Federico en la Escuela Anexa

Velia Oliva Federico nació el 23 de octubre de 1951 a las 10:30 de la mañana en el hospital de Berisso. Un hijo maravilloso. No era muy demostrativo, pero sí de un profundo cariño. Además de la música, le gustaba la pintura, el cine, le fascinaba el arte en general. Yo tocaba el piano que teníamos en casa, y cuando Federico tenía cuatro años lo sentaba a tocar conmigo, a cuatro manos.

Daniel Sbarra Éramos compañeros en la Escuela Anexa. Lo conocí en el salón de actos porque cantábamos juntos en el coro cuando se organizaban las fiestas patrias. También zapateábamos juntos el malambo. A los 12 años tuvimos por primera vez la idea de armar un grupo con guitarras criollas.

Roberto Estenssoro Era de muy bajo perfil. Tenía un tic: llevarse el pelo para el costado izquierdo. Y otra cosa que hacía era amasar los cigarrillos Jockey Club, les sacaba el filtro y los amasaba hasta dejarlos bien finito y ahí recién los encendía.

Graciela Calandra Yo era profesora de Historia del Arte y Estética. Lo tuve en sexto año. El Nacional era un colegio que tenía un nivel muy alto, se podía hablar mano a mano con los alumnos. Había muchos que estaban muy volcados a la parte política e ideológica, chicos con muchos ideales. Y había otros, como Federico, que buscaban indagar sobre nuevas experiencias.

Juan Mendy A Federico lo conocí en el Colegio Nacional. En una época, cuando empezaba la primavera, nos rateábamos con él y Willy Randrup y nos íbamos a navegar a Regatas.

Willy Randrup Nos conocíamos del Club de Regatas, cuando nuestras familias iban los fines de semana. Luego nos tocó la misma división en primer año del Colegio Nacional. También fuimos a Montevideo para ver a Estudiantes salir campeón de América e hicimos giras jugando al rugby.

Julio Moura Era un zurdo hábil, jugaba muy bien al fútbol. Pero era tan acelerado que quería hacer todo antes. Mi hermano más grande [Jorge] le decía: “No le pegues tan fuerte”. Y él respondía: “no le pego fuerte, le pego ligero”. Con el tiempo entendí que tenía algo de razón. Cuando vos le pegás seco, la pelota va ligero.

Juan Carlos Di Tomasso Al rugby jugamos entre los 14 y los 19 años junto a sus dos mejores amigos: Juan Mendy y Willy Randrup.

Raúl Barandiaran Yo empecé a jugar al rugby en el año 63 y Federico un año después. Él jugaba de 9, de medio scrum.

Alex Ginzburg Federico era menudito, pero jugando al rugby era muy habilidoso.

Rodolfo Cosentino Yo jugaba al rugby en Los Tilos, que es la contra de La Plata Rugby donde jugaban Federico, Juan Mendy, Barandiaran, entre otros tantos chicos. En 6to año de la secundaria fuimos compañeros de aula y una o dos veces al año armábamos el equipo de rugby del Colegio Nacional y nos íbamos a jugar a alguna parte. Recuerdo ir a Mar del Plata y tres años seguidos fuimos a jugar al Liceo Naval. Íbamos casi disfrazados, pelo largo, barba y camisas floreadas como para marcar el contraste con los del Liceo, que nos esperaban todos impecables con el pelo cortito.

La Plata Rugby Club, 1968. Parado detrás de Federico está su hermano Jorge

DENSA REALIDAD

Daniel Sbarra El que me invitó a tocar a Dulcemembriyo fue Luis Canosa en el año 67, ellos ya estaban formados hace un tiempo. Luis era maravilloso cantando. La actuación más importante fue en el Jockey Club [de Punta Lara]. Hacíamos un cover de Palito Ortega, “Soy amigo de las flores”, en un tono irónico. Al principio hacíamos temas de Bee Gees y The Beatles. Solo al final surgieron algunas composiciones nuestras que las hicimos con Federico.

Javier Canosa Mi papá [Luis Canosa] hablaba muy bien inglés y tocaba la guitarra, él sacaba las canciones de Elvis, Bee Gees. A Federico lo conoció en el Colegio Nacional, pero mi papá era un año más chico, del 52. La tía abuela de Luis hacia pastafrola con dulce de membrillo: de ahí salió el nombre.

