Momentos como este nunca duran                6 puntos

Moments Like This Never Last; EE.UU./Canadá, 2020

Dirección y guion: Cheryl Dunn.

Duración: 96 minutos.

Estreno: en Mubi, bajo su título original en inglés Moments Like This Never Last.

La fotógrafa y documentalista Cheryl Dunn nació en Nueva Jersey, pero basó gran parte de su obra fotográfica en el registro de la bulliciosa vida en las calles de la vecina Nueva York. No es extraño entonces que el cortometraje Bicycle Gangs of New York (2004) esté enfocado en las actividades de las pandillas de ciclistas de su ciudad adoptiva, y su opera prima en el largometraje Everybody Street (2013) describa la relación entre N.Y. y algunos de sus fotógrafos más celebrados, entre otros Mary Ellen Mark, Elliott Erwitt y Ricky Powell. Momentos como este nunca duran abandona en parte los retratos colectivos para meterse de lleno en la breve y resplandeciente vida y obra de Dash Snow, el fotógrafo y artista plástico que, a comienzos de este siglo, algún crítico de arte apodó como el “nuevo Basquiat”, famoso por los retratos de la vida nocturna junto a amigos y colegas –pletóricos de drogas y sexo– y los collages de textos e imágenes que le daban forma a sus fanzines, de donde surge el título del documental.

Dashiell A. Snow (1981-2009), nacido en el seno de la aristocrática familia Menil, muy ligada al mundo del arte, decidió desde joven vivir una vida alejada de lujos y privilegios, y a partir de los dieciséis años alternó períodos en las calles y casas tomadas de los barrios menos ricos de Nueva York con paradas en centros de detención. La película de Cheryl Dunn opta por ordenar el relato de manera cronológica, y los primeros minutos recuperan fragmentos de videos de los años 90, cuando el joven Snow formaba parte del grupo de artistas del grafiti conocido como IRAK, uno de los más célebres del centro neoyorquino. De ese período, Dunn destaca una de sus obras callejeras más temerarias (el grafiteo del Puente de Brooklyn). El énfasis siempre está puesto en el rol del protagonista dentro de las rutinas del colectivo, antes del súbito salto a la fama, las primeras muestras, los viajes internacionales y el abandono de la cocaína por la mucho más adictiva heroína intravenosa. En otras palabras, el camino que va de la rebeldía a la autodestrucción.

Con sus pelos larguísimos, barba a tono y sombrero y anteojos negros, la imagen de Dash Snow parece encarnar el grunge tardío, aunque un artículo del The New York Times tal vez haya dado en la tecla al describirlo como “la última versión del Baudelaire neoyorquino”. Es imposible no ver en el film de Dunn una aproximación tal vez demasiado “oficial” a Snow –el desfile de amigos, familiares, parejas y colegas desgrana recuerdos e impresiones–, pero a cambio el film logra describir de manera vívida el mundo del arte en la Gran Manzana luego de los atentados del 11 de septiembre. Contradictorio, irresponsable, lleno de energía vital pero también de un impulso de muerte irrefrenable, la vida de Snow era su arte. Y viceversa. Es esa manifestación creativa alejada de convenciones y conforts lo que Moments Like This Never Last logra transmitir sin filtros ni frenos: tomar cocaína de la pija erecta de un amigo, imitar a un hámster en una jaula gigante o invitar a un linyera a disfrazarse de noble en la más coqueta galería de arte de Manhattan.