también, de esa urgencia de la creatividad eléctrica y esa desfachatez.

Además, todos los martes de octubre a las 20 se presentará con el Cuarteto de Cuerdas Divergente en Galpón de Guevara (Guevara 326). Una experiencia sensorial que invita a un trance psicodélico y abierto a la sorpresa. "Nunca se sabe bien qué va a pasar, pero es una excusa para reuniones artísticas memorables", se entusiasma Terán. "La psicodelia puede llevar al cuarteto a lugares imprevisibles: lo importante va a ser esa tribu que se reúna ahí", dice. "El Divergente tiene su sello: es un compilador de música, pero cualquier cosa puede estar combinada con cualquier otra", apunta, en un viaje musical en el que puede aparecer Charly García o Carlos Gardel.