Laura Fernández Lahera Los integrantes de Dulcemembriyo eran Federico Moura [bajo], Daniel Sbarra [guitarra], Pinfo Garriga [guitarra], Diego Rodríguez [batería] y Luis María Canosa [cantante]. En 1971 me invitaron a cantar.

Topo D’aloisio Federico era un muy buen bajista, al estilo de John Entwistle de The Who. Aunque a él le gustaba más Bill Wyman. Tenía una precisión rítmica increíble. Yo a él y a los Dulcemembriyo los conocí en la Facultad de Arquitectura. Tocaban muchos temas de The Who, Rolling Stones, Santana y los Bee Gees.

Juan Mendy Cuando tocaba medio como que se escondía detrás del bajo y le costaba sacar la voz para hacer algún coro.

Pablo Tapia Con Quique Mugetti y Julio Moura íbamos al Colegio Nacional, a la misma división. Me acuerdo de ver a Dulcemembriyo en el Jockey de Punta Lara. Además de tocar canciones de los Bee Gees, hacían una versión de “Ana no duerme”. En esa época se hacían fiestas en quintas y estaban Skay Beilinson, Pancho Luna, Federico. En esas fiestas cantábamos con Julio y Federico canciones de Caetano y Ney Matogrosso.

Patricia Orione Los chicos de Dulcemembriyo tocaron mucho en el Jockey, en [el Teatro] El Siglo y en mi casamiento con Jorge [Moura], el 15 de octubre de 1970. Ese día no cantó Luis Canosa sino Carlos Calandra y entre los temas que tocaron, hicieron “Muchacha de luna”, de Palito Ortega.

Tocando el bajo en Dulcemembriyo, en el Cine 8 de La Plata, 1967

Juan Mendy Cuando terminamos la secundaria hicimos el viaje de egresados en barco a Europa. Éramos siete. Zarpamos el 27 de diciembre de 1970. El barco se llamaba Enrico C. En ese mismo barco, pero por su lado, viajaba Skay Beilinson.

Rodolfo Cosentino Llegamos todos juntos a Portugal y luego nos separamos. Ellos se fueron a dedo hasta Londres y consiguieron trabajos y se instalaron, incluso Federico cantaba en algunos bares.

Juan Mendy A las pocas semanas los reencontré en Londres y un día en la calle Federico reconoció al baterista de The Who. Todos éramos medio fanáticos de los Who, pero el que reconoció a Keith Moon fue Federico. Lo saludamos y nos invitó a un ensayo que hacían en un teatro muy chico, para 60 o 70 personas.

Rodolfo Cosentino Estuvimos alojados en la casa que habían alquilado ellos. Volvimos a la Argentina a los tres meses, pero Federico se quedó unos meses más.

Topo D’aloisio En los carnavales del 72 me llamaron para ir con Dulcemembriyo a tocar a Bolivia. Yo tocaba en un grupo con Skay Beilinson que se llamaba Diplodocum Red & Brown. La productora de la gira dijo que tenían que tocar música andina. Luis Canosa, el cantante se engripó al tercer día y con Federico y Daniel Sbarra cantamos los tres en los siguientes shows. Federico tenía el pelo larguísimo, pasando los hombros y arrasó con las bolivianas con su pinta y su estilo. Para esos shows Federico tocó un bajo rojo que era mío, un Framus Lancer de origen alemán. Sbarra usaba una guitarra Vox Laud y yo una Gretsch que me prestó Skay para la ocasión. Estuvimos un mes y siete días y nos volvimos. Al tiempo en La Plata los boliches estaban siendo diezmados por la política de Onganía, tampoco se podía ensayar. Federico decidió irse y el baterista Diego Rodríguez emigró a Francia, y junto a Sbarra y Pinfo grabaron con Miguel Abuelo el disco Et nada.

Javier Canosa En el viaje a Bolivia hicieron guita. Cobraron diez mil dólares cada uno. Y con esa plata mi viejo y Federico se fueron a Europa, mi viejo en avión y Federico en barco. Se encontraron en Londres. En Ámsterdam, Luis se compró la guitarra Fender Jumbo. Con esa guitarra iba a los bares y cantaba. Le iba muy bien. Esa guitarra es lo único que me quedó de él. Me hubiera gustado conocerlo, cuando murió yo era muy chico.

