Tal como informaron en su momento los titulares de los diarios, entre 2008 y 2009 24 empleados de France Telecom se quitaron la vida, como consecuencia de un plan de reestructuración empresarial que los ponía ante la opción de firmar el retiro voluntario o trabajar en condiciones degradantes y hasta peligrosas para la salud. En un libro llamado La privatización de los cuerpos (2008), el sociólogo argentino Damián Pierbattisti investigó un proceso previo, en el que otra empresa telefónica había adoptado una política semejante, con resultados semejantes. Se trataba del proceso de privatización de la empresa ENTel en la Argentina de Carlos Menem, a cargo de Telefónica de España. En este caso los suicidios no fueron tantos como años más tarde en Francia, pero también los hubo.

A la realizadora Sandra Gugliotta (Buenos Aires, 1969), el tema le tocaba en forma personal: su padre fue uno de los trabajadores de ENTel a los que la privatización dejó sin empleo en 1990. De esta convergencia de dolor y de datos surgió Retiros (in)voluntarios, que se estrena este jueves en salas de Buenos Aires. En su segundo documental después de La toma (2013), la realizadora de Un día de suerte y Las vidas posibles investiga ambos casos, trazando una línea de fuego que atraviesa el Atlántico y deja a su paso vidas, familias y economías quebradas para siempre.

-¿Cuál fue el disparador del documental? ¿La noticia de los suicidios de los empleados de France Telecom o el despido encubierto de tu padre?

-Lo primero fue una nota sobre el tema que publicó el diario Miradas al Sur. Luego tomé contacto con el sociólogo Damián Pierbattisti, que había publicado el libro La privatización de los cuerpos, fruto de una investigación de diez años sobre las privatizaciones en el área de telecomunicaciones en Francia y Argentina. La hipótesis de su investigación era novedosa: sostenía que lo que sucedió en Argentina con la flexibilización laboral durante el menemismo se replicó luego en Francia durante la privatización de France Telecom. Esto es lo que trato de abordar en el documental, una idea que en principio me parecía ”infilmable” y que me llevó muchos años de investigación y trabajo. No sólo sobre el contenido sino también sobre la manera de contarla, para encontrar un lenguaje y un dispositivo que me resultara interesante.

-Contame en qué condiciones tu padre fue obligado a dejar la empresa.

-La de mi viejo es una más de las historias de trabajadores desocupados (o reconvertidos forzosamente) de los 90. En el desarrollo de la película encontré en él un lugar íntimo, amoroso y personal desde donde vincularme con estos sucesos políticos que parecen datos duros, pero que en realidad sólo hablan del sufrimiento de las personas, una variable que no se suele tener en cuenta cuando se habla del neoliberalismo. Para él, como (creo) que para la mayoría de los hombres de esa generación, el cambio de paradigma fue un golpe muy fuerte. Los trabajadores pensaban que sus vidas estaban en un camino que no iba a tener muchas modificaciones. El concepto del trabajo, del futuro, de la organización de las familias y la economía doméstica era algo que parecía estable. Encontrarse de pronto desempleados fue un golpe muy duro para muchos de ellos, principalmente para los varones. La mayoría de los protagonistas de esta película son hombres, para ellos el del desempleo y la pérdida del lugar de “proveedores” de la familia parece haber sido algo abismal.

-¿Qué sentiste frente a los entrevistados franceses?

-Una enorme sorpresa. Muchas veces no supe cómo actuar porque la emoción que sentía era más fuerte que cualquier cosa que pudiera pensar como puesta, montaje, etc. Me pregunté mucho qué hacer cuando en un documental te enfrentás como realizador a un tema tan íntimo y perturbador, y decidí que el único camino que podía tomar era transmitir esa sensación y dejar que fueran mis protagonistas quienes contaran su historia, sin intervenir demasiado y ofreciéndoles una escucha atenta y amorosa.

-Un entrevistado cuenta que a su familiar lo mandaron a trabajar en un sótano sin ventanas y con la calefacción deliberadamente alta. Esta tortura psicológica lleva a una asociación escalofriante con la llamada “Escuela Francesa” de tortura, desarrollada durante la guerra de Argelia y exportada a Latinoamérica, en la que se formaron los militares de la dictadura.

-Ese tema era uno de los ejes principales de lo que yo quería investigar y formó parte del proyecto original. Quedó en una mención en la película y no había espacio en la estructura para ahondar más en él.

-Si la película fuera una ficción, ciertos relatos podrían parecer obscenos y poco creíbles. La carta que una chica le manda a sus seres cercanos 5 minutos antes de tirarse por la ventana, el relato minucioso del ritual casi japonés de un empleado que se clava un cuchillo en el estómago frente a sus superiores, las referencias a inmolaciones, que también suenan más orientales que occidentales, el empleado que se ahorcó con un cable telefónico, vestido con su uniforme. Tratándose de un documental, uno comprende que es la realidad la que a veces es obscena.

-Los suicidios por motivos laborales en Francia tuvieron una puesta en escena en algunos casos impresionante, ya que los realizaron en el lugar de trabajo y frente a testigos. Hay algo de los suicidios como un hecho social que es un poco lejano para nosotros, y yo creo que tiene que ver con que en Argentina la protesta social es muy fuerte y de alguna manera canaliza ese dolor individual.

-Es transparente el relato detallado que hace un ejecutivo sobre las estrategias de guerra aplicadas a la economía, desde lo que conocemos como capitalismo salvaje en adelante.

-Ese ejecutivo francés es un caso muy interesante. Un hombre que en su rol de Ejecutivo de Recursos Humanos había despedido más de mil personas y que luego deja su trabajo y se dedica a contarlo y habla de prácticas de recursos humanos que inculcan una "cultura del miedo". Cuenta sobre su trabajo en el vocabulario de un sicario. Dice que hace el trabajo como quien acepta un contrato, mata fríamente, sin escrúpulos pero dentro de las reglas, limpio, sin remordimientos.

-¿Cómo surge la expresión “genocidio telefónico”, en qué circunstancias se la utilizó?

-Surge en el marco de uno de los casos de degradación laboral, documentado en el ensayo legal Ciudadela sitiada, que elaboró como defensa el abogado laboralista Luis Enrique Ramírez. Posteriormente se documentaron otros doce casos similares, en el informe que se llamó Genocidio telefónico y que fue confeccionado para documentar lo que estaba sucediendo con las privatizaciones y recursos humanos, con datos que aportaron los propios trabajadores.

-Si se dibujara una línea de puntos que lleve de Telefónica de Argentina 1990 a France Telecom 2008/2009 y de allí a los conglomerados que ambas compañías han constituido junto a empresas como Movistar, Personal, Canal 13 y Fibertel, se obtendría una hoja de una de las rutas del gran capital, en la Argentina de las últimas décadas.

-El caso de las telecomunicaciones es paradigmático porque se une allí una cantidad de temas que tienen que ver con la conformación y transformación del poder real de las últimas décadas. Se podrían filmar muchas películas desde distintos puntos de vista y atravesando muchos países y creo que todas serían reveladoras.

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