La primera escena explica la segunda parte del título: una pareja tiene sexo y se graba con un teléfono celular. La voz de una persona del otro lado de la puerta interrumpe a medias el acto y deja en claro que no se trata de nada “ilegítimo” o secreto, sino de un pequeño recreo en la vida de una pareja de mediana edad que, tal vez, está intentando reavivar una llama que la costumbre, los hijos y el paso del tiempo han logrado apagar un poco. El sexo es real o tanto como puede serlo en una película con actores “normales”, alejados del profesionalismo del porno industrial. El rostro de la mujer está parcialmente tapado por un antifaz, pero sus facciones pueden ser reconocidas por quienes la conocen. Finalizado el prólogo, Sexo desafortunado o porno loco deja en claro que el primer término del título tiene también una razón de ser: Emilia, la mujer del video, es una maestra de escuela primaria y la filtración del video en sitios web y redes sociales llegó a los periódicos. Y a la vista de los padres y madres de los alumnos. Ahora la llaman la “profe porno” o algo así, coyuntura más que complicada en una existencia usualmente exenta de sobresaltos. Tan infortunada que podría llegar a tener consecuencias en su vida profesional. El punto de partida del extraordinario largometraje del rumano Radu Jude, director de títulos esenciales como Scarred Hearts, I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians y Uppercase Print –este último disponible en la plataforma Mubi– llegará a las salas de cine en las próximas semanas, un film rodado en plena primera ola de la pandemia que no sólo nunca evita la proliferación de barbijos en pantalla sino que, de manera ingeniosa e inteligente, los utiliza como parte de una mirada crítica e irónica sobre las sociedades contemporáneas. Dividido en tres partes anunciadas por sendos títulos, Sexo desafortunado… comienza como un híbrido entre la ficción y el documental, se repliega luego en una suerte de diccionario audiovisual de términos, conceptos e ideas y, finalmente, se lanza a una comedia humana con formato de sitcom al aire libre que funciona como juicio sumario a los actos privados (que se han hecho públicos) de la profesora. Una película sorprendente que no se parece a casi nada, y que su propio realizador ha descripto como “un film inacabado”.

“Le parole sono importanti”, afirmaba Nanni Moretti en Palombella rossa, una de las creaciones más recordadas del italiano. Radu Jude seguramente estará de acuerdo: en su cine, las palabras, cómo se dicen y en qué contexto, son de especial relevancia. Por eso explica, en una conversación vía Zoom, que el título internacional en inglés de su nueva película, Bad Luck Banging Or Loony Porn –traducida al español de manera más o menos fiel– tiene en su versión original rumana ciertas connotaciones que se pierden en la traducción. “En rumano es aún más complejo, porque las palabras que utilizamos, Babardeala cu bucluc sau porno balamuc, tienen una lectura particular, con muchas capas históricas. ‘Babardeala’, por ejemplo, es como ‘coger’, pero menos vulgar, aunque al mismo tiempo, al tener un origen gitano y siendo la sociedad rumana bastante racista, tiene un eco sucio. Nadie usa esa palabra ante desconocidos. Cuando la película fue premiada en el Festival de Berlín, un periodista en la televisión rumana evitó leer el título. ‘Balamuc’, en tanto, es un término que viene de la época turco-otomana y es utilizado mucho por la prensa amarillista para decir que algo es muy loco, disparatado. El título original es imposible de traducir en toda su lógica”. Emi (la actriz Katia Pascariu) camina por las calles de Bucarest, hace compras, atiende el teléfono un par de veces, visita a la directora de la escuela donde dicta clases para conversar sobre lo ocurrido y los pasos a seguir. Como Godard en Dos o tres cosas que sé de ella, el personaje es tan importante como la ciudad, y Jude la sigue con la cámara pero se permite constantemente digresiones, paneando para detenerse en edificios, carteles, cruces de calles, autos y peatones. Casi todos usan barbijo –algunos de forma correcta, otros con la nariz por afuera– y cierta violencia larvaria se revela en algunos modos y actitudes. A pesar de la amplitud de las avenidas y del derrotero extenso de Emi –del súper a un mercado en el parque, de un café en el shopping a una farmacia y de allí a la acogedora sombra de un paseo techado– el subtítulo elegido por el realizador para esta primera parte es ‘Calle de un único sentido’.

