Manifesto, el filme del artista audiovisual alemán Julian Rosefeldt, comienza con un plano cerrado y lento de una explosión. En verdad es una mecha consumiéndose, lanzando chispas, fuego, luces de colores, probablemente también calor. No podría haber una imagen mejor que ese incendio, la llama que conduce algo que va a salir disparado por el aire, para introducir un trabajo que recorre los principales manifiestos de los movimientos de vanguardia centrales del siglo XX y el XXI. Es que un manifiesto es un llamado a la acción. Algo tiene que destruirse para que aparezca lo nuevo y ese movimiento siempre es violento, una explosión. Todo lo sólido se desvanece en el aire escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista que es de algún modo, modelo de todos los otros manifiestos que estaban por venir. Es con esa frase también que se prologa esta suerte de película. Una obra con apariencia de película, una película con apariencia clásica, conformada por textos históricos, dichos por la hermosa voz y rostro de Cate Blanchett. 

Julian Rosefeldt está llegando a Buenos Aires invitado por el Goethe Institut para presentarla en el marco de la 2° Bienal de Performance de Argentina, una interesantísima iniciativa privada e independiente que se realiza en una veintena de museos, espacios culturales, galerías y diferentes sitios de la ciudad que conforman un diseño de exhibición descentralizado, en el que se verán y escucharán artistas y académicos internacionales, así como un seleccionado de lo más potente de la escena del teatro, danza y artes visuales locales que dialoga con el performance art. Hay tiempo de ver cosas hasta al 7 de junio. 

Es en este contexto estimulante y experimental que se verá este Manifesto y así hay que entender su particularidad: se trata de un proyecto audiovisual en formato de museo performance en el que la inigualable Cate Blanchett recita una serie de más de 30 manifiestos artísticos enmarcada en diferentes escenas de gran ficción cinematográfica. Es, claro está, un homenaje a a la hermosa, poética y combativa tradición de los manifiestos artísticos y se propone indagar su vínculo con la sociedad actual. ¿Es posible que estos párrafos virulentos y esperanzados tengan alguna clase de resonancia con el presente, llevados a una situación contemporánea? 

Hay que saber que Rosefeldt es un cineasta y videasta de escala internacional, profesor invitado en la Bauhaus-Universität Weimar, enseña en la Academia de Bellas Artes de Munich, realizó exhibiciones en museos y festivales en todo el mundo y su trabajo integra las colecciones de la Neue National Galerie de Berlín, la Saatchi de Londres y el MoMA de Nueva York. Por eso Manifesto se exhibió por primera vez como una instalación multipantalla en el Australian Centre for the Moving Image y en el Museum für Gegenwart de Berlín. Cada uno de los doce capítulos de la obra se veían en una pantalla y espacio diferente del museo generando distintos climas. 

Pero la versión que llega a Buenos Aires es diferente. Es en formato “película”, una adaptación lineal de Manifesto, tal como fue estrenada con bombos y platillos en el Sundance Film Festival 2017. Una compilación en la que los episodios están uno detrás del otro, generando una suerte de narrativa hermosa y cinematográfica en un sentido clásico, en el que la sorpresa también radica en esperar una nueva y camaleónica aparición de la diva Blanchett que pasa de ser hermosa a pavorosa, de frágil a temeraria, de rica a proletaria y así sucesivamente. Y por supuesto los despampanantes espacios donde todo tiene lugar, escenografías naturales y arquitecturas deslumbrantes, filmadas con lentitud y densidad plástica. 

Volveré y seré dicho por millones

A no confundir, no se trata de una teatralización ni una representación de los manifiestos. De hecho la relación entre las imágenes y las palabras no tiene nada de literal y tiende a ser bastante caprichosa y compleja. Como dice Rosefeldt: “La idea principal no era ilustrar los textos de cada manifiesto en particular, sino permitir a Cate encarnarlos. Ella es el manifiesto.” ¿Y qué son los manifiestos para este artista?: “Es la escritura más hermosa y fascinante. Podía escuchar las palabras como si se hablaran. Me di cuenta de que no eran sólo documentos históricos de arte, sino el material de texto más animado y realizable. Ellos me hicieron pensar en algo teatral y así comencé a imaginar estos manifiestos como una performance, liberada del polvo de la historia del arte y el tiempo presente.”

El Manifiesto que se verá en el Malba recorre doce escenarios distintos. En cada uno de ellos Cate Blanchett realiza un personaje con una caracterización diversa y siempre impactante. En un capítulo llega a hacer dos personajes a la vez y a tener una conversación consigo misma de uno y otro lado de la pantalla. El primer episodio –que es el que más difusión ha tenido– la actriz australiana está caracterizada como un linyera que vaga por zonas periféricas y derruidas, acompañada por un perro pulguiento, mientras grita como un oráculo temible textos de Guy Debord. El vínculo entre los planos de cielos plomizos y la voz aguardentosa enarbolada por Blanchett es perfecto para iluminar las palabras del Situacionismo, al igual que textos de Lucio Fontana y su White Manifiesto.  