Marcela Pascual Luis María nos mataba de amor cantando en Dulcemembriyo, tenía una cara de ángel raro, su hermoso pelo rubio y largo y la magia de esas noches livianas en el Jockey, en el río... su muerte fue un golpe incomprensible. Para mí él representa esa época maravillosa y liviana de rock y libertad. Sin embargo, ese ser bello y libre, preso por dos porros y muerto por el torrente endemoniado y creciente de la derecha implacable, no se olvida.

Dulcemembriyo en Bolivia, 1972

TOMO LO QUE ENCUENTRO

Cecilia García Yo empecé a estudiar Arquitectura en el año 68 y ahí conocí a Mario Lavalle y a Jorge Moura. Nosotros tres armamos El Rancho. En el año 70 aparece Augusto González y al otro año Federico, que también estudiaba Arquitectura y empezó a ir.

Augusto González El Rancho estaba en calle 47 entre 9 y diagonal 74, en una casa racionalista. Era casi un centro cultural: había música, diseño, proyectos de vanguardia, etc.

Juan Risuleo Conocí a Federico a través de Carlos Rivadulla. Carlos era el vidrierista de moda en Buenos Aires. Tenía un atelier magnifico en la calle Venezuela, donde trabajé antes de poner mi local: Ropas Argentinas.

Cecilia García Durante un verano la familia Moura alquiló una casa en Mar del Plata, y nos invitaron a Mario [Lavalle] y a mí a pasar unos días. Uno de esos días, caminando por la playa con Federico y Mario, Pico [el papá de los Moura] nos comentó que tenía unos locales comerciales y estaba con ganas de proponerle a Federico que alquilara uno. Ahí nació Limbo.

Juan Risuleo Federico estaba interesado en la ropa de hombre y así me presentó a Pico, su padre, que era dueño de locales en Galería Jardín. Ahí comenzó la historia paralela de Limbo y Ropas Argentinas.

Julio Moura En Limbo hubo ropas muy pinzadas, prendas de raso, pantalones militares, cosas que no encontrabas en otro lado... Había camisas de voile con pecheras, símil camisas de frac y cuello mao. Las prendas eran novedosas y la clientela reducida. Iban muchos artistas y escritores, como la periodista Felisa Pinto que luego fue letrista de nuestro tema “Soy moderno, no fumo”, además de muchos extranjeros.

Felisa Pinto Federico era un gran amigo a quien conocí vía Juan Risuleo. Era alguien de una enorme sensibilidad y compartimos la pasión por la buena costura.

Oscar López Lo conozco desde antes de que inaugure Limbo, ya sabíamos que íbamos a trabajar juntos. Tenía un perfil de artista, estaba un grado más arriba de todo. Su personalidad era increíble. Caminaba por la calle y lo miraban todos. Era una imagen atemporal.

Renata Schussheim Yo iba caminando por Florida, pasé por la Galería Jardín y lo vi a Federico dentro del negocio. Me impresionó tanto su cara, era como un personaje de un dibujo mío. Me pareció un tipo increíblemente interesante y bello, dentro de un canon de belleza que yo manejo, que es ese tipo de rostro tan sensible y tan inteligente. Ahí me senté en una mesa en un barcito cerca y directamente lo encaré, le dije que quería ser amiga de él. Y él aceptó ese extraño asedio de una desconocida. Nos tomamos un café y nos pusimos a charlar.

Juan Risuleo Charly García compró una vez en Limbo [en la época de La Máquina de Hacer Pájaros] por influencia de Tiki García Estévez, la mejor editorialista de modas de ese momento. Fue directora de la revista Claudia de Editorial Abril y más tarde directora de la edición argentina de Vogue. A ella le encantaba Limbo. Lo que me acuerdo es que Charly García usó una camisa de mongol de seda natural color manteca con botones antiguos de nácar. Federico estaba muy orgulloso de que su ropa estuviera en el escenario del rock. Su ropa era informal pero refinada, como él mismo.

Eduardo Costa Limbo era un lugar de moda de avanzada, pero a esa altura Federico ya había descubierto el discreto encanto de la burguesía y eso se veía en sus diseños. Estaban dirigidos a su medio cultural y social, una clase media educada.

Pancho Luna Con Julio [Moura] hacíamos cinturones para que venda Federico en Limbo. Cortábamos revistas y las cocíamos entre un cuero y un plástico o entre dos plásticos. Muchos eran con dibujos de superhéroes.

