El jueves pasado, en la sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT), se produjo un nuevo encuentro de la Comisión Mixta de Seguimiento para concretar el Acta Acuerdo. Allí, las autoridades y los representantes gremiales buscaban acordar cómo incorporar los 500 investigadores que, pese a haber cumplido de manera favorable con todas las instancias de evaluación, no ingresaron al Conicet a fines del año pasado. El martes, el MinCyT (a través de su portal en internet) se adelantaba a la reunión y anunciaba el denominado “Plan de Fortalecimiento de la Investigación en las Universidades Nacionales”, a partir del cual –junto al Ministerio de Educación– anticipaba la firma de un convenio para crear 410 cargos docentes para distribuir entre los 500 investigadores. La iniciativa tenía el objetivo de solucionar la situación de los trabajadores que reclaman (desde hace cinco meses) por el cumplimiento de sus derechos laborales.

El Plan propuesto representaba una mejora respecto a las ofertas previas –contratos anuales precarios en organismos de CyT descentralizados– en la medida en que preveía la constitución de plazas con dedicación exclusiva (nivel jefe de trabajos prácticos) y reconocía la antigüedad en el ejercicio de sus deberes. Además, estipulaba que los cargos docentes serían complementados con una convocatoria especial de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, que financiaría los proyectos de investigación y equipamiento, por medio del instrumento Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica Orientados (Picto). No obstante, aunque la oferta mejoraba los intentos anteriores, sembraba el campo de nuevos interrogantes. 

Una de los principales incógnitas apuntaba a resolver qué ocurriría con los 88 investigadores que no eran considerados en el ofrecimiento oficial que contemplaba 410 plazas cuando los afectados son 498. Otro punto importante radicaba en resolver cuáles serían los destinos finales de los científicos: ¿qué investigador trabajaría en qué universidad? Y el tercer punto de tensión versaba sobre el desfasaje de salarios: mientras el neto actual de un/a investigador/a asistente sin antigüedad está por sobre los 24.000 pesos, el cargo de JTP exclusiva con hasta cinco años de antigüedad no supera los 17.000. Y la estabilidad de esos cargos no estaría garantizada porque luego de dos años serían concursados en convocatorias abiertas. 

La respuesta conjunta de los ministerios surgió como resultado de la lucha de los científicos que, desde diciembre pasado, realizan reclamos, plenarios y encuentros. Una serie de movilizaciones que, bajo la consigna “Investigar es trabajar” obligó al Gobierno a recular su marcha y a repensar el ajuste presupuestario y la reducción de ingresos. Mediante esta solución, el Conicet parecía desmarcarse (en parte) del asunto y delegar parte de sus obligaciones en las universidades.

Después de 140 días, el problema no solo se puede interpretar y definir como un conflicto presupuestario. Se trata de un conflicto material (en la medida en que compromete las vidas de los investigadores) pero sobre todo simbólico. El MinCyT se hace eco de un modelo de país que piensa que los científicos son prescindibles y que sus contribuciones poco tienen que aportar en el engranaje productivo de la Nación. Las reiteradas idas y venidas, la campaña mediática orquestada en contra de los investigadores de ciencias sociales, las repuestas difusas, la decisión del directorio del Conicet de reducir los ingresos para los años que vienen, la supremacía de lo tecnológico y lo aplicativo por sobre “lo básico” constituyen diferentes caras de una misma estrategia política. 

El campo científico puede describirse como un laboratorio social desde el cual es posible analizar el proyecto de país que los representantes en ejercicio buscan promover. Hoy, según parece, se han esfumado los planes expansivos para un sistema científico en constante crecimiento. Por el contrario, sus protagonistas son desvalorizados mediante acciones que no hacen más que oscurecer el paisaje. Comunicados que comunican poco, propuestas que no proponen nada y luego el silencio. Hoy, la ciencia es la copia fiel de un cuerpo estatal que parece ir a los tumbos sin ningún objetivo de progreso certero, que echa mano a la improvisación y que cuando se marea repite formulas históricas que nunca han funcionado.