El 7 de octubre de 2011, el intendente de San Isidro, Gustavo Posse (UCR- Cambiemos), inauguraba el Centro de Control de Cámaras en Vía Pública, un domo con una multitud de pantallas que repetían imágenes tomadas por 680 cámaras de seguridad en las calles. “Es importante hacerle notar al delincuente que aquí, en San Isidro, delinquir es difícil”, aseguró Posse en el acto. Muy cerca suyo, el jefe de la Policía Distrital, Raúl Papa, batía sus palmas en señal de aprobación. Ayer, el mismo Papa salía del juicio oral en el que lo juzgaban por encubrir a una banda que asaltó a un empresario del juego. No estaba en condiciones de aplaudir: primero, porque lo condenaron a seis años; segundo, porque tenía las muñecas esposadas.

Papa fue detenido el 14 de octubre de 2011, o sea, una semana después de la inauguración del domo. Lo acusaban de encubrir a tres asaltantes que habían intentado robar a Jorge Pereyra, de 70 años, dueño de un bingo y de caballos de carrera en San Isidro. Intentar es la palabra correcta. Se encontraron con una impensable resistencia por parte de la víctima y su familia.

La madrugada del viernes 5 de agosto, Pereyra, llegaba a su casa de Tomkinson al 3300, en las Lomas de San Isidro. Al abrir el portón para entrar su Mercedes, un trío de asaltantes que había llegado en otro Mercedes, se le fue encima. Lo amenazaron con armas pero Pereyra, en lugar de abrir, trabó sus puertas y se quedó dentro del auto, que era semiblindado. Después de un rato, a culatazos, los asaltantes lograron romper una ventanilla, con lo que convencieron a Pereyra quien entregó seis mil pesos que tenía en su poder, y un anillo.

El asalto se interrumpió cuando la esposa del empresario, vio las imágenes en sus cámaras de seguridad y desde la ventana empezó a los tiros con una Magnum .357, de la que es portadora y usuaria registrada. Los ladrones, ante el tono que tomaba el protagónico, decidieron emprender la retirada, y subieron al Mercedes en el que habían llegado. Pero el mal trago no terminó allí. El hijo del empresario, que regresaba hacia la casa y había sido alertado por su madre, al ver el Mercedes de los ladrones apuntó con su 4x4 Grand Cherokee, apretó el acelerador y lo arrugó de un golpe. Dentro quedaron atrapados dos de los tres ladrones, detenidos por gendarmes. El tercero escapó a la carrera.

Dentro del Mercedes, como para ir marcando la hipótesis de investigación, los gendarmes se encontraron con gorros de la Bonaerense, juegos de esposas y placas policiales, una patente de un auto robado, y dos equipos de comunicación con frecuencia policial.

Papa no fue vinculado por la banda por el flamante sistema de monitoreo sino porque el análisis de los celulares de los dos asaltantes detenidos, ordenado por el fiscal que investigó el caso, Patricio Ferrari, derivó en la realización de escuchas que los vincularon con Eduardo Vivas (43), un ex policía bonaerense exonerado en 2007. Vivas, a su vez, se comunicaba con Papa. El entonces jefe de la Distrital aseguró en su defensa que con Vivas estaba conectado desde que había sido policía y que era un informante suyo. No le creyeron. En una de las pruebas presentadas por Ferrari, hay escuchas telefónicas en las que Papa habla con Vivas sobre todo lo que estaba investigando la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) y la fiscalía sobre el asalto a Pereyra.

“En el escritorio de mi oficina tengo lo que me mandaron que están investigando. Están en bolas”, dice Papa en una de las escuchas.

“Ellos sospechan de ese muchacho que yo te digo, que supuestamente hay un informante que está en pelotas evidentemente”, agrega Papa.

En otro tramo, Papa le dice a Vivas que los investigadores de la DDI están sobrecargados de trabajo porque para la época del intento de asalto a Pereyra la DDI debía enviar equipos propios a colaborar con la investigación del caso de Candela Rodríguez. “Quedate tranquilo que no... Ahí estuvieron enquilombados y siguen enquilombados con lo de Hurlingham. Todos los días tienen que mandar dos, tres grupos operativos... Están superados, viste”, dice Papa.

Papa logró después de su detención alcanzar la excarcelación. De ese modo, llegó a juicio en libertad. Pero ayer, al finalizar el juicio, el Tribunal Oral Criminal (TOC) 6 de San Isidro, integrado por los jueces María Angélica Etcheverry, Débora Ramírez y Federico Tuya, decidió condenar a Papa por el delito de “encubrimiento doblemente agravado por tratarse de un funcionario público y por ser consecuencia de un hecho especialmente grave”, con una pena de seis años.

Pese a que había llegado al debate en libertad, el ex comisario de la Bonaerense se fue esposado de la sala de audiencia de la calle Marín 114, ya que el tribunal ordenó su inmediata detención, tal como lo había pedido en su alegato del 26 de abril el fiscal del juicio, Claudio Scapolán.

Además de Papa (50), también fueron condenados en este debate otros dos imputados: el policía exonerado Alejandro Agustín Peyrot (45), que recibió una condena de diez años de cárcel como “coautor” en el robo al empresario, y Diego Romero (41), quien era novio de una sobrina de la víctima del robo y para la Justicia el “entregador” del hecho, que recibió una pena de nueve años.

Romero fue detenido en la sala al igual que Papa, mientras que a Peyrot se lo mandó a arrestar porque no asistió a la lectura del veredicto. El fiscal había solicitado seis años de prisión para Papa, mientras que la defensa, a cargo del abogado Pablo Hawlena Gianotti, pidió su absolución.