Aunque parezca extraño debido a que se trata de un acontecimiento despiadado, el más impactante para todos los habitantes del planeta porque nunca vivieron una crisis semejante, los efectos devastadores de la pandemia quedan en segundo plano cuando se evalúan el presente escenario económico, el recorrido en estos meses críticos y las perspectivas.
Se sabe que el mecanismo de negación es una estrategia potente para esquivar el dolor de traumas que atraviesan la subjetividad, en este caso la pandemia que alteró emocional y económicamente a las personas de una forma implacable.
No incorporar ese suceso a la hora de sumergirse en la reflexión acerca de las debilidades, condicionamientos y desafíos de la economía local conduce a definiciones que colaboran en la confusión general.
Cada uno ha vivido este período como ha podido, pero ignorar que ha alterado la organización personal, familiar y colectiva resulta un triunfo de un dispositivo político y mediático de derecha impune dedicado –con éxito- a convencer a la sociedad de que un embarazo está cursando el décimo mes.
Dos eventos que alteraron la tendencia del ciclo económico
El análisis económico no se reduce entonces a una o dos cifras y a partir de ellas presentar sentencias globales terminantes. Esa forma de abordar la complejidad de la economía es un comportamiento habitual de la ortodoxia. Hacerlo de ese modo puede llevar a conclusiones equivocadas y también a medidas desacertadas, más aún en el medio de un fenómeno global que ha agudizado el sentido de fragilidad individual y aumentado la incertidumbre general.
En el saber económico existe lo que se conoce como ciclo económico y eventos extraordinarios que modifican tendencias. Dentro de un acontecimiento excepcional como es la pandemia, que de por sí alteró todo, en 2021 ha habido además dos eventos que han tenido mucha relevancia y que si no se los incorpora en la evaluación del comportamiento de la macroeconomía no sólo derivan en valoraciones erradas, sino, fundamentalmente, en interpretaciones y acciones políticas fallidas.
Los dos eventos de este año que alteraron las condiciones de la actual fase de recuperación en el ciclo económico fueron:
- El alza de los precios de las materias primas de exportación.
- La intensidad y el momento de irrupción de la segunda ola de la pandemia.
¿Cuáles son los impactos del aumento de las commodities en la economía local?
El primero de esos eventos fue el importante incremento de los precios internacionales de las materias primas de exportación y también de insumos clave de la cadena de producción (aluminio, papel y acero).
Este shock externo tuvo su lado positivo por el mayor flujo de dólares, que relajó un poco las tensiones en el mercado cambiario, y por el incremento de los recursos tributarios por el cobro de retenciones a las exportaciones de los principales cuatro cultivos del agro (soja, maíz, trigo y girasol).
También tuvo su lado negativo porque incrementó la presión sobre los precios internos de los alimentos, que se ubicaron por encima del promedio de la tasa de inflación, además de impulsarla un escalón más elevado.
Esta suba de los precios, que comenzó en el último trimestre del año pasado alcanzando su pico en marzo de este año con el IPC de 4,8 por ciento, terminó derrotando la proyección oficial de inflación 2021 y la política de ingresos del gobierno de Alberto Fernández, que aspiraba a mejorar salarios y jubilaciones en términos reales.
Para ello había alentado acuerdos paritarios por encima de la tasa de inflación estimada y definido una nueva fórmula de movilidad jubilatoria progresiva, que es la misma que se aplicó en los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner.
De este modo, un evento extraordinario –el alza de los precios internacionales de las materias primas- alteró la meta oficial de mejorar los ingresos de sectores populares, para comenzar a restaurar la impresionante pérdida que padecieron en los años del tercer ciclo neoliberal de los últimos 45 conducido por la alianza macrista-radical.
Frente a ese impacto inesperado, hubo demora en el Gobierno para habilitar la reapertura de las paritarias de los salarios de trabajadores formales, mientras que para los jubilados de la base de la pirámide previsional la reacción fue la compensación con bonos para amortiguar el golpe inflacionario.
En ambos casos, el saldo al final del año puede ser una leve alza respecto a la inflación, dependiendo de cuál sea el recorrido de los precios en estos meses. Pero evidentemente hubo un bache en esa tendencia que coincidió con meses previos a las elecciones PASO, lo que influyó en las expectativas sociales y políticas de recomponer el poder adquisitivo y, en consecuencia, el consumo popular.
¿Qué hacer?
En esta instancia, ante el impacto negativo por el alza de los precios de los commodities de exportación y de insumos industriales, aparece el desafío de cómo amortiguarlo. El instrumento preferente de política económica para interferir en esa transferencia de precios internacionales a locales son las retenciones, enemigo principal y motivo de las batallas más despiadadas del complejo agroexportador.
