Un almuerzo familiar, personajes que esconden verdades y una sobremesa que parece convertirse en el terreno propicio para compartir esos secretos. De esos ejes parte Otoño e invierno, la obra escrita por el dramaturgo sueco Lars Norén y dirigida por Daniel Veronese que puede verse en Timbre 4 (México 3554) los sábados a las 22.30 y los domingos a las 17.

Con las actuaciones de Miriam Odorico, Paula Ransenberg, Inda Lavalle y Guillermo Aragonés, la obra pone en escena a una familia tipo de clase media compuesta por el matrimonio de Marga y Nicolás y sus dos hijas Ana y Eva, ya adultas. Los cuatro se reúnen a comer para de alguna manera justificar su vínculo, pero hay demasiada basura barrida debajo de la alfombra y esa tarde de otoño algo se empieza a quebrar.

Fue Daniel Veronese quien recibió la propuesta de dirigir esta historia, luego de haber dirigido otra pieza de Norén como Vigilia de noche, en 2015. “En una gira por Francia, una productora me regaló el libro donde estaba la obra y me dijo que tenía que hacerla. Y cuando me encontré en México con un traductor de Norén, le pedí si podía hacerme la traducción, pero pasaron diez años después de eso, porque cuando intenté leerla no me resultaba cómoda para leer y tenía que hacer un esfuerzo que creo es el mismo que tienen que hacer los espectadores para al principio comprender qué es lo que está pasando entre los personajes. Y con la pandemia estuve buscando materiales y volví a la obra que en esa ocasión me encantó, e hice una versión”, cuenta el director acerca de los inicios de un proceso de montaje que tuvo que sostenerse a través de la virtualidad.

“Esos encuentros virtuales eran un alivio enorme”, aporta por su parte Odorico respecto de los primeros ensayos que se realizaron en el marco del estricto aislamiento. “Era una gloria encontrarnos aunque fuera por Zoom. Para mí el trabajo es muy importante y la pandemia fue un golpazo en todo sentido, pero por suerte pude integrar este proyecto. Porque que te llamen para trabajar ya es hermoso, pero que encima te llame alguien a quien respetás y que labura muy bien como Veronese es doblemente hermoso”.

La actriz, que ya se había puesto en la piel de una madre poco convencional en el clásico del off La omisión de la familia Coleman, interpreta esta vez a Marga, una mujer con un fuerte instinto matriarcal. “Daniel fue el que me fue marcando por dónde llevar al personaje. Hicimos un trabajo de mesa larguísimo y pudimos masticar mucho el texto, y eso me encanta”.

En la ficción, Ransenberg encara a Eva, la hija mimada de Marga, a la que (en apariencia) todo le sale bien. “Cuando leí la obra me di cuenta de que era actuación pura. Y a medida que fuimos pasando letra, abordamos cada vínculo en su complejidad, porque estos personajes tienen muchas capas y contradicciones. Y ahora en cada función seguimos ajustando cosas”, señala la intérprete.

El texto de Norén está plagado de matices y, a pesar de que parte de un evento cotidiano, navega en aguas profundas. “Esta es una historia potente y sabía que iba a necesitar un elenco potente para poder desarrollarla”, asegura Veronese. “La idea fue comprender a los personajes y hacerlos cercanos a uno. Hay rasgos de esta familia con los que uno puede identificarse y donde el amor está acompañado de la culpa, del reclamo y de la insatisfacción. En este caso los cuatro integrantes de esta familia son personas a las que algo les falta, pero ninguno es culpable de nada. Y en eso nos pusimos de acuerdo. Quisimos salvar a los cuatro, porque creemos que no hay entre ellos víctimas o victimarios. En todo caso, todos en algún momento son ambas cosas”, analiza.

La familia disfuncional ha sido una de las temáticas predilectas de las artes escénicas en los últimos años. Y en este aspecto, sobrevuela algo de ese espíritu en Otoño e invierno. “Hablar de la familia es algo tan grande como hablar del amor y siempre es algo con lo que te vas a identificar desde el lugar que te toque ocupar, como hijo, hermano o madre. Es una temática universal y por eso es fácil que el público se sienta convocado”, apunta Odorico.

“En un futuro se sabrá por qué el teatro eligió hablar tanto de la familia en esta época. Hay tanto para sacar del universo familiar que meterse con eso es como ir hacia un lugar que siempre va a estar lleno de conflictos”, añade Ransenberg, y en esa misma línea también reflexiona el director: “A mí me interesa hablar de lo humano, y lo humano se genera y se expande en los vínculos familiares. Se puede entrar en conflictos laborales, políticos y sociales, pero antes de eso el individuo nace en el núcleo de la familia y siempre es probable que los problemas que se generan en la micropolítica familiar se proyecten a otros contextos mayores. Mucho de lo que pasa en la obra son situaciones reconocibles. Y aunque algunas son atroces, hay un reclamo de amor en estos personajes”.