Patético el delito, patético el acto, patético el defensor. Un puñado de personas fue a defender a Mauricio Macri por el espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan, un delito de miserable. Las pocas decenas que fueron a defender a un ex presidente brillaron por su insignificancia. Hubiera sido mejor sin convocatoria. Y para coronar, el correligionario que lo criticó por tratar de presionar al juez fue el gobernador Gerardo Morales que amañó a medio Poder Judicial jujeño para encarcelar a Milagro Sala.

El grotesco que brota de cada movida de Macri habla de la enorme eficacia que ha tenido el disfraz mediático que lo cubrió en su gestión, una de las peores en la historia de este país. Gracias a esa torpeza hasta para hacer daño los argentinos están endeudados por cien años y el actual presidente debe negociar con las grandes potencias una deuda imposible.

Espiar a los familiares de los tripulantes de un submarino que se hundió en una misión bajo sus órdenes pone en evidencia una personalidad escabrosa. Es el calificativo mínimo para alguien que endeudó a los argentinos hasta las pestañas y mientras lo hacía no se privó además, él ni sus colaboradores, de seguir haciendo negocios a costa del Estado y de la miseria de su pueblo.

El aparato mediático que lo sostiene anunció primero la épica de micros cargados de simpatizantes que iban a marchar hacia Dolores para respaldar a Macri. Fracaso. Pero no se privaron de ensuciar a los familiares de los submarinistas desaparecidos y acusarlos de politizar la tragedia. Los querellantes representan a la mayoría de los que está comprobado que fueron espiados. Nunca participaron en actos políticos ni pidieron el respaldo de ningún partido.

Pero es fácil comprender la bronca y la indignación cuando descubrieron que en vez de contenerlos y ayudarlos, los espiaban y les ponían todo tipo de obstáculos. Sin duda esa indignación de familiares que fueron ultrajados cuando lloraban a sus caídos es más fuerte que la de un rival político.

El movimiento publicitario que iniciaron los medios que respaldaron la gestión macrista apunta ahora a respaldar a rajatabla a Macri y cubrir sus desastres con una pincelada piadosa que tiende a disminuirlos ante la sociedad. Y el otro movimiento es poner a Macri en el pasado para despegarlo de los candidatos actuales de la alianza que encabezó entre los conservadores del PRO con los radicales y seguidores de Elisa Carrió.

Todos los desastres de esa gestión se personalizan en la figura de Macri y lo recortan de su fuerza política y del pensamiento neoliberal que comparte con todos ellos. No importa que todas sus medidas estuvieron inspiradas en el mismo neoliberalismo que hoy impulsa Horacio Rodríguez Larreta, ni que María Eugenia Vidal y Diego Santilli formaran parte del mismo esquema de ese gobierno desastroso.

Estas operaciones publicitarias, que son más de carácter estratégico que de coyuntura, no solamente impactan en el público que simpatiza con ellos, sino también en las filas contrarias. Hay un sector de votantes del oficialismo que teme más equivocarse cuando apoya que cuando critica. Pero estas estrategias de las corporaciones mediáticas apuntan sobre todo al tercio de la sociedad que oscila entre unos y otros.

Se ha comparado con acierto la diferencia entre la inmensa convocatoria que acompañó a Cristina Kirchner cuando se presentó por primera vez a declarar en Comodoro Py, con el patético acto de esta semana en Dolores que fue a respaldar a Macri.

Pero habría que compararlo con el homenaje del miércoles a Néstor Kirchner en el club Deportivo Morón. Es la paradoja de las divisiones que se divulgan y las que se ocultan. La corporación de medios que respalda en forma masiva a Juntos por el Cambio viene denunciando las divisiones en el Frente de Todos. Han usado palabras como la “descomposición” del gobierno o la soledad de Alberto Fernández en la negociación de la deuda o en el congelamiento de precios.

La paradoja es que los actos de esta semana mostraron que la división quedaba escrachada en el acto de Dolores mientras que en el acto del oficialismo donde esas supuestas divisiones tendrían que haberse puesto en evidencia, ocurría todo lo contrario. El homenaje a Néstor Kirchner quedó plasmado como una demostración de unidad del gobierno y del Frente de Todos.

Es evidente que ambos actos tuvieron la misma intención: mostrar unidad y masividad. El de Dolores mostró todo lo contrario en ambos planos. La gran mayoría de los dirigentes, incluyendo a quienes lo acompañaron en la gestión, no estuvo en el acto de Dolores. Macri es piantavotos y la idea de Juntos por el Cambio es enterrarlo en el pasado. Ni masividad ni unidad.

El acto en Deportivo Morón fue la respuesta a una intensa campaña de los medios y opinadores macristas. El nivel de concentración empresaria en el mundo de los medios es tan grande que cuando lanzan una campaña de este tipo, hasta los falsos influyentes del oficialismo sugieren que es verdadera para hacer ver que están en el ajo. Aunque sea una gran mentira.

Durante las semanas previas los medios macristas machacaron con que el gobierno y el ministro Martín Guzmán no podían cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, por la negativa del kirchnerismo. Hubo muchas disquisiciones: demasiadas concesiones al Fondo; que había una alianza entre Máximo Kirchner y Sergio Massa para debilitar a Alberto Fernández. Y los dos actos del 17 de octubre.

Hubo actos con Máximo Kirchner, entrevistas al ministro Guzmán y sobre todo el discurso de Alberto Fernández en Morón que repitieron lo mismo que se dijo en las elecciones de 2019: “No se pagará la deuda a costa del hambre del pueblo”. La consigna del acto de homenaje a Kirchner fue clara: “primero se crece, después se paga”.

De la misma forma apostaron al fracaso del congelamiento temporario de los precios de 1500 productos. Dijeron que habían dejado solo a Roberto Feletti cuando Molinos, Ledesma y Arcor rechazaron la medida. Que el gobernador Axel Kicillof no lo acompañaba en el control. Y todos los gobernadores menos los de Mendoza y CABA asistieron a la reunión para coordinar el control de precios. La forma en que la sociedad recibió esta medida obligó a que Rodríguez Larreta hablara de monopolios por una vez en su vida.

La intención de mostrar al gobierno devastado por fracturas internas, aislado y sin respaldos, podía tener una intención electoral, en el marco de la campaña para noviembre que, de por sí, no se anuncia como una buena noticia para el gobierno.

La vertiente electoral de la derecha aparece más conciliadora porque está intermediada por la política. Las corporaciones mediáticas representan el discurso más extremo de la derecha pero es su cara verdadera.

Hubo un esfuerzo por mostrar vacío de poder y soledad del gobierno e incluso sembrar dudas sobre la sobrevivencia de la gestión de Alberto Fernández si el resultado de noviembre le fuera muy adverso. Se dijo, incluso que tendría que adelantar la entrega del poder, como se vio obligado a hacerlo Raúl Alfonsin. Esta campaña hizo que algunos dirigentes del oficialismo denunciaran que se buscaba crear el clima para un “golpe blando”.

La masividad del acto en Morón --tanto en el público como en el escenario estuvieron representados todos los sectores del Frente de Todos, detrás del único orador-- buscó también detener esa ofensiva. El espíritu de Néstor Kirchner intervenía así otra vez para desbaratar nuevas fantasías autoritarias resurgidas tras los resultados de las PASO.