Ha muerto nuestra querida Dulce Suaya, profesora, maestra, amiga, compañera junto a quien, por caminos similares o bifurcados, pero siempre hacia el mismo horizonte, hemos recorrido juntos, casi 50 años de psicología en Argentina.

La primera noticia sobre Dulce fue en la inscripción a prácticos de Psicoanalítica 1. Alguien me dijo, inscribite con la profesora brasileña, sabe muchísimo, y ahí fui con mi tarjeta rosa, tempranísimo. Ya no tenía cupo pero le rogué tanto que aceptó. Y fue una de las mejores elecciones. Toda la base sólida del psicoanálisis la incorporé en ese intenso cuatrimestre.

Pero hay pequeñas anécdotas que describen mejor a las personas. En el examen parcial me puso un 2. Me quedé paralizado, protesté. Es raro, me dijo pero voy a revisarlo, y sorpresivamente me dio su teléfono. La llamé al día siguiente y no tenía novedades. Le dejé el teléfono de un vecino, en una época que muy pocos tenían. El domingo me avisan si la podía llamar. Ansioso viajé a Ciudad Evita, donde estaba el teléfono público más cercano. “Disculpá que te moleste un domingo”, me dijo ¡ella a mí! Se me habían trastocado los números de la suma. Tenés un 8. Agradecí feliz tanta honestidad y tanta generosidad y humildad... luego supe que así era siempre.

Apenas más adelante, los tiempos eran bravísimos. El cierre de la Facultad no la amilanó para seguir pensando en nosotros y nos convocó a su casa para cerrar la materia. Hay que conocer los tiempos de terror y muerte para entender sus gestos.

Ya como pares transitamos el gremio, donde llegó a ser presidenta de APBA, y la Facultad. Nos unió la defensa del gremio y la preocupación por un ejercicio y desarrollo idóneo de la profesión.

Se fue una gran amiga, una gran militante, una gran colega y una gran persona. Tengo la serenidad de haberle podido decir en vida todas estas cosas.

Por los 80, siendo presidenta de APBA, organizó y presidió el Congreso Metropolitano de Psicología que giró en torno a la historización. Ahí aprendimos que lo importante no es la historia sino la historización, es decir, la forma en que los hechos se inscriben en nuestra psiquis y desandan los más genuinos de los relatos.

Esta es la historización de mi camino junto a Dulce Suaya, una grande que hoy descansa en paz.