Comunicarse con Estela de Carlotto esta semana no fue sencillo. Anduvo de entrevista en entrevista, de saludo en reunión. Es que este viernes se conmemora, desde hace 17 años, el Día Nacional por el Derecho a la Identidad en homenaje al trabajo de la asociación que encabeza y que ya lleva un camino de 44 años. “Somos nosotras, las abuelas de carne y hueso, personas comunes que nunca nos soltamos las manos, son nuestros nietos y nietas que fuimos encontrando en el camino, y son el puñado de amigos que no nos dejaron solas”, dice. Un encuentro con ellos y ellas es “el abrazo” que las reconfortará después de casi dos años de pandemia, aislamiento y trabajo remoto; la insistencia de “seguir buscando” es el compromiso y “que sigan apareciendo nietos” el deseo en este nuevo cumpleaños.

“Fue muy duro todo este tiempo. Necesario, pero duro de todos modos”, reflexiona la presidenta de las Abuelas sobre el tiempo que transcurrió sin poder compartir el trabajo diario, abrazarse y estar juntos a sus compañeras. Cerraron su casa, la sede central que tienen en Virrey Cevallos y México, en ciudad de Buenos Aires, escenario de tantas conferencias de prensa para anunciar el hallazgo de un nuevo nieto o nieta, el 13 de marzo de 2019, una semana antes de que fuera decretada la cuarentena estricta ante el avance de la pandemia, y aunque el trabajo continuó se extrañaron. Así, el almuerzo en la Casa por la Identidad que compartirán con nietos, nietas y amigos de siempre es una celebración muy esperada.

El encuentro será una de las maneras con las que las Abuelas celebrarán más de cuatro décadas de búsqueda perseverante, de paso continuo hacia la meta de hallar a sus nietos, niños y bebés que fueron arrebatados a sus padres y madres, detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico militar, y apropiados por represores, entregados o vendidos a otras personas, lejos de sus familias de origen. Han logrado la restitución de la verdadera identidad de 130 de ellos; aún faltan, calculan, otros 300.

“Son los nietos”, para Carlotto, la “gran alegría y el motivo de celebración” en este nuevo aniversario de aquel momento en el que un puñado de señoras, en pleno terrorismo de Estado, decidieron hacerle frente al dolor y la incertidumbre de no saber qué había pasado ni dónde estaban sus hijas embarazadas y empezar a buscarlas. Pero “también la perseverancia que tuvimos y tenemos de continuar a pesar de la edad, los cambios de gobiernos, los obstáculos y los avances”, señala. “Tantas cosas nuevas que hemos tenido que inventar y hacer, es bueno destacar que siempre fuimos coherentes con nuestro objetivo, y que siempre lo perseguimos sin odio, sin rencor, sin revancha, con amor y comprensión, aunque totalmente feroces en cuanto al reclamo de justicia a los asesinos y cómplices”.

La pandemia y el núcleo duro

A mediados de junio de 2019, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el hallazgo de Matías Darroux Mijalchuk, el “nieto 130”. El último año de Mauricio Macri en la presidencia cerró sin más añadidos a esa cuenta. “Seguramente la pandemia hizo mucho” para imposibilitar nuevos hallazgos, dice la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, tras asegurar que “trabajar se trabajó y se trabaja mucho”. En su razonamiento, aparece “el miedo propio que impuso este virus” como el “freno para que quienes quizá tenían alguna duda (sobre su identidad)”.

Pero “a veces, también son las circunstancias propias de la vida de cada quien”. “Desde Abuelas siempre decimos e insistimos en que la identidad es un derecho de todos y de todas, que a veces conocerla puede ser un poco doloroso, pero nunca es más doloroso que no conocerla. Y que estamos para abrazar, acompañar y apoyar a quien decida emprender ese camino siempre, con todo el amor que tenemos”, expresa Estela, quien halló a su nieto Ignacio Montoya Carlotto hace casi una década, pero no abandonó la lucha de los que faltan.

“Lo que sabemos es que no podemos decir ‘este año vamos a encontrar tantos nietos’. A veces la vida nos sorprende gratamente, otras nos cuesta un poco más. Pero siempre estamos empeñadas, nosotras, los nietos y nietas que nos acompañan, los equipos que trabajan en Abuelas, en que perdure la búsqueda. Sabemos que la identidad se puede recuperar en cualquier momento, uno nunca sabe cuándo es ese instante en el que se toma la decisión de ir por ello”, remarca.

Los 300 que faltan

La búsqueda de los bebés, hoy adultos, apropiados durante la última dictadura cívico militar, está hecha de decenas de estrategias que se refuerzan, se adaptan, se transforman y multiplican todo el tiempo. Dice Estela que “estar quietas no es parte“ de la identidad de las Abuelas, cuya historia “no es de espera sino de acción”. “Siempre estamos pensando qué más podemos hacer”, indica. Primero fueron detectives y peregrinas en juzgados de menores, hospitales y hogares de niños. Golpearon las puertas de todos los gobiernos, encontraron en la ciencia a su principal aliada, con el “índice de abuelidad” y el Banco Nacional de Datos Genéticos, que este año cumplió 34 años. En 1992 se crea la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, en el ámbito del Ministerio de Justicia, otro brazo principal en la búsqueda. Cruzaron las fronteras, son conocidas y reconocidas en todo el mundo.

Las campañas de difusión fueron, desde siempre, una herramienta fundamental a la hora de buscar, y también de encontrar. En palabras de Estela, esas campañas son ellas “hablándole a la sociedad”. “Nuestras palabras siempre van dirigidas en dos direcciones: le hablamos a quienes pueden llegar a ser nuestros nietos y nietas, pero también a quienes pueden llegar a saber algo, algún datito, una cosa, que pueda servirnos de punto de partida para un hallazgo. A esa gente le decimos que no tenga miedo, que confíe en nosotros, que si sabe algo nos lo diga de manera anónima”, cuenta. “No queremos saber su nombre, sino lo que nos dice”, agrega.

En los últimos años, el objetivo de las campañas de difusión apuntó sobre todo a ese sector, al “círculo íntimo” de quienes fueron inscriptos como hijos propios por su familia de crianza y tienen algún dato que permita sospechar que son nietos que están buscando las Abuelas. La idea es que compartan esa información no solo con abuelas sino con ellos mismos.

Algo de esto tiene “Florece identidad”, la más reciente, que invita a compartir esta semana fotografías en las redes de la intervención propuesta por la asociación: intervenir los pétalos de una flor como símbolo de la conciencia sobre el derecho a la identidad. La campaña está ligada a “Plantemos memoria”, la iniciativa que promovieron las Abuelas y el resto de los organismos de derechos humanos del país, a 45 años del golpe de Estado, invitando a plantar árboles como un “acto de memoria y futuro”. “Ese árbol ha florecido, y esas flores significan vida y alegría y esperanza. Cada vez que encontramos un nieto también se lo debemos a muchísima gente que ha brindado esas flores, esa memoria, ese compromiso”, concluye Estela.