Lucy Patané se presentará este jueves a las 21 en el Teatro Coliseo. A manera de antesala de lo que será ese show, la artista lanzó en octubre y noviembre los singles “Nevada” y “La del avión”, en cuyas tapas ostenta un look con aires de rockabilly. Aunque las canciones se comportan más bien como viajes introspectivos. Breve apéndice de una obra que goza de un espectro sonoro tan amplio que se puede jactar de su libertad, al igual que de su pluralidad. No sólo desde que decidió ser solista. Ese rasgo también está latente en su pasado grupal e incluso en su rol de acompañante de Diego Frenkel o Natalia Oreiro. Sin embargo, en esta ocasión se limitará a mostrar lo suyo. 

“Ya presentar todos los discos y EPs es un montón”, reconoce. “En el Coliseo veo una especie de celebración de la música que saqué hasta ahora. Es una apuesta que está buena porque voy a hacer todo el disco Lucy Patané (su último álbum, de 2019), pero también voy a cerrar con los dos pianos que hay ahí”.

-¿Sos muy quisquillosa al momento de laburar?

Ni a palos. Me refiero a que puedo ser muy obsesiva e hinchapelotas cuando grabo todos los instrumentos de un disco. Pero cuando otras personas entran en juego, suelto un poco. Si uno se pone muy rompebolas, no hay espacio. Dejo libre a que las cosas se armen más en conjunto.

-Pregunta obligada: ¿cómo estuvo tu pandemia?

-Me pasaron un montón de cosas. Al principio, me relajé. Empecé a trabajar un montón en música para películas. No tenía ganas de tocar, luego las tuve. Lo hice, y se me quitaron. Me pasó de todo, pero nunca dejé de hacer cosas. Este Coliseo me sirve para desempolvarme, y cerrar este episodio.

-Con este recital pareciera que querés abandonar el nicho que te contiene desde hace varios años.

-No sé si quiero ir más allá del nicho. En ese lugar tengo más libertad. Más que de forma ascendente, me gusta pensar las cosas de forma horizontal. Me copa ver a quién tengo al lado, y si puedo hacer algo con esa persona. Cuando saco música nueva, me entusiasmo y quiero que la gente la escuche y que vaya más allá de “mi movida”. Pero también me gusta tener las cosas bajo control.

-Vivir de adentro hacia afuera es una consigna propia de la Gestalt.

-La pandemia nos hizo mirar demasiado para adentro. No siento que tenga la energía arrolladora. Supongo que esa pregunta la llevaré a terapia.

-¿Hacés terapia?

-Hice terapia ocho años seguidos. Pero hace dos que no voy más.

-El disco Synchronicity, de The Police, está inspirado en el postulado jungiano de que los eventos se conectan mediante significado y no necesariamente por casualidad. ¿Te pasó que alguna canción saliera de una sesión de terapia?

-Ni ahí. No soy compositora compulsiva. Tardo bastante en que me salgan las cosas. No tengo esa cosa de composición de oficio. Necesito estar segura de que me gusta lo que hice para poder producirlo. Cuando hago música para películas, ahí sí tengo que componer. Es a pedido, y tengo que apelar más por el oficio. No soy una máquina para producir canciones. Cuando salen es porque me pasó algo, y necesito decir algo en especial.

-Suele hablarse de tu música con respeto y hasta con cierto dejo de solemnidad.

-Soy una insegura. Volviendo a lo de por qué no he ido a más, y es que es estresante. Esa ambición te puede salir un poco mal, y podés arrastrar a un montón de gente. En el Coliseo, por ejemplo, habrá 18 personas en escena. Quizá tengo un poco de miedo. Pero también me parece bien no esconder esa vulnerabilidad de los artistas. Esa imagen que existe de que vamos para adelante, no es así. Da miedo, causa estrés, y la pandemia nos dejó bastante rotos.

-Durante la pandemia, la misma industria musical que premia a Fito Páez y a Abel Pintos te reconoció. Tu álbum ganó el Gardel al “Mejor disco de rock alternativo”. ¿Ese aliciente no te ayuda a sacar la inseguridad?

-El Gardel lo tengo en casa, y cada vez que lo observo me digo: “¡Me gané un Gardel! Uno puede opinar sobre lo que significa ese premio u otro, pero es un reconocimiento súper grande para un disco que no fue pensado para esas cosas. Me pasa lo de la inseguridad, pero es difícil salir hacia delante. Hay un montón de herramientas que son complicadas de conseguir. Lo tengo que pensar más.

-Hay solistas a los que les da alergia su pasado grupal. ¿Te agarra comezón cuando hablan de tu incursión en Las Taradas o La Cosa Mostra?

-Lucy Patané no hubiera existido sin ese recorrido. Recolecté una cantidad de información que me ayudó a entender que no quería hacer nada más con todo eso. No quería respetar ninguna regla democrática de las bandas en las que participaba. Cuando saqué mi primer disco solista, mi vida cambió, mi agenda cambió, y mis prioridades cambiaron. Estuve poniendo energía en cosas que sentía propias, y cuando apareció mi voz, que fue lo que rompió con todo, empecé a estar al cien por cien conmigo. Si bien celebro haber hecho el quiebre, no reniego de lo anterior porque me construyó.

