Se sabe mucho más de “El último café” o de “Flor de lino”, que del compositor, Héctor Stamponi. De alguna manera es natural. No resulta extraño que una obra termine de realizarse artísticamente en la capacidad de trascender a su creador y conjurar los avatares del tiempo. Pianista, compositor, arreglador, “Chupita”, como lo llamaban los cercanos y hoy repiten quienes con admiración remontan su obra, era un hombre reservado, de esos que desde el fondo sostenían con sapiencia a las figuras de la música ciudadana. Esa discreción purifica su obra. Hoy, más que en los escasos retratos que quedan, su imagen se recompone en su música y en la manera de tocarla. Ahí está la marca de un compositor formidable y un pianista de inspirado lirismo, heredero de esa aristocracia melodiosa inaugurada por Francisco de Caro y Juan Carlos Cobián.

A ese universo expresivo echó mano Leda Torres, que al codificar en la partitura las notas y todo el caudal de instinto tanguero de las últimas grabaciones de “Chupita”, recupera el estilo de una obra y pone en valor su costado más exquisitamente pianístico. Héctor Stamponi. Sus tangos en piano solo se llama el nuevo libro publicado por Editorial Mil Campanas. “Leda Torres revela un aspecto que es, tal vez, el menos conocido de los tangos de Héctor Stamponi: su verdadera intención al componer. Con mucho talento y sensibilidad, Leda desmenuza los secretos sonoros del solista y rescata el espíritu profundo de una obra que, a partir de este trabajo, puede ser resignificada”, escriben Ana Sofía y Aída Stamponi, nieta e hija del compositor, en uno de los textos preliminares del libro, que tiene prólogo de la gran cantante Lidia Borda.

Leda cuenta que cuando escuchó por primera vez la música de Héctor Stamponi, en el disco que a mediados de los ’90 había grabado para Melopea, se enojó con ella misma por no haberlo hecho antes. “Yo no conocía ese disco, que llegó a mis manos casi por casualidad”, confiesa la pianista a Página/12. Cuando hace algunos años comenzó con su transcripción de la música para piano de Carlos García -plasmado en el excelente volumen también de Mil Campanas- recurrió a Mario Sobrino, ingeniero de grabación de Melopea, donde García había grabado esos temas. “Cuando se editó aquel libro le mandé un ejemplar a Mario y él me mandó la colección que Melopea había dedicado a pianistas. Ahí estaba el disco de Stamponi. Cuando lo escuché me volví loca, al punto que me indigné por no haber entrado antes en relación con ese estilo tan particular y enseguida me propuse emprender el trabajo de transcripción”, explica Torres.

Desde la década del ’30, la marca musical de Stamponi se refleja en varios momentos del devenir del tango, al servicio de otros nombres. La Orquesta Típica Víctor, la cancionista Amanda Ledesma -con la que viajó por Centroamérica en la década del '40-, Los violines del tango -donde entre otros estaban Simón Bajour y su permanente compañero Enrique Mario Francini- y los grupos para acompañar a Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Nelly Vázquez, Hugo Marcel, Alba Solís, Jorge Sobral, María Graña, Rubén Juárez y Raúl Lavié, además de la orquesta de Caño 14, son algunos ejemplos. “Su trabajo como músico fue intenso y su obra como compositor trascendió, pero como pianista, instrumentista de una estética muy personal, hoy en día Stamponi está muy poco valorado”, sostiene Torres.

Héctor Stamponi. Sus tangos en piano solo, que ya está en las librerías, incluye la transcripción de los once temas de aquel disco de Melopea. Son todas composiciones propias sobre distintas colaboraciones poéticas, con clásicos como “El último café”, “¡Qué me van a hablar de amor!”, “Quedémonos aquí” y “Flor de lino”, junto a páginas menos transitadas pero tan inspiradas como “Perdóname”, “Alguien” y “Tan mío”. En el disco, que ya circula por plataformas digitales, cada tema está interpretado por un pianista, entre los que además de Torres están Paula Suárez y Hernán Posetti –que tuvieron a su cargo la revisión general-, Daniel Godfrid, Noelia Sinkunas, Abel Rogantini, Lilián Saba, Luis Reales, Mercedes Lescano, Marcela Pedretti y Javier Arias.

Para definir el estilo de Stamponi, Torres no duda en recurrir al término “aplomo”. “Al escucharlo se siente la comodidad total con que tocaba, la manera en que todo le salía natural, como que el pianista nadaba en su propio mar. Cuando lo transcribo puedo imaginarme el tamaño de su mano, sus movimientos sobre el teclado, cómo se articulaba para lograr los distintos recursos. Si me gusta escucharlo, mucho más me gusta tocarlo”, asegura la pianista, compositora y arregladora clase ’87, egresada de la Escuela Popular de Música de Avellaneda y licenciada en Música Argentina por la Universidad Nacional de San Martín. 

Con este libro Torres suma un eslabón importante a la recuperación de los pianistas históricos del tango y el estudio de los estilos. “Hace diez años,cuando queríamos entender un estilo en particular teníamos que orejear de los discos”, asegura. “La partitura viene a facilitar el terreno en un lenguaje como el tango, que es mundial. Para descifrar el ‘pianismo’, entender los recursos, aprender yeites, es útil partir de las partituras, sin perder de vista que hay mucho que no se puede escribir. No me refiero solo a sus fraseos o formas de decir una melodía, sino a reconstruir un contexto posible”, concluye Torres.