“No son números, son infancias rotas. #YoSíTeCreo” es el lema que la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidades de La Matanza instaló en el marco del 19 de noviembre, Día Internacional para la Prevención del Abuso Sexual en las Infancias (ASI). “Es tan perverso el sistema que se espera del niño abusado que no se contradiga, que sea coherente en su discurso… pero si lo es, tampoco se le cree, se dice que está manipulado por la madre. Por eso la consigna es 'yo te creo'”, dijo Liliana Hendel, a cargo de la secretaría, en una conferencia de prensa realizada este mediodía en el Palacio Municipal de La Matanza. La consigna fue visibilizar un tema que todavía, a pesar del avance de los feminismos, es tabú.

Los números que dan cuenta del ASI no dejan de asombrar: 8 de cada 10 víctimas son de género femenino, el 50 por ciento de las víctimas tienen entre 12 y 17 años, y el 37 por ciento de los abusos sucedieron en el hogar. Además, entre octubre de 2019 y septiembre de 2020 el aumento interanual de las violencias en entornos digitales creció un 148 por ciento, el grooming (acoso digital) un 124 y el uso de niños, niñas y adolescentes en pronografía un 522 por ciento. Los datos son del Programa las victimas contra las violencias de Nación.

En la conferencia de prensa estuvieron además el doctor Carlos Rozansky, ex juez y presidente de Asociación Civil de Altos Estudios en Violencias y Abusos Sexuales (Aevas); la licenciada en Psicología Natalia Amatiello, integrante del equipo de AEVAS; la doctora Andrea Vázquez, codirectora de la Dirección de Acceso a Justicia de la secretaría, y Noor Jiménez Abraham, Directora Políticas Actualización de Conocimientos, de la Secretaría de Mujeres, Políticas de Género y Diversidades de La Matanza.

La secretaría presentó la firma de un convenio con Aevas para el abordaje de situaciones de ASI. ¿Por qué el convenio? “Porque se generó un espacio en el municipio fundamental. Esta problemática requiere de decisiones políticas”, dijo Rozansky. “No se logra entender tanta distancia entre lo que son las leyes, que tenemos leyes extraordinarias, y la gente. ¿Por qué teniendo normas protectoras de las víctimas hay un abismo en el medio que no permite que las leyes se conviertan en fallos, en sentencias que las amparen? Hay que encontrar espacios de escucha respetuosa”, agregó.

Se trata de un trabajo de grupos de atención a niños, niñas y adolescentes que hayan sufrido abuso con duplas de psicólogas y trabajadoras sociales. La propuesta es “trabajar en el terreno achicando esa brecha con respecto a la palabra del niñe. Les niñes dicen en un contexto y no vuelven a decir, sobre todo los que son más pequeñites. Es difícil que repitan porque ya contaron o porque vieron la reacción del contexto y dicen esto no hay que decirlo y porque también tienen la presión del abusador con una gran diferencia de poder, donde está instalada la categoría del secreto”, explicó Amatiello. “Este trabajo pretende que el sistema se adapte a esa voz y no que les niñes tengan que ir una y otra vez a repetir ese discurso para que sea una prueba verídica, como si ese niñe pudiera tener una foto en su cabeza; es mucho más complejo, solo tiene impresiones en su cuerpo de lo que sucedió”, aclaró.

Andrea Vázquez, que además de funcionaria es “madre protectora” y hace años lidia con el sistema judicial para defender a sus hijos del abusador, explicó el proceso por el que pasan niños, niñas y adolescentes que sufrieron abuso y la famila que les cree. “¿Qué sucede para que no se logren condenas y para que este delito sea tan impune? “Que este delito se comete en la intimidad y que tenemos como prueba la palabra de ese niño, la palabra se pulveriza cuando se dice que es un discurso implantado, adulto. Es una violación, ¿cómo no va a tener un lenguaje adulto?”, dijo. “Para que ese niño pueda recuperarse necesita un entorno contenedor, facilitador, un contexto que le permita acceder a una denuncia. Sabemos que los cuidados los ejercen las madres. Me presentaron como madre protectora. Me toca en primera persona. ¿Qué pasa cuando las madres vamos a la justicia a contar que nuestros hijos son víctimas porque les creemos? Nos patologizan. Somos locas, alienadoras. Eliminarnos es muy fácil si el discurso del niño es la única prueba para la causa penal, en muy pocas circunstancias sabemos que hay lesiones”.

“Con pocas pruebas la otra pata que nos queda --continuó--, que es terrible, son los procesos civiles. Son los jueces de familia los que obligan a revincularlos con ese progenitor que en definitiva se presume inocente si no hay pruebas en la causa penal, y esas causas corren como si fueran otras personas, las causas no se cruzan. Nos obligan a nosotras a llevarlos a revincularlos con la persona que lo violó. Si no cumplimos con esa manda nos van a denunciar por impedimento de contacto, nos van a invitar a ir a terapia para convencernos de que eso que dicen nuestros hijos no pasó”.

Finalmente, Hendel celebró que en la nueva reedición del libro Diccionario de los Feminismos, compilado por Susana Gamba, se haya incluido por primera vez en un diccionario el falso Síndrome de Alienación Parental (SAP), que todavía es usado por algunos juzgados para someter a niños, niñas y madres que intentan protegerlos de sus abusadores --muchas veces sus propios padres--, a la tortura de la revinculación forzada. “Nos encantaría saber cuántos jueces y juezas recusados por mala praxis siguen ejerciendo un rol vitalicio. Todos jueces que han sido denunciados siguen en los tribunales. Y donde más se notan estas situaciones es en ASI”, dijo. Por eso la necesidad de instalar el tema en la agenda política y mediática. Las estructuras que hay que transformar para cambiar la mirada están muy arraigadas en todas las instituciones, especialmente en el sistema judicial. “Queremos convertirnos en una nave insignia que marque un rumbo y que instale que de esto sí se habla”, finalizó Hendel.