Fernando Bouille Yo estaba de novio con Susana Romero y Federico me hizo el traje cuando me casé con ella. Federico marcó una época en la ropa en ese momento de Buenos Aires que fue increíble: los paños gruesos, los sacones.

Ginette Reynal Yo participaba de los desfiles que hacían. Había una gran diferencia entre los dos en cuanto al diseño de las indumentarias que realizaban. Juan era muuuuy de vanguardia y Federico era más new romantic.

Fernando Bouille Con Federico y Dani Nijenshon íbamos siempre a un boliche que estaba en la calle Carlos Pellegrini y Santa Fe: Experiment. Con nosotros también estaban, a veces, Susú Pecoraro y Miguel Ángel Solá.

Julio Moura La idea de hacer ropa como fuente de ingresos para dedicarnos a la música surgió de Federico. Dibujaba muy bien y estaba implicado en todo el proceso del diseño de la ropa, desde los moldes hasta ir al barrio de Once a buscar las telas...

Roberto Jacoby A Federico lo conocí en el 72 o 73. Mucho antes de que diseñe y venda ropa. Lo conocía del ambiente del arte contemporáneo. Le gustaba el arte de vanguardia y era muy cholulo del Di Tella.

Alberto Magnasco Yo era muy amigo de Daniel Melgarejo. Él me presentó a Juan Risuleo y Juan a Federico, sería el año 73. Federico tenía la capacidad rarísima de poderse compenetrar en lo que pasaba... Me acuerdo de situaciones como estar en Nueva York, hablando frivolidades e ir juntos al Museo de Arte Moderno y convertirse en un crítico de arte, feroz y frío. Era muy intenso con la actividad propia y de otros, nunca perdía el equilibrio. Podíamos estar hablando de la frivolidad más increíble y él de repente te hacía un comentario con una intensidad increíble. Sufría la poca seriedad con que se tomaban las cosas.

Juan Risuleo Mario Lavalle y Cecilia García se abrieron de Limbo muy pronto. Todo el trabajo y responsabilidad recayó en Federico. Y lo hizo muy bien, con talento y gracia. También se ocupaba de la música que sonaba, aunque siempre había un discjockey, [Dany] Nijensohn. Pero Federico dirigía todo.

Daniel Nijensohn Yo trabajaba en la disquería El Agujerito, en la Galería del Este, a pocas cuadras de Galería Jardín. Con Federico teníamos muchos amigos en común, entre ellos, el fotógrafo Alejandro Kuropatwa. Me acuerdo haberle comprado un pantalón rojo súper ajustado, y cuando me casé él me ayudó a elegir la ropa.

Juan Risuleo Pink Floyd y Emerson, Lake & Palmer sonaban todo el tiempo en Limbo. En Ropas Argentinas sonaba Billy Holliday, Janis Joplin y sobre todo Maria Callas.

Beatriz Muicey Yo le hacía la prensa a Ropas Argentinas y escribía en la sección de modas en el diario La Opinión. El primer pantalón cargo que yo usé era de Federico. Organizar los desfiles con Juan y Federico era muy fácil porque eran maravillosos. Federico era de una belleza poco usual, era un príncipe de cuento.

Con Augusto González en El Rancho, 1971

Hugo Rapicavoli Llegué a Limbo como cliente y hablando con él me dio trabajo de vendedor. No teníamos mucho inventario ya que las piezas eran muy particulares, únicas. Esa ropa era espectacular. En ese tiempo vivía en Haedo y para llegar a la calle Florida tenía que tomar tren y subte. La gente me miraba como diciendo “este loco qué tiene puesto”.

Juan Risuleo En esa época la policía te paraba y te pedía documentos, frecuentemente de modo intimidatorio. Los padres de Federico tenían un departamento en Arroyo y Suipacha y él vivía a veces allí. También vivimos juntos en un departamento art déco en Tucumán y Paseo Colón. Era muy flaquito. Pero con mucha energía. Muy seductor. Seducía sin hacer nada, simplemente estando. Y cuando se lo proponía intencionalmente era arrollador, sencillamente devastador. También era muy meticuloso con el dinero, tanto en el negocio como en su vida personal. En cuanto a su vida sentimental era muy privado.

