Lejos de todo triunfalismo, y evaluando muy positivamente las dos marchas a la Plaza de Mayo --la peronista del viernes y la de la izquierda el sábado; ambas masivas y expresiones cabales de una voluntad popular indesmentible--, esta columna sigue considerando que la claudicación frente al FMI parece inminente y que, de confirmarse, las consecuencias podrían ser gravísimas para la inmensa mayoría de nuestro pueblo.

Dicho sea lo anterior con toda prudencia, pero también sinceridad, y con mucha y muy respetuosa atención respecto de los análisis y debates posteriores --algunos extraordinariamente ricos-- lo primero que aquí se quiere es subrayar algo que está ausente en la totalidad de las opiniones y análisis: las dos marchas se hicieron hacia y en la Plaza de Mayo porteña, que es el centro del poder histórico, e históricamente centro descentrador de nuestro país. Esta concepción porteñocéntrica, ya de larga data, ignora completamente a por lo menos el 80% de l@s argentin@s, porcentaje que puede ser ligeramente mayor o menor pero que no deja de ser un dato contundente e ignorado por los medios y las clases políticas de la capital de la república. Salvo algunas pocas y nutridas convocatorias dirigenciales, no hubo el viernes prácticamente ninguna plaza colmada en ninguna de las 23 capitales de las 23 provincias, ni mucho menos hubo plazas ni banderas ni manifestaciones numerosas en las más de 70 ciudades de más de 100.000 habitantes de todo el país.

La constatación anterior es más que preocupante. Porque es allí, en esas 23 entidades, donde más se van a notar las consecuencias negativas que parecen inevitables cualquiera sea la negociación final con el FMI. Que en opinión de este columnista ya configuraría un caso cerrado no feliz y al que le faltarían sólo el moño y la firma de la claudicación. 

Escrito sea lo anterior con el fuerte deseo y la esperanza de estar equivocado, desde ya. Pero la realidad que se aprecia y el futuro que se entrevé son tan claros como chúcaros: las consecuencias ominosas que traerá todo "acuerdo" forzado por el FMI y sus patrones puede dejarnos prácticamente sin bienes públicos y con la gran mayoría del pueblo –-50 millones de compatriotas estimados para 2025-- más en la miseria aún.

No se trata de alarmismos improvisados, como cualquier crítica veloz y facilonga a este texto condenaría. El lúcido y patriótico economista tucumano de la UBA, Horacio Rovelli, declaró a esta columna que "lejos de agorerías y apuestas negativas, una desapasionada lectura de los acontecimientos, presencias, ausencias, discursos y gestos muestra que la situación es muy mala y se ha hecho mucho, quizás demasiado, para esconder o disimular la realidad". Y ejemplifica, tal como lo viene advirtiendo desde hace meses, que "todo este año fue un brutal ajuste y el Estado ahorró 2 billones de pesos, con los que hubiera podido aumentar jubilaciones y pensiones, y transferir a las provincias y a los pobres. Pero como eso no se hizo, ahora lo que viene puede ser peor debido a la presión del Fondo. Todo pinta para que seamos un país extractivista agroexportador".

Es por eso que esta columna, escepticismo aparte, considera fundamental seguir reclamando soberanías. Sobre el río Paraná, el Canal Magdalena, la costa patagónica, las islas del Atlántico Sur, todo el sistema marítimo austral y todos los humedales y bienes naturales en suelos y subsuelos que deben ser firmemente controlados y que es bueno que últimamente esté vigilando la AFIP.

Y desde ya que no será nunca deseable, pero no debe olvidarse que el pueblo argentino ya ha probado su decisión de salir a las calles en contra del FMI cuando otros gobiernos encubrieron lo que se había fugado y no hacían nada para recuperar esa plata.

Lo cierto es que por ahora el Fondo no se mueve de su propuesta original y única: seguir devaluando la moneda y subir las tasas de interés. O sea, más de lo mismo. Y ya se sabe que con eso lo único que se obtiene es encarecer los alimentos y todos los componentes del costo de vida.

De donde con esa política fiscal, monetaria y cambiaria, acordada con y supeditada al FMI, cuando se habla de tasas de crecimiento la verdad es que lo único que le interesa a los que están detrás de ese organismo internacional, y a sus empleados locales, es asegurar la inserción de la Argentina como mera proveedora de materias primas y alimentos para el mundo desarrollado.

Para Rovelli, "el problema ya se ha visto en otras crisis: a medida que el tiempo pase y no se cumplan las metas –-y el descontento de la población aumente-– el FMI dirá, como otras veces, que la receta era buena, pero que el gobierno argentino no la supo ejecutar. Cuando el problema real es que se le impone a la población una deuda que sólo beneficia a una minoría parásita y rentística, en lugar de investigar y sancionar a esa minoría por comprar las divisas con dinero en negro e incluso a los bancos que se las vendieron incumpliendo la Ley 25.246 de lavados de activos, que exige revelar el origen de esos fondos".

Por cierto, es útil recordar que hace pocos días la corriente política "Soberna@s" recomendó al gobierno nacional recurrir a la Corte Internacional de Justicia antes de firmar ningún acuerdo con el FMI. Interesante e inteligente propuesta que significaría más que ganar tiempo, puesto que se podría --y debería-- proceder a la mencionada auditoría de la deuda para discriminar la legítima de la trucha.

Dicho todo lo anterior, esta columna reitera que celebró la concurrencia masiva a la Plaza de Mayo y el espíritu de esperanza y de repudio a cualquier acuerdo indigno con el FMI (o sea a todo acuerdo, pues cualquiera será indigno si no se audita la deuda). Sin dudas fueron conmovedores los discursos de Cristina y de Lula, lo que sin dudas da esperanzas, pero también permite pensar que quizás ahora pueda venir lo peor, si acaso el gobierno tuviera ya posición tomada, cosa que el país entero ignora. E hipotético caso en el que la entrega y derrota incondicional serían un hecho indudablemente peligroso. Ojalá este columna esté completamente equivocada. Dicho sea de todo corazón.