Una verdad evidente es que muchos de los policías que cometen abusos y "verduguean" a pibes y pibas de barrios populares son de su misma edad o apenas mayores, y además tienen el mismo origen social. Tal vez no compartan la gorrita, la ropa, la esquina, pero sí un origen inscripto en la piel, en los rasgos: si es por "portación de cara", ellos mismos podrían estar, como suele decirse, "del otro lado".

En los testimonios de chicos y chicas de barrios populares recogidos por Página/12 no aparece, sin embargo, referencia alguna a este origen común: el poli es "el otro" absoluto, no hay nada común que se perciba en lo relatado. "En todo caso hay cierta idea de traición de clase", advierte el doctor en antropología Tomás Bover, integrante del Grupo de Estudios en Policía y Fuerzas de Seguridad de la Universidad Nacional de Quilmes y autor de Distintos y uniformes. Una etnografía de la Policía Federal Argentina. "Se construye un otro, una alteridad radical con la policía, que los regula de manera violenta, les impide la ciculación o los retiene, pero que también se constituye en alguien a quien provocar. Situaciones complicadas para los pibes que tienen conflictos con la ley principalmente, y para los que no, también ya que muchas veces ese hostiganiento es parte de una situación de reclutamiento", describe.

En sus investigaciones Bover detectó que eran pocos los aspirantes que tenían un primer trabajo en el ingreso a la policía: "Más bien vienen de derroteros laborales en trabajos muy explotados. Y la policía les abre la posibilidad de tener un trabajo con padecimientos, pero también con un sentido. Dormir mal, que te manejen el horario, que te verdugueen, son cosas que los pibes y pibas que entran a la policía ya padecían, porque eran explotados en otros trabajos, pero en ese casi se trataba de un sufrimiento sin sentido. Al entrar a la policía, se incorporan a un retórica sacrifical que propone la policía, pasa a ser 'un sacrificio heróico'", compara.

"Y eso no es un tema menor, poque es una manera de afiliarse en un espacio social para personas que muchas veces se sentían afuera de todo, en una situación de parcial exclusión. Afiliarse también implica diferenciarse, puede implicar maltratar a personas que son muy próximas socialmente, pero ante las cuales hay que mostrarse distinto. Muchas veces la violencia por parte de esos pibes, que ocupan los primeros grados de sus escalafones, es una diferenciación identitaria. Es parte de un proceso de afiliación en el que ser parte es también sobreactuar esos guiones institucionales y esas violencias".