Dos varones se conocen en una fiesta. Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan. En la madrugada, en la casa de uno de ellos se desnudan, se penetran, se chupan. Inmediatamente se van a vivir juntos. Al poco tiempo comienzan los conflictos y tienen que -y no quieren- decirse adiós.

La historia ocurrió tantas veces que bien puede ser universalizada y parece tan impersonal que no precisa de nominalizaciones precisas. Quizás por eso los personajes se llaman simplemente Yo (Sebastián Suñé) y Él (Francisco Bertín). El tema es que Yo es un dramaturgo de obras por encargo y Él es un bello actor de esos que pululan e intentan sobrevivir en el teatro off. Los problemas empiezan cuando Yo es convocado por un festival para escribir un biodrama y Él, su único novio, le pide que escriba “una obra para mí”. O quizás habían empezado antes porque Yo es un antisocial empedernido y a Él le gusta salir y tiene problemas con las drogas. Aunque visto de otra manera, tal vez, un hecho doloroso ya los había separado definitivamente al momento en que Él pide ser visibilizado por Yo en un relato inspirado en la relación amorosa.

En todo caso, jugando con la yuxtaposición de tiempos y espacios y con los límites entre realidad y ficción, Una obra para mí nos sumerge en el detrás de escena de un autor: los procesos, las inspiraciones, los bloqueos y los límites siempre imprecisos para no caer en lugares comunes. Porque frases tales como “La felicidad era él en pelotas en mi casa haciendo huevos revueltos para los dos” o escenas de Él llegando del gimnasio y queriendo “ponerla” pueden ser clisés pero también tienen su rapto de belleza y logran captar esos momentos en que la vida da tregua, esas ráfagas que suponen imitaciones a la idea platónica de felicidad.

A medida que va transcurriendo la obra, Él o Sebastián Suñé (en una interesante reflexión sobre la autoficción) esboza un guion que, con leves trazos intenta retratar la cotidianeidad de dos amantes felices e infelices a su manera. Para ello –como para captar la vida misma- necesita apelar a diversos géneros: el drama, la comedia, el melodrama, la tragedia, el musical, la ciencia ficción, entre otros. Eso posibilita que Suñé y Bertín puedan desplegar sus dotes interpretativas, desnudándose literalmente en el escenario. En efecto, los actores se aman y se odian mientras se besan, se tocan, ríen, cantan y bailan y tan pronto evocan Escenas de la vida conyugal como parodian los momentos felices de las comedias musicales del estilo de My Fair Lady en tramos imperdibles titulados “la vidita perfecta”.

Pero “Una obra para mí” es mucho más que eso. Es un texto extraordinario que puede ser leído como el tributo a un amado o a una historia de amor. La versión trash y gay de Love Story. Pero también una verdadera poética de la ausencia, los duelos y sus intentos fallidos de exorcismo. Y, una triste, por momentos graciosa y siempre encantadora canción del adiós.

Una obra para mí de Sebastián Suñé con Sebastián Suñé y Francisco Bertín. Dirección: Lía Bagnoli y Sebastián Suñé. Viernes 22 y 30 hs en Espacio Callejón. Humahuaca 3759,