Como se sabe, el nivel de retenciones dejó de ser una cuestión de debate económico para convertirse en una disputa extrema en el terreno político. Después del conflicto de la 125, en 2008, la sola mención de la posibilidad de subir en forma temporaria algunos puntos las alícuotas de las retenciones deriva en la convocatoria a una guerra santa de las entidades agropecuarias.
Basta observar los tambores de guerra que desde hace algunos meses exhibe el sector por la suspensión transitoria de una porción de las exportaciones de carnes con el objetivo de garantizar el abastecimiento doméstico y detener el alza de precios.
Esta restricción política, dada por la desigual relación de fuerza y minoría en el Congreso para aprobar una ley que suba retenciones, es un potente condicionamiento para la política económica con evidente influencia en la pauta distributiva. No tomar en cuenta esta limitación desvía el debate central sobre cómo está repartido el poder y la mayor o menor capacidad de las fuerzas políticas populares para disputarlo.
Si la discusión de la inflación se dirige hacia empresas con posición dominante o simplemente reclamar por más controles, y no sobre las limitaciones de la política económica por la prepotencia del poder económico para preservar privilegios distributivos, la comprensión de la dinámica económica queda lastimada.
En el actual contexto, no tener la posibilidad de subir retenciones tiene costos importantes porque estrechan aún más los márgenes de autonomía de una estrategia económica cuyo objetivo sea recuperar un entorno de estabilidad para mejorar la calidad de vida de las mayorías.
Ante este shock externo existió entonces el obstáculo político y económico para aplicar medidas compensadoras. Así adquiere real dimensión el significado de la derrota política, económica y cultural de la Resolución 125. Quienes fueron los triunfadores de esa batalla son un grupo privilegiado de la sociedad, que cuenta con respaldos mediáticos para demonizar las retenciones.
El momento en que se disparó la segunda ola del coronavirus
El otro evento que vino a intervenir en la dinámica del ciclo económico es la segunda ola del coronavirus, que interrumpió el alza de indicadores macroeconómicos en el segundo trimestre de este año.
Como se mencionó al comienzo, puede ser un mecanismo de defensa ante tanto sufrimiento, pero negar que el derrumbe y las dificultades de la recuperación nacen de la pandemia es un abordaje analítico desconcertante.
Existe una amplia red social, laboral y productiva de emergencia diseñada e implementada en tiempo record por el Gobierno nacional. Es válido el debate de si podía haber sido más intensa y durado más meses en toda su plenitud, pero ignorar que hubo una red de emergencia y, a la vez, restricciones fiscales y cambiarias es un camino inadecuado para la comprensión amplia de esta crisis.
Más aún cuando la fuerza política de derecha que administra la Ciudad, con el presidenciable Horacio Rodríguez Larreta, tuvo la peor gestión sanitaria de la pandemia medida en cantidad de muertos por millón de habitantes. Y en el frente económico con auxilios insignificantes para empresas y comercios y nada a los trabajadores del distrito.
Es el caso más impresionante para evaluar lo que significa ser de derecha, candidato del establishment y destinar un presupuesto desproporcionado de publicidad que resulta en el blindaje mediático más poderoso para un político desde la recuperación de la democracia.
¿Y entonces?
Identificar restricciones de la política económica y advertir acerca de eventos extraordinarios que impactan en el ciclo económico no implica desentenderse de la necesidad de diseñar una estrategia política y económica efectiva para abordar esos desafíos.
En esa tarea resulta clave, además de precisar el diagnóstico, saber que las bases materiales de la economía en general, y la estructura productiva y laboral en particular, no son las de 2015 cuando Cristina Fernández de Kirchner culminó el segundo mandato. Ni las de 2003 cuando Néstor Kirchner ingresó a la Casa Rosada luego del colapso de la convertibilidad. Y mucho menos las de 1989 cuando Carlos Menem asumió el gobierno luego de la hiperinflación, y ni las de 1983 con Raúl Alfonsín terminada la dictadura cívico-militar.
Cada una de las crisis traumáticas registradas en este período implicó el descenso de escalones en capacidades productivas, integración social y organización laboral, que las fases de auge sólo lograron reparar en parte la destrucción del entramado económico.
Este recorrido histórico colabora para pensar el presente desafiante por la doble crisis (macrismo+pandemia), con la misma aspiración de construir un sendero de desarrollo con inclusión social, señalando las restricciones tradicionales y las nuevas e identificando los diversos actores económicos y sociales emergentes de un largo período de crisis y recuperaciones, que ha generado un sistema laboral y social fragmentado, heterogéneo, frágil y volátil.