¿Cómo explicar que fuiste a un colegio donde los alumnos teníamos un equipo de "Búsqueda y rescate"? Nunca lo hice, pero tal vez es hora de que lo cuente. Éramos 200 alumnos y cerca de 50 formábamos parte de un equipo que buscaba a personas que se perdieran en alguno de los bosques de Nuevo México en Estados Unidos. 

Una noche que no sería como cualquier otra golpearon fuerte a mi pieza y gritaron:

¡Búsqueda!

Sí, como en las películas, yo dormía al amparo de una bandera argentina que colgaba de punta a punta en la pared y cuando escuché el grito salté de la cama. Abrí el placard y saqué la bolsa con la ropa que guardaba para aquellas ocasiones. Me vestí y salí corriendo hacia el sótano de uno de los edificios del colegio donde los chicos armamos las mochilas. Bolsas de dormir, cantimploras, linternas, alimentos, mapas.

Como tenía muchas expediciones encima me eligieron líder de uno de los equipos junto a un chico australiano que se llamaba Daniel. Para mí ser líder en esas ocasiones era como estar parado en un hormiguero de hormigas rojas carnívoras.

El bosque, la nieve, las sombras, el silbido del viento, nosotros con esas camperas rojas y amarillas algo ridículas. Se había perdido una chica. Íbamos a entrar a buscarla. La imagen de encontrar un fiambre azul y tieso opacaba la luz de la luna y nos ahogaba en la garganta y los huevos.

Entramos en el bosque, éramos siete, Daniel y yo a la cabeza. Recuerdo de caminar en silencio con el frío metiéndose por mi culo y mi cuello y mis medias que inevitablemente se humedecían por la nieve y por el sudor. En un momento le pregunté a Daniel si le parecía que gritáramos alto y fuerte el nombre de la chica. Era un lugar por dónde ya habían estado otros equipos pero bueno, decidimos gritar igualmente. No recuerdo el nombre de la chica pero lo gritamos fuerte, los siete, al mismo tiempo sin esperanzas de respuesta alguna cuando un grito de vuelta nos heló el periné:

¡Heeeeeeelp!

Nos miramos y no lo podíamos creer, estaba ahí, estaba ahí, otros equipos habían pasado pero ella estaba ahí tan lejana y tan cercana, apenas a media hora de entrar en el bosque. Aquella noche, habíamos encontrado a la chica, y había que bajar por una pendiente nevada entre ramas y sombras y sólo alguien muy cobarde que quiere demostrar lo contrario se ofrecería como voluntario y ese fui yo. Yo y Gerald (Gerald era de Sierra Leona) Bajamos. Teníamos esas raquetas como zapatos para caminar en la nieve y yo recuerdo caminar y enterrarme hasta los huevos en la nieve y a Gerard diciéndome que me apurara. 

Yo, un pibe de la zona sur de Rosario, que admiraba tanto a su padre como al Che Guevara, que quería ser como Einstein o Mandela, estaba en ese instante a punto de salvarle la vida a alguien. Una chica extraviada en un bosque. La salvamos. La encontramos. Recuerdo que le di un abrazo. Recuerdo que le dije gracias, no sé por qué se lo dije, pero lo hice. 

Cuando volvíamos al colegio había unas cámaras de televisión. Me escabullí por un costado y me encerré en mi habitación. Sentía algo muy fuerte, impreciso y abrumador, no podría decir bien qué era, pero seguramente una de las formas de la felicidad, de esas felicidades que nunca pude contar ni explicar por eso tardé 20 años en contar esto y otra vez sé que será increíble, como una buena mentira, y tal vez, después de todo y de algún modo, lo sea.

#La experiencia fue parte de mis años en el Colegio del Mundo Unido de Nuevo México. Las becas todavía están vigentes para aquellos que se quieran presentar.

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