La memorable Eva Perón, hace 70 años, formuló un trascendental aforismo ligado a la justicia social: “Donde hay una necesidad nace un derecho”. Javier Milei, candidato a diputado nacional, que aparece como una suerte de Bolsonaro argentino, de falso “libertario” con reminiscencias hitlerianas, promete cancelar la aspiración de Evita expresando en un discurso público que “venimos a terminar con el verso ese de que donde hay una necesidad nace un derecho”.

A simple vista pareciera que Milei es un enajenado mental; pero no es así. No necesita la atención profesional de un virtuoso y comprometido especialista como Alfredo Moffatt. No es un “loquito suelto” a desestimar, aunque se “hace el loco” para sumar adeptos, como tantas otras y otros del partido PRO y de Juntos por el Cambio, infectados de odio social y personal.

No es, y no debe ser considerado así, un energúmeno, un payaso, un desquiciado, un imbécil, un extraviado, un miserable; aunque sí su accionar se inscribe en una grave enfermedad social.

Es la enfermedad que padecen, históricamente, aquellos sectores y clases sociales que conciben derechos y privilegios sobre la expoliación de otros, garantizando para sí, y no para el conjunto de la sociedad, el usufructo de los bienes socialmente producidos, es decir generados por todos los habitantes de una nación.

De ahí que Milei, y sus referentes regionales y mundiales que provocaron y continúan provocando terribles catástrofes, encarna peligrosamente las posiciones más inhumanas que sustentan, en la práctica, que donde hay una necesidad nace un mercado. Y el “bondadoso” y “justo” mercado sabemos cómo funciona.

Por ello su discurso se enhebra fuertemente con las propuestas de los tradicionales sectores conservadores de la sociedad, del neoliberalismo local y global y recepta elogios en el país de Patricia Bullrich, de Mauricio Macri, de Domingo Cavallo. Y del extranjero recibe adhesiones del diputado Bolsonaro hijo y del ex futbolista paraguayo y hoy político José Luis Chilavert. En Argentina, llegado el momento, licuarán sus aparentes contradicciones o sus divergencias secundarias y marcharán unidos en contra de los derechos de las mayorías.

Esta concepción, que engañosamente promete “la libertad” y que también cautiva a muchos jóvenes desesperanzados, concibe un tipo de sociedad que garantice derechos sólo para algunos y no para todos. Por eso, no dudan en sincerarse enfáticamente y anunciar que “van a terminar con el verso de los derechos”.

En esto Milei es firmemente creíble y es totalmente coherente al oponerse a lo proclamado por Eva Perón. Y no debe ser subestimado, suponiendo erróneamente que se trata de algo circunstancial o pasajero. Si se enraíza y despliega, se convertirá en una bárbara pandemia social y política mucho más difícil de combatir y serán estériles los lamentos por lo que no se supo prevenir a tiempo.

Por eso, algunos estamos totalmente en contra de las posiciones de Milei, de los llamados “libertarios” y del neoliberalismo. Porque estamos a favor, y bregamos por ello, de la construcción de una sociedad justa con derechos plenos para todos y todas.

* Norberto Alayón es trabajador social y fue vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).