Hugo Rapicavoli Un gran tipo, un ser muy especial. Tenía una paz interior increíble. Siempre de buen humor y dispuesto a ayudarte. Pero creo que estaba más para la música que para la ropa.

Cecilia García Terminó vendiendo y con la plata que sacó se fue un año a Europa.

Charlie Thornton Con Federico teníamos amigos en común y sintonizábamos la misma estética a la hora de vestirnos. Con mi socio Claudio Martínez, compramos Limbo e impusimos la marca en las décadas 80 y 90 con un estilo under, refinado y exclusivo para los que se atrevían y tenían un espíritu libre. En esos tiempos solo por circular te llevaban preso. Federico soñaba con caminar por la calle Florida sin que le dijeran algo ofensivo.

Cecilia García Cuando volvió de Europa puso Mambo, en la misma galería [Jardín] pero en el local que estaba justo enfrente, donde antes funcionaba Ropas Argentinas, de Juan Risuleo.

Marcelo Moura En Mambo mantuvo el estilo de Limbo, aunque había avanzado en la osadía de la ropa y ya había hecho algunos desfiles. Yo me acuerdo de varios desfiles en los que Federico compartió la pasarela del Hotel Claridge con Juan Risuleo. Los modelos eran conocidos en el momento, por regla general glamorosos, y en las pasadas siempre sonaba música de Bryan Ferry.

Roberto Blanco Pazos Yo era cliente de Federico incluso antes de que arme su negocio, me hacía las camisas. En el 78 yo solo usaba ropa de Mambo, no compraba otra ropa que no sea la de él.

Laura Fernández Lahera Una tarde del año 76, saliendo de un ensayo cerca de Recoleta, me crucé con Federico Moura y Mario Lavalle. Recuerdo la emoción al abrazarnos. Él nunca había sido demostrativo, tampoco habíamos sido muy amigos, pero aquel día al vernos nos regalamos mutuamente un abrazo profundo y una sonrisa del tiempo de rosas que había quedado atrás, como sabiendo que vernos era vernos vivos. No les pregunté dónde vivían ni qué hacían. En esa época esas preguntas estaban prohibidas. Nos abrazamos y cada uno siguió su camino.

Fernando Bustillo De aquella división [del Colegio Nacional] no quedaron muchos, por el modo en que se jugaron la vida.

Juan Risuleo Hablábamos mucho con Federico del secuestro de Jorge en la casa de City Bell. Jorge era muy reservado, muy suave, de maneras encantadoras, muy educado, formal y con mucha tristeza en la mirada. Inspiraba respeto y establecía una distancia que no era desprecio, pero después pensé que miraría nuestras ocupaciones de un modo que no supe cómo definirlas en su momento; digamos un poco frívolas, considerando su compromiso y tan respetables ideales.

Alberto Magnasco Después de unas vacaciones de verano me lo encuentro en un colectivo en la altura de la plaza de Vicente López. Me dijo: “Pasé un verano muy difícil, tuve una crisis muy fuerte. Voy a largar la ropa a la mierda y me voy a dedicar a la música”.

Fotografiado por Alejandra Palacios en Nueva York, 1987 

ME PUEDO PROGRAMAR

Pablo Tapia Con Julio armamos Marabunta y Federico ya estaba tocando con Mario Serra en Las Violetas. En Marabunta había composiciones de Julio, también de Quique [Mugetti]. Yo hacía algunas letras y melodías vocales. Hacíamos también covers de canciones latinoamericanas: “Boneca cobiçada” de Ney Matogrosso. Las Violetas era un rock más intelectual.

Néstor Madrid Yo estuve en la primera formación de Los Redondos y en el año 77 me vino a buscar Mario Serra para proponerme ir a tocar con él, que estaba armando un grupo con Federico. Ensayábamos en la casa de Mario o de Federico en City Bell y después en una rotisería en Chascomús que se llamaba Las Violetas, de ahí surgió el nombre.

Ricardo Serra A Federico lo conocí a principios de los 70, él tocaba en Dulcemembriyo y yo en un grupo con compañeros de primaria que se llamaba Watts. Las Violetas no duró mucho, no era un grupo que trabajara en serio.