Casi como una autocita de lo que ya había hecho en I’m Not There  (Todd Haynes, 2007) la actriz se va convirtiendo en muchas diferentes a la vez. Trece personajes diferentes: un corredor de bolsa, una madre conservadora, un CEO, un orador funeral, una chica punk, una coreógrafa, una maestra, un trabajador de fábrica, una conductora de noticias y una movilera que mantienen una conversación, una titiritera, una científica y el susodicho homeless.

Lo interesante es el vínculo que Rosefeldt encontró entre la intención original de esos textos icónicos y las escenas presentes. Los manifiestos están recortados en pedacitos y mezclados de modo tal que se rearman casi en un sentido nuevo en cada uno de los episodios. A veces el vínculo es de reafirmación, como en el caso del violento manifiesto futurista que es dicho en una oficina donde un corredor de bolsa, con la vista clavada en monitores con gráficos, se carga de una ansiedad insana, otros inesperado, como la muchacha punk diciendo en un bar atiborrado de yonquis el manifiesto creacionista de Vicente Huidobro, otros definitivamente irónico, como la maestra que les dice a sus niños las prohibiciones del manifiesto de Dogma 95 como si se tratara de las consignas para una tarea escolar. Es que en esas reglas enarboladas de modo tan estricto por Lars von Trier y Thomas Vinterberg, esos “No se puede usar música incidental”, “Los rodajes tienen que llevarse a cabo en localizaciones reales”, “No se pueden usar lentes diversos ni filtros”, ¿no tenían ya algo un poco ridículo o infantil? 

Un nuevo grito de guerra

Acerca de esta dimensión nueva que nace del collage de fragmentos y que seguramente tiene que ver con cómo la escucha contemporánea resignifica los sentidos originales, Rosenfelt cuenta: “Antes de comenzar a escribir el guión y colmar los manifiestos, el desarrollo del trabajo implicó una gran cantidad de investigación y análisis textuales. Con la excepción de un fragmento citado de Karl Marx y el Manifiesto de Friedrich Engels del Partido Comunista de 1848, mi selección comienza a principios del siglo XX con el legendario 1909 La Fundación y Manifiesto del Futurismo de Filippo Tommaso Marinetti y termina poco después del cambio de siglo. Incluí a Karl Marx, porque para mí es la madre de todos los manifiestos, además de los Diez Mandamientos y la Tesis Luterana. El manifiesto más actual que he usado es las Reglas de Oro del Cine (2004) del director estadounidense Jim Jarmush. De todos los autores del manifiesto que leí, elegí subjetivamente unos sesenta cuyos manifiestos me parecieron los más fascinantes y también los más recitativos. O los elegí porque se adaptaban unos a otros. Por ejemplo, los comentarios de Vassily Kandinsky y Franz Marc corresponden muy bien con los pensamientos de Barnett Newman. Y también podrían vincularse los textos de André Breton y Lucio Fontana, mientras que los escritos de los muchos artistas Dada o Fluxus podrían ser combinados en una especie de condensación, una especie de Super-Dada o Super-Fluxus-Manifesto. A través de cortes y la combinación de textos originales de numerosos manifiestos, surgieron doce collages de manifiesto. Y éstos leen armoniosamente dentro de cada collage hasta el punto de que las fronteras entre los fragmentos de texto ya no pueden ser identificadas.” En síntesis: “He construido Manifesto como una serie de episodios que se pueden ver por separado, pero que también se pueden ver juntos en su totalidad, como un coro de voces diferentes. En este sentido el Manifesto se convirtió en un nuevo texto en sí mismo: un manifiesto de manifiestos.” 

Manifesto plantea como interrogante si esas declaraciones apasionadas y guerreras pueden resonar en el presente. En todos esos Ismos estaba el empoderamiento del arte para discutir la propia institución, su vínculo con la sociedad y en lo posible la más sonora ruptura con el pasado. Y ahora, ¿no es este mismo gesto un homenaje posmoderno? ¿un rescate y un hundimiento de aquellos motivos de la modernidad? Rosefeldt encuentra en el cine y en la magnífica Cate Blanchett el canal para que sus preciosas puestas en escena se eleven a la escala de aquellos mitos de la historia del arte. Inicia así una conversación a través de los siglos. Con una ayudita del cine.

Manifesto se puede ver a las 17 y a las 19 el lunes 22 de mayo. Proyección y entrevista pública al artista por Agustín Pérez Rubio. En Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. A mediados de agosto la obra se exhibirá en Proa en su versión completa, como instalación multipantalla.