Hay una escena cerca del comienzo de El baile de las locas que cristaliza parte de su esencia: en estricto montaje paralelo, dos mujeres se quitan el corsé que mantuvo los cuerpos moldeados (amortajados) durante gran parte del día. Basado en una novela de la escritora Victoria Mas, el quinto largometraje como realizadora de la francesa Mélanie Laurent (su carrera como actriz incluye el recordado rol de heroína en Bastardos sin gloria) describe sin anestesia ni sutilezas el vínculo entre ciertas prácticas de la neurología “moderna” y el rol de la mujer hacia finales del siglo XIX. Para ello, crea en la figura de Eugénie (Lou de Laâge, la protagonista de Las inocentes) a una joven de familia acomodada inquieta e inteligente que le escapa a la idea del matrimonio, transformada a la fuerza en víctima de esas prácticas científicas con algo de martirologio. Internada por su familia en la clínica La Pitié Salpêtrière, la joven pasa a ser la nueva adición en la fila de “histéricas” que pueblan sus pabellones y pasillos –las locas del título–, en los cuales conviven mujeres seniles, muchachas con síndrome de Down y pacientes con problemas psicológicos de diversos grados de severidad, todas juntas y entreveradas.

Las torturas travestidas de tratamiento médico incluyen los baños en agua helada y el aislamiento en celdas oscuras y húmedas durante semanas, entre otras delicias que hoy serían consideradas criminales. Pero entre el staff de médicos y enfermeras se encuentra Geneviève (la propia Laurent, que así se reserva el rol coprotagónico), quien de a poco comenzará a entablar una relación con Eugénie marcada por la empatía, primero, y la más estricta sororidad más tarde, para utilizar dos términos de moda que nunca se verbalizan en los diálogos. El baile de las locas –cuyo título aparentemente metafórico es explicitado en el clímax narrativo– atraviesa sus casi dos horas bajo las formas del drama histórico y feminista convencional, con una reconstrucción de época precisa, actuaciones usualmente afiladas y la problemática central demasiado a flor de piel. Tal vez el principal problema del relato sea la forma en la cual entrelaza la universalidad de sus temas (sus denuncias) con un elemento de tonos fantásticos que la historia insiste en hacer pasar por espirituales.

La razón por la cual la protagonista es internada en la clínica es clara desde las primeras escenas: Eugénie puede ver y escuchar a los muertos. Desde luego, nadie le cree. Mucho menos su padre, que al fin y al cabo es quien toma la drástica decisión de “curarla” (al menos el hermano menor intenta comprender las posibles razones de esa extraña conducta). El film deja en claro, más temprano que tarde, que ella sí es capaz de entablar contacto con el Más Allá, generando un particular chisporroteo en el discurso del film que la narración no logra conciliar del todo. ¿Es entonces ella la única cuerda en la institución y por esa razón merece un trato distinto? El resto, la obsesión de los hombres por controlar el cuerpo y la mente de las mujeres, por someter aquello que no se termina de comprender, por abusar de una posición de poder transmitida de generación en generación, es directo y diáfano.

EL BAILE DE LAS LOCAS, 5 puntos

Le bal des folles; Francia, 2021

Dirección: Mélanie Laurent.

Guion: Mélanie Laurent y Christophe Deslandes.

Duración: 114 minutos.

Intérpretes: Lou de Laâge, Mélanie Laurent, Emmanuelle Bercot, Benjamin Voisin, Cédric Kahn .

Estreno en Amazon Prime Video.