Ricardo Rodrigo Jugué dos años al rugby cuando tenía diez u once y era compañero de Marcelo. Toqué en la primera formación de Los Redonditos de Ricota. En el Pasaje Rodrigo, Bernardo Rubaja había puesto un estudio donde se iba a grabar la música para la película de Guillermo Beilinson, hermano de Skay, cuyo guión había escrito el Indio Solari. En ese mismo estudio Federico grabó con Julio dos temas, uno se llamaba “Dos gatos”. Fue la primera grabación de Federico como cantante. Yo me fui a Salta con los Redonditos en diciembre del 77 y cuando volví me uní a Marabunta. Federico cantaba en Las Violetas y en ese momento surgió la fecha en conjunto en un cine de Pinamar.

Sirso Iseas El repertorio de Las Violetas eran todos temas propios, composiciones mías y de Federico, éramos los únicos que componíamos. Grabamos dos canciones que son música mía y letra de Federico: “Me gusta jugar rock” y “No cometas la insensatez”. En un momento nos llamó Jorge Álvarez. Había escuchado ese demo y le gustó, pero nos ofrecía radicarnos en Europa, yo no podía dejar todo e irme.

Ricardo Rodrigo Ahí, en Pinamar, se disolvieron las dos bandas y Federico se fue a vivir a Brasil.

Mario Serra Después del recital en Pinamar entre Marabunta y Las Violetas, con Federico nos planteamos la idea de ir a España a hacer música, pero él se fue primero a Brasil y se terminó quedando un tiempo largo. Yo no me fui a España, pero me empecé a juntar con Julio [Moura] y se terminó armando Duro, el germen de lo que vendría.

Con Margarita Venturini en Experiment, 1978

Enrique Mugetti Ensayábamos con Duro en la casa de mis abuelos paternos, que estaba ubicada en Los Hornos, ahí grabamos un demo. La cantante era Laura Gallegos.

Alberto Magnasco En Brasil, con Eduardo Costa, habían diseñado unas lámparas con goma negra y las vendían. Eran divinas.

Eduardo Costa Nunca me radiqué en Brasil, aunque sí compré un departamento allá en la calle Bernadote. Allí vivimos con Federico alrededor de un año y nos asociamos para hacer y vender artesanías. Siempre me acuerdo de Federico escuchando a María Bethânia en Río y diciéndome “No sé cómo a alguien puede no gustarle esta voz tan profunda y auténtica”

Enrique Mugetti Cuando volvió de Brasil, borramos la voz de Laura en aquel demo de Duro y él cantó arriba de esa música ya grabada. Después fue acomodando las letras y haciendo algunas con Roberto Jacoby. Era muy divertido cómo las hacían, porque por ahí se tiraban al piso panza arriba, como chicos y decían boludeces. Buscaban las mejores frases, pero las terminaba cerrando Federico, que era el que las tenía que decir. Todo lo que decía se lo creía. Las bromas o los chistes o la cosa profunda. Federico era bastante real y honesto en ese sentido.

Laura Gallegos Yo cantaba con Luis Canosa en algunos pubs de La Plata y me juntaba con muchos músicos que armaban zapadas. Ricardo Serra fue quien me invitó a cantar en un proyecto que estaba armando con su hermano Mario. En la época de Duro yo ya tenía hijos y no me pude comprometer a fondo con el proyecto. Pero ya había canciones muy buenas, que incluso quedaron en lo que hicieron después con Federico. Él tenía un brillo increíble y era natural que quisieran que cante él, porque los chicos estaban muy metidos en esa historia de dedicarse a la música.

Juan Risuleo Me fui de Argentina en diciembre del 79 y lo volví a ver en Buenos Aires en un concierto en diciembre de 1982 en el Teatro Coliseo. Luego del recital nos fuimos a comer pizza a El Cuartito. Me acuerdo que había un pibe muy jovencito que era muy fan, me contó que lo seguía siempre. Federico lo invitó a comer con nosotros. El pibe estaba emocionado, muy inocente y sincero. Federico muy natural, como si fueran amigos de toda la vida.

Margarita Venturini Cuando fue por segunda vez a Nueva York, en 1977, conoció a una vidente que le dijo que iba a terminar tocando el piano en un boliche de morondanga para ganarse la vida. Él se reía de eso, nunca se lo creyó. Por supuesto, la vidente se equivocó.

Portada de Sin disfraz, editado por Vademécum

Sin disfraz (Vedemécum) se consigue en librerías a partir del 1ro de octubre.