La renovadora de la autoficción con una magnífica trilogía de novelas, A contraluz (2014), Tránsito (2017) y Prestigio (2018), es una escritora controversial que asume la naturaleza de sus contradicciones como quien abre una puerta sin temor a encontrarse con lo ambiguo. La timidez de la escritora Rachel Cusk (canadiense por nacimiento; británica por adopción) sobrevoló su primera presentación en el Filba 2021, entrevistada por la escritora María Sonia Cristoff. “Cuando los escritores hacen una declaración sobre por qué escriben suelen decir que necesitamos historias. Yo creo que no necesitamos historias, necesitamos saber cuál es la verdadera realidad. La narrativa es una forma exagerada y aumentada de la realidad, que ha probado que tiene un efecto adverso en la salud mental de las personas y su capacidad de lidiar con la vida que les ha tocado”, planteó la escritora que el próximo año publicará en Argentina su más reciente novela Second place (Segunda casa).

Desde París, donde está viviendo, Cusk (Toronto, 1967), que se mudó al Reino Unido a los 7 años, confesó estar “un poco aturdida” por los eventos a distancia, esa experiencia de viaje en tiempo y espacio que consiste en “aparecer en un país sin estar en el país”. La escritora confesó que su francés está muy lejos de ser “perfecto” o siquiera “bueno”; por eso está experimentando la dificultad de auto traducirse. “Yo estaba cansada de mi idioma, del inglés, y sentí que había llegado al final de lo que pensé que era capaz de decir en inglés, y reencarné en una niña francesa de tres años; ese es mi nivel de francés. Son sorprendentes estos nuevos sonidos y nuevas oraciones. Es una oportunidad para una autoreinvención”, comentó Cusk. Para la escritura de su trilogía tomó la Odisea como punto de partida porque quería volver al concepto de narrativa como “una manera de ver el mundo, una forma de auto expresión” en la que el individuo le habla a la comunidad, porque las personas hacen lo que siempre han hecho: contar lo que les sucedió y tratar de hacerlo lo más entretenido posible para quienes los están escuchando.

El proceso de escritura y composición de Cusk es “muy inconsciente”, pero está conectado con la búsqueda de la autenticidad y lo impulsa la certeza de que “las cosas se vuelven inauténticas de un minuto a otro”. “Lo que hago es una corrección, si pensamos cómo sucede el cambio, cómo ocurre el progreso, si es que existe. Supongo que veo un camino en zigzag hacia la verdad y cómo una vez más nos desviamos de él. Mi impulso es intentar ver una realidad (o la versión de los eventos que las personas conciben como verdad) para atraparla en ese desvío de la verdad. Y para preguntarme por qué sucede, cuál es la diferencia entre estas dos cosas e intentar corregirlo de cierto modo. Esa aparición de la artificialidad y la inautenticidad es una amenaza permanente que me ha dado mucho trabajo”, reflexionó la autora de A Life’s Work y Despojos, entre otros títulos de ficción y no ficción.

“Mi obra a veces se comprende de manera extraña como autoficción o autobiografía, mientras que yo me considero una escritora clásica”, se definió a contrapelo del posicionamiento de la crítica. “A medida que avancé en mis propios conceptos supongo que es como alguien que crece y se va de la casa; he abandonado mi hogar literario y los textos y los escritores que utilicé, con los que viví, los que me ayudaron, con los que aprendí, parecen bastantes distantes y me encuentro en un lugar donde no hay un lenguaje y no se ha construido mucho -explicó Cusk-. Hay poco que pueda leer en este momento que me enseñe algo. Descubro que aprendo mucho más a través del arte visual y la música”.

La escritora británica habló de la lengua y su relación con la identidad y la feminidad. “El lenguaje está saturado de patriarcado y de maneras masculinas de ver el mundo. Tal vez la mayoría de las personas jamás consideran la medida en que son moldeados por el idioma que recibieron para hablar, las cosas que tienen disponibles para decir, cómo está predestinado lo que de hecho dicen”, advirtió Cusk y admitió que su objetivo es transformar el lenguaje en algo diferente. “La experimentación y el radicalismo no afectan el cambio. Joyce escribió el Ulises hace más de cien años y la novela sigue siendo igual de convencional que en ese momento. Las personas siguen escribiendo de la misma manera narrativas victorianas sobre el amor y describiendo cuartos. En las artes visuales, un cambio es un progreso del grupo, un terreno que se gana, y todo el mundo avanza en ese sentido. En el caso de la literatura eso no sucede; permanece en el mismo lugar”, comparó. “Si Joyce no cambió nada, nadie va a cambiar nada; son experimentos, excepciones”.

Al comienzo de su carrera recurrió a la memoir sobre su propia maternidad en A Life’s Work: on Becoming a Mother. “No me importa cuando las personas dicen que la trilogía es autoficción o una autobiografía y dicen ‘vos’, en lugar de referirse a Faye, el personaje. Lo que hice fue ser clara con respecto a cuáles son los cimientos de mi escritura, de dónde proviene mi material, y es mucho mejor si ese material es cercano y lo conocés muy bien; no importa quién soy o qué hago en particular, sino qué puedo hacer con este material que es mío. Yo soy una mujer blanca, de clase media, de mediana edad; el material que tengo lo refleja y decir que eso es autoficción me parece ridículo por el hecho de que no escriba sobre otras personas diferentes a mí, en otra parte del mundo, haciendo cosas sobre las que no sé nada porque aparentemente no uso mi imaginación. Soy muy clásica, muy convencional”, insistió Cusk y destacó que le parece una definición “inmadura” afirmar que la imaginación es inventar cosas que no tienen nada que ver con la vida.