Las crónicas deportivas nunca dieron cuenta de su existencia, no hubo medio periodístico musical ni futbolero que haya detallado los pormenores del superclásico de la música, el gran partido disputado entre rockeros y tangueros, disputado hace años, décadas, tal vez. Nadie lo puede precisar ya que nadie dejó un registro de sus acciones.

Algunos fieles testigos aseguran que el partido se jugó en el Estadio Monumental, que el Rock Nacional formó con Moris en la valla, Lito Nebbia, Fito Páez, Pappo y Nito Mestre. Moura, Juanse y el Indio Solari. Y en la delantera Charly García, Spinetta y Cerati. Por su parte, el Once tanguero salió a la cancha con Aníbal Troilo al arco, Discepolín, Contursi, Cadícamo y Mariano Mores; Celedonio Flores, Piazzolla y el Polaco Goyeneche, Canaro, Gardel y Manzi.

El conjunto del 2 x 4 comenzó perdiendo la pelota cada 2 x 3. Ya desde los primeros minutos fue buscando lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias, pero cuando la suerte que es grela, fallando y fallando los terminó por desmoralizar. El mediocampo tanguero sabía que la lucha es cruel y es mucha por la fe que lo empecina, más nada pudo hacerse, casi como que quedó anclao en París. El Rock fue llegando al arco rival tocando y tocando. Nada como ir juntos a la par, gritó Pappo y comenzaron las paredes que ayer se han levantado. Si hubo un tiempo que fue hermoso y fue libre de verdad, fue en el segundo tiempo. Cuando el equipo tanguero estaba bien en la vía, sin rumbo, desesperao, recibió el impacto fatal.

La luna iba rodando por Callao y la pelota por el área tanguera cuando Spinetta le grita a Cerati: "Ah, no te alejes tanto de mí, oh…". Gustavo recibe un fuerte golpe y canta: "Me verás caer como una flecha salvaje. Me verás caer entre vuelos fugaces, oh". Charly García, con el brazalete de capitán abajo del de “Say no more”, se queja a los árbitros: "Miren, lo están golpeando todo el tiempo, lo vuelven, vuelven a golpear, nos siguen pegando abajo". Tiro libre para el Rock. Marciano Cantero, que entró por Nito, está parado sobre la muralla que divide todo lo que fue de lo que será. Charly García frente a la pelota, le da indicaciones a Fito Páez: "Vas aquí, vas allá. Pero nunca te encontrarás al escaparte". Fito hace una seña: "Y dale alegría, alegría a mi corazón. Es lo único que te pido al menos hoy". 

Pichuco en el arco recibe el apoyo de su hinchada: “Tenemos un arquero que es una sensación ataja los penales mientras toca el bandoneón”. Un fuerte disparo va a parar a los pies de Fito: Y a rodar, y a rodar, y a rodar y a rodar mi vida, y a rodar, y a rodar y a rodar el balón. Yo no sé dónde va, Yo no sé dónde va mi vida. Yo no sé dónde va, pero creo que va rumbo al gol. Y sí, la pelota atravesó el viento sin documentos y la línea del arco, golazo del rock que festejó con un pasame más vino, se vino la pachanga.

Contursi lamenta el gol, dice que les dejó el alma herida y espinas en el corazón. Fito lo consuela, le dice que nada es para siempre. Se oye la queja de un bandoneón. Y también la queja de la hinchada. Hay un cambio en el equipo de la canción ciudadana. A Goyeneche lo dejan tirao después de cinchar, lo mismo que al resto. Y manya que a su lado se prueban la ropa que él va a dejar. Hay en la cancha un hondo y cruel silencio huraño. El Deportivo Tango fue una mezcla rara de Museta y de Mimí, y de tan cambiao el malevaje extrañao lo mira sin comprender. En los minutos finales el panorama fue el mismo. El combinado tanguero fue Sombras, nada más. El árbitro se apodera de una frase de los ganadores y da por terminado el partido: Todo concluye al fin nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina. Tienen que comprender no es eterna la vida. El llanto en la risa, allí termina.

Esta noche para siempre terminaron mis hazañas, volveremos con la frente marchita, se lamenta el capitán Gardel. "Al equipo le falta un tornillo que venga un mecánico pa ver si lo puede arreglar", sugiere Cadícamo. Troilo quiere emborrachar su corazón para apagar aquel loco gol que más que gol es un sufrir. "No seas tan cruel, no busquen más pretextos", sugiere Cerati. Es que los Muchachos de antes no usaban botines con tapones, explica Canaro. "Acá estoy, hecho un descolado mueble viejo y no tengo esperanzas en mi pobre corazón", aporta Celedonio.

El partido entre el rock y el tango terminó pero nadie se enteró. Tal vez porque fue fruto de la imaginación de una mente febril como la que escribe esto. Lo cierto es que tanto los gritos de euforia como los llantos de los vencedores vencidos, se fueron desvaneciendo como pompas de jabón.