“Cumplimos un sueño”, dijo el entrenador Darío Lencina al término del segundo partido internacional del seleccionado femenino de fútbol para ciegas. Bien sabe de cumplir sueños el emblemático arquero de Los Murciélagos, con quienes ya se colgó cuatro medallas paralímpicas y ha cosechado un campeonato mundial y dos subcampeonatos panamericanos. Además, estuvo al frente del programa Los Murcielaguitos en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) para niñeces ciegas. Hoy, al frente de Las Murciélagas lo acompañan los profes Agustín Rojas, Guido Consoni y Sofía Sosa, y con ese equipo han recorrido un camino que él conoce (los varones comenzaron en el año 2000, sin apoyo oficial, infraestructura, ni lugares para entrenar) pero al que se le añadieron las vicisitudes de una pandemia que aún no cede por completo.

El fútbol femenino para ciegas comenzó en 2016 y al tiempo se puso en marcha una planificación conjunta entre la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IPSA) y la Federación Argentina de Deportes para Ciegos (FADeC) para reglamentar una liga argentina. El objetivo, desarrollar la disciplina a nivel nacional y multiplicar las experiencias de modo que para 2022 haya un torneo con al menos 4 o 5 equipos nuevos. “Empieza a haber mucho desafío, mucho movimiento, muchas chicas que también se suman. Las redes sociales son importantísimas en esto, ayudan a saber que esto existe y que se puede jugar. Nos contactan muchísimo por las redes para saber dónde, cómo y de qué se trata”, cuenta la cordobesa Yohana Aguilar, jugadora de Las Guerreras, de la Selección y flamante vicepresidenta de FADeC.

Este año para Las Murciélagas comenzó en el CeNARD: “Lo que hacemos en cada concentración es tener una parte física, una parte técnica y una parte táctica. Enfocarnos mucho en todo lo que tiene que ver con el juego porque no podemos entrenar juntas todo el tiempo y tenemos que aprender a conocernos entre nosotras, a saber cuáles son los esquemas de juego que quieren los técnicos. Después, la parte física la entrenamos cada una por su cuenta, nuestra preparadora nos envía el plan y nosotras nos adecuamos a esa rutina y la realizamos en casa o en el gimnasio”, describía en marzo la jugadora Camila Gorosito en el Periódico Digital Discalupa. Más tarde tendrían otra concentración en las instalaciones del Club Popeye en la provincia de Salta, y en los meses siguientes debieron continuar con trabajo virtual a fin de conformar el equipo y el esquema de juego del plantel para el Mundial de Nigeria, evento previsto para noviembre que la crisis sanitaria obligó a suspender. Sin embargo, ellas estaban listas para salir a la cancha: era el momento de buscar un nuevo desafío, que llegó los dos últimos días del mes de noviembre.


Entonces el equipo albiceleste formado por jugadoras de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Salta, finalmente se paró en el círculo central del Estadio Nacional Los Murciélagos del CeNARD y oyó el himno nacional. La Copa Latinoamericana disputada entre Argentina y Colombia fue un hito. Se transmitió en directo por el Facebook de FADeC y contó con la presencia de Facundo Mota, presidente de esa institución, e Inés Arrondo, Secretaria de Deportes de la Nación. Ambos entregaron las medallas y la Copa al final de un certamen histórico que tuvo lugar exactamente 15 años después del bicampeonato del mundo logrado por Los Murciélagos en Buenos Aires.

“Me sentí excelente –dijo la capitana Gracia Sosa, encargada de abrir el marcador el primer día y de sellar el 1-0 de la gloria 24 horas después–. El lunes, cuando hice mi primer gol, no lo podía creer, me acerqué al banco para saludar a mis compañeros, mi felicidad era enorme y la de todas las chicas también. Y lo mismo nos pasó el martes. Extrañamente entré más nerviosa al segundo partido que al primero. Pero me fui muy feliz porque hicimos las cosas bien y el equipo pudo funcionar. Pudimos demostrar lo que estuvimos entrenando todo este tiempo y eso fue muy bueno”. Por su parte, Yohana Aguilar se dio el gusto de anotar el segundo gol en el debut y después del partido habló con Pibas con Pelotas sobre esa experiencia y el futuro de Las Murciélagas.

¿Se imaginaban todo esto?

–Nosotras tenemos mucha confianza en el equipo que tenemos; hay muy buenas arqueras, jugadoras con muy buen pie, muy buen cierre, buenas carrileras y la verdad que teníamos mucha confianza, pero bueno, después está lo que pasa adentro de la cancha. Pero estamos preparadas para poder afrontarlo y cuando terminaron los dos partidos fue una alegría grandísima. Mucha gente, eso también nos ayudó mucho para sentirnos acompañadas.

¿Cómo fue tu recorrido para llegar acá?

–Empecé desde muy chica con el deporte, a los tres años ya hacía danza clásica y desde los 6 hasta los 12 o 13 hice patín artístico, estuve en la Selección de atletismo y después ya me fui al fútbol, que lo conocí porque mi hermano jugaba y yo lo acompañaba a entrenar pero no había fútbol femenino; yo era la única que andaba metida ahí.

¿Tu familia te apoyó?

–Sí, vengo de una familia muy futbolera, donde todos juegan. Tengo cuatro hermanos más chicos y todos juegan al fútbol, ven una pelota y se desesperan por ir a patear, así que eso ya venía incorporado en mí. Sin embargo fui diciendo muchas veces que no hasta que me decidí a probar y fue un camino de ida porque no pude irme más.

¿Ahora se viene la Copa América?

–Sí, está la idea, obviamente nosotras tenemos muchísimas ganas de participar y tener nuestra primera Copa América en conjunto con los varones, entrar dentro del mismo calendario. Es algo por que la venimos luchando hace un montón de años y es uno de los sueños que tenían las chicas que empezaron a crear fútbol femenino acá en Córdoba. Así que vamos a seguir entrenando, a seguir aprendiendo y a soñar, soñar con que se pueda hacer la Copa América, por qué no... tenerla, ganarla y seguir soñando siempre y trabajando por este deporte y por la Selección.