Siempre me gustó vivir en la ciudad. Ni cuando tuve a mis hijxs se me cruzó por la cabeza mudarme a un barrio cerrado. Nunca creí que mi felicidad se concretaría a costa de hacer 40 kilómetros por día para despertar con el canto de los pájaros. A mí me gusta salir de casa, tomar un café en una esquina, tener un subte cerca o un kiosco a mano por las dudas, que sé yo, las cosas básicas que necesitamos lxs que disfrutamos de vivir en la ciudad.

Durante la pandemia todo fue diferente, los primeros meses de encierro fueron muy difíciles. Si bien al principio nos adaptamos todxs a esta nueva forma de vivir, a medida que se levantaban las restricciones, comenzamos a hacer cosas que antes eran impensadas para mí, como por ejemplo cargar las reposeras en el auto y buscar un espacio verde donde poder respirar después de tanto encierro.

Nunca imaginé que algo tan simple como eso me haría valorar tanto los espacios verdes de la ciudad. Porque claramente no éramos la única familia que buscaba algo de respiro a tanto encierro: por momentos el parque al que íbamos parecía una Creamfields familiar, con gente por todos lados, tomando mate, jugando a las cartas, charlando, niñes en bicicleta, corriendo, jugando a la pelota. En fin, disfrutando.

Esto ocurría en todos los espacios verdes de la ciudad. En esta experiencia, una de las cosas que necesitábamos eran baños públicos. ¿Cómo puede ser que en una ciudad tan poblada como Buenos Aires, la mayoría de sus espacios verdes carezcan de baños públicos?

Hice esta introducción porque el viernes pasado en la Legislatura se terminó de aprobar la rezonificación que va a permitir a la empresa IRSA construir sobre los terrenos que eran de la ex Ciudad Deportiva de Boca. Un mega emprendimiento de lujo para gente millonaria que va a poder vivir frente al río, una suerte de Puerto Madero 2 o, como dice el Observatorio del Derecho a la Ciudad, la Dubai de la Costanera Sur. Por supuesto que el complejo contempla toda la pompa que ese tipo de torres exhiben, además de laguna artificial y un permiso para construir un helipuerto.

Otra cosa que va a suceder también es que, después de mucho tiempo, va a poder venderse el predio de Costa Salguero, que hasta ahora había sido concesionado por amigos del poder, como el marido de Carmen Polledo, una dirigente del PRO.

Lo que más me indigna de todo esto es cómo nos vieron la cara a todxs y deja en claro, una vez más, que no les importamos a nuestros representantes. A las personas que elegimos para que defiendan los intereses y las necesidades del pueblo. Durante toda la campaña nos distrajeron con temas como la grieta, Argenzuela, la deuda etc., y me pregunto: ¿la plataforma electoral porteña del oficialismo no debería haber comunicado a sus ciudadanxs sobre el destino de estas 71 hectáreas de espacios verdes? En la campaña, lxs candidatxs se lo guardaron bien, era un tema que no aparecía. Esto refleja un problema en nuestro sistema democrático: mucha grieta ideológica y poca discusión sobre lo concreto. Muy poco de democracia directa que bien le vendría a un gobierno municipal. ¿Sabían que muchos municipios someten a voto popular el destino de sus tierras? Y no solo se hace acá, en muchos otros lugares también, porque es una discusión de la cual formamos parte.

El Gobierno de la Ciudad explica que esos terrenos son baldíos a los que la gente no accede. En este momento nadie los puede disfrutar. Nos promete que este emprendimiento va a mejorar el lugar. Uno de sus argumentos es que la empresa constructora, como parte del convenio, se hará cargo de la obra de un gran parque público en una importante porción del predio, que deberá mantener durante los próximos 10 años. A cambio, obtiene un convenio urbanístico que modifica la normativa vigente sobre el predio, y gracias a eso se amplía su posible explotación. De ser tierras destinadas a usos deportivos, pasan a ser un enclave en el que se pueden desarrollar viviendas, oficinas, locales comerciales y un polo de entretenimiento. Todo esto es posible, claramente, si se incrementa la capacidad de construcción. Con esta modificación, ahora se podrán llevar acabo edificios de hasta 90 metros de alto.

Lo que no nos dice el Gobierno es el costo ambiental que tendrá la construcción de torres y edificios sobre uno de los humedales más importantes que tenemos. Espacios privados que, por otra parte, no están pensados tampoco para resolver el déficit habitacional de la ciudad porque serán exclusivos para quienes puedan pagar 5.000 dólares el metro cuadrado. El único verde que parece importarle a esta gestión es el de los billetes.

Todo lo que ocurrió con esta zona de la costanera es una triste y larga historia de la que han sido responsable distintas administraciones. En los noventa, dejamos que se perdieran 71 hectáreas de tierras públicas y no reaccionamos. Esta vez, desde que este proyecto urbanístico se visibilizó, hubo muchísimas expresiones de desacuerdo manifestadas por vecinxs y organizaciones de toda clase, que fueron desoídas. ¿Por qué no nos consultaron a todxs lxs ciudadanos si nos parecía que esa es la mejor solución para esas tierras?

No necesito la respuesta de Horacio Rodríguez Larreta, ni de ningún funcionario oficial: queda en claro que para este Gobierno, la ciudad se vende a lxs que pueden pagarla.