-Pero creciste en un estudio. Cuenta la leyenda que a los cuatro años te mandaste al estudio que tenían tus papás. ¿Qué te dijeron cuando les contaste que querías seguir sus pasos?

-A mi hermana y a mí siempre nos mostraron su universo desde un lugar libre, porque eran jóvenes. De todo lo que vi, fui eligiendo qué sí y qué no. Saber producir y saber grabar me da muchas más herramientas para traducir en la música.

(Imagen: Jorge Larrosa)

-Podés pasar del folklore a rockearla o a meterte con una orquesta. ¿De qué depende cada decisión musical?

-Me gusta estar entusiasmada. “Nevada”, por ejemplo, me entusiasmó desde el demo: la manera en la que lo mezclamos y grabamos. Me entusiasmó que me entusiasme. No sé si lo planeo tanto. Los EPs de los pianos los tenía guardados. Es un poco lo que hay.

-¿Por dónde pasa la homogeneidad estética en lo que hacés?

-Quizá en la manera. El riesgo está en todas las cosas que hago, pero siempre con humor. Eso hace que las cosas pertenezcan al mismo universo.

-¿Tu fuerte está más en lo musical o en lo lírico?

-No tengo tanto recorrido para decirte: “Compongo así o asá”. Siempre siento que tengo una fórmula, pero no es así. Porque me pasa otra cosa. Pensé que iba a hacer música instrumental. Que no iba a hacer canciones cantadas. Hasta que empecé a hacer mi disco. No soy una usina de hacer canciones, pero al menos puedo hacerlas. Me sale la canción medio entera. Pero la música instrumental la tengo y la domino. Hasta el día que deje de componer, buscaré nuevos métodos.

-¿Cómo se sensibiliza esa veta?

-Hoy por hoy estoy más conectada a la música instrumental. Siento que no tengo mucho para decir. Si es algo que le quiero decir a alguien o es una reflexión sobre algo… “Nevada” encaja perfecto en este escenario medio apocalíptico. La letra dice: “Pusimos todo para sobrevivir”.

-Al menos ahora en la Argentina, la música instrumental tiene su propio idioma.

-Me re interesa defender la música instrumental. ¿Por qué no hay playlist? Hay mucha música instrumental buenísima en el mundo y acá también. Juana Molina linkea la música instrumental con la canción y el humor. Fue la primera música que empecé a componer, a los 12. Mi timidez hizo que se desarrollara un poco más. Me cobijó antes de salir a cantar.

-¿Te entusiasma ser parte de una escena?

-No me interesa ser parte de cosas que no soy. Punto. Hay otras movidas. Se le pone el ojo por las nuevas generaciones, que son las que llevan el mainstream. Pero hoy levantás una baldosa y hay un ciclo de música experimental increíble en Planta Inclán, que es un centro cultural espectacular de Parque Patricios al que van cien personas. Y yo voy a esos conciertos. No estoy mirando. Tampoco me sale lo que se está haciendo ahora, y tampoco lo sé hacer. Me salen otras cosas. No es que lo rechace, es que no le presto atención. Me gusta lo underground en el sentido de que va por debajo de lo que vemos. Pero sí estoy al tanto de lo que sucede. Sé que Ca7riel sacó un disco. No lo escuché aún. Lo que me interesa mostrar es que se puede ir un poquito por la colectora de todo lo que nos muestran. Un puñado de gente le va a dar bola.

-Entonces no sos parte del sistema.

-Sí lo soy. Vos me estás haciendo una nota, me interesa que mi música se difunda. Y voy a tratar de difundirla por los medios en los que suena la música mainstream. Mi música no impacta en cantidades como sí lo hacen otros proyectos que salieron de ahí. Nunca se me tuerce la mirada porque no sé hacer esa música. Por suerte, musicalmente no me confundo. Nunca. Componiendo y produciendo, olvidate. El Gardel es una validación, pero tampoco es que sucede mucho más. No es que me llevó a hacer tres Gran Rex. Sigo en el mismo lugar.

-Si te llama El Kuelgue para que le abras su recital en el Movistar Arena o Conociendo Rusia para sus Gran Rex, ¿dirías que sí?

-Me encanta. Si yo puedo ir con mi música, voy. Aprovecho esos espacios, salvo que sean cosas que políticamente no me representen. Hace dos años No Te Va Gustar me invitó a tocar en el Gran Rex. Y estuvo muy bueno. Conocí a gente nueva. No me muevo sólo en los nichos. Hace un par de años toqué en un festival de metal, y hubo un montón de metaleros a los que les gustó lo que hago. Está bueno entrar por una puertita, y conquistar diferentes universos.

-¿Qué te encantaría hacer luego de este recital?

-Tengo muchas ganas de entrar en proceso creativo otra vez. De estar en ese estado. Es la primera vez que me lo plantearía así. No tengo idea de para dónde va a ir. Supongo que agarraré todos los condimentos que tengo, y ver qué pasa. En paralelo, quisiera articular grabaciones con otros artistas. Y con esto me refiero a una obra.

-¿El "featuring" salvó a esta época?

-Odio el featuring.