“El título de esa primera parte está ligado a Walter Benjamin”, aclara Radu Jude, “por su libro Calle de sentido único, en donde toma la metáfora de una calle para hablar sobre la forma del libro. Supongo que en Godard hay algo similar, ligado a una idea de modernidad. También está toda esa literatura de los años 20 y 30 del siglo pasado (pienso en John Dos Passos) en la cual la ficción se entrelaza con elementos reales. Intenté hacer algo similar en Sexo desafortunado…: poner al personaje de ficción delante de un fondo documental, partiendo de la periferia para acercarnos de a poco al centro de Bucarest. La pregunta era: ¿hay algo allí, en lo trivial, en la superficie de nuestra realidad social, que pueda revelarnos lo que hay detrás? ¿Algo sobre la política, la educación, el comportamiento de la gente, sus valores? Esa fue la proposición de la película”. En cuanto al disparador de la “trama”, los tres minutos de sexo que transforman la vida de Emilia y la llevan a enfrentarse a un grupo furibundo de padres, Jude recuerda que el de los videos fue un tema que comenzó a darle vueltas en la cabeza hace más de diez años, “cuando en las noticias apareció un caso parecido al de la película. Pero hasta ahora no había sabido como abordarlo. Hace un tiempo, discutiendo con algunos amigos esta cuestión, todos ellos padres de chicos pequeños como yo, me di cuenta de la polarización que el tema provocada. Casi de inmediato se habían conformado dos grupos, unos a favor de la maestra y los otros en contra. Si esa pequeña historia generaba semejante grieta era evidente que había algo más profundo. Ese fue el punto de partida de la película, aunque todavía me resultaba difícil organizarlo en términos cinematográficos. La respuesta llegó tiempo después, cuando descubrí que lo interesante no era la historia en sí misma, el video, sino todo lo que hay detrás y alrededor. Cosas que tienen que ver con la vida contemporánea, los medios digitales, el cuerpo, la política, la moral y el concepto de obscenidad. ¿Qué es obsceno hoy, en el mundo digital, cuando todo es rápido y está un poco fuera de control?

“Breve diccionario de anécdotas, signos y maravillas”, la segunda parte de Sexo desafortunado…, puede leerse como eso mismo: una enciclopedia ilustrada de términos. O bien como una seguidilla de hashtags ilustrados a la manera de un collage audiovisual. La reflexión lingüística no es ajena a Jude, cuya prolífica y variada filmografía se reserva un espacio para films más cercanos al ensayo, y este segmento lleno de ironía, humor y crítica rabiosa al pasado y el presente de Rumania, al racismo, a la hipocresía y otras tumefacciones sociales, incluye entradas que describen como casi la totalidad de los animales que han existido se extinguieron o que “mamada” es la palabra más buscada en los diccionarios online. Las citas, explicaciones y definiciones van de la historia de la humanidad a conceptos aparentemente triviales, ligados en mayor o menor medida a lo que se ha visto y lo que se verá. “Son como videos de TikTok, ¿no?”, se pregunta el realizador sonriendo. “Me río porque a la hora de aplicar a los mecanismos de financiación para hacer una película siempre te piden una sinopsis larga, que explique qué es lo que ocurre en la historia de la manera más precisa posible. Y al llegar a la segunda parte obviamente me encontré con un problema. Era imposible describir qué pasaba allí. ¿Decir que era un collage de citas e ilustraciones? Adjunté algunas imágenes, pero me respondieron que eso no se podía hacer, que sólo podía enviarles textos. Al final, afortunadamente, hicieron una excepción, pero eso me hizo pensar en cómo esas mismas regulaciones moldean el cine que hacemos y vemos. En cuanto te salís un poco del borde te dicen que vuelvas a entrar. Así funciona el cine. En cuanto a la segunda parte en sí misma, cuando descubrí que la película no era necesariamente sobre el video sexual, sino sobre todas las conexiones que podían partir desde allí, me permití jugar con la investigación sobre diversos tópicos. Fue un proceso bastante azaroso. Si leía algo interesante lo guardaba en una carpeta, lo mismo si veía un video en Facebook”.

El director Radu Jude

Emilia llega al patio de la escuela. Los alumnos ya se han ido y los padres –inminentes jurados y jueces– la esperan sentados en sus respectivas sillas, dispuestas allí para la ocasión. Todo el mundo usa barbijo, pero de a poco el espectador cae en la cuenta de que, a diferencia de lo que ocurría en la primera parte, ahora los adminículos también funcionan como una suerte de máscara. Radu Jude reinventa un objeto ubicuo de estos tiempos y lo transforma en un elemento de la puesta en escena que, en más de un sentido, refleja los temas de la película y de la sociedad, la rumana y, por extensión, la europea. Es un segmento potente, lleno de humor, casi una commedia dell'Arte contemporánea, que culmina con tres posibles finales y una imagen congelada difícil de olvidar. “Antes de Sexo desafortunado…. hice varias películas que tienen que ver con la historia de Rumania, así que tenía muchas ganas de hacer algo que transcurriera en la actualidad. Además de otras cosas, el cine siempre es un registro; la cámara es un aparato que registra la realidad, y ese es uno de sus grandes poderes. La idea era hacer un film contemporáneo, pero con la mirada de alguien que está haciendo un relato histórico. Fue un verdadero ejercicio eso de prestarle atención a lo que tenemos alrededor, así que cuando comenzó la pandemia el hecho en sí mismo se transformó en otro elemento a tener en cuenta. Un elemento para observar. Los barbijos debían tener un lugar central, casi bajo una mirada antropológica. Registrar los barbijos y crear personajes específicos para ellos. Es notable, por ejemplo, como el barbijo que puede verse en la cara del sacerdote de la película, con la inscripción ‘No puedo respirar’, fue creado para recordar la muerte de George Floyd en los Estados Unidos, y cómo luego fue utilizado por diversos grupos para protestar contra las medidas de aislamiento. Ahora, a un año del rodaje, ya no se recuerda ese origen. Las referencias se van perdiendo o cambiando”. Tal vez por eso, también, Sexo desafortunado o porno loco sea una película inacabada: la historia, nuestra historia, continúa.