“Me interesa que la escritura no sea un rapto de inspiración que aparece cada tanto. Prefiero contar con herramientas para traducir al poema las ideas que circulan por mi imaginario”, dice Catalina Reggiani, editora y escritora platense que acaba de publicar “Los maratonistas”, su segundo libro por la editorial Concreto. La frase, que surge al reflexionar sobre el ejercicio de la escritura, condensa con claridad el pulso del libro: una oda a la persistencia, al trabajo y a la paciencia de los maratonistas (y, también, de quienes aman). La presentación será el sábado 12 de julio a las 19 hs en Velazco Bar, CABA.
Reggiani estudió la tecnicatura en Edición de la UBA, y explica que desde que tiene memoria realiza trabajos vinculados a ese campo. Empezó cuando cursaba el secundario en el Bachillerato de Bellas Artes de la UNLP, con una editorial de fanzines por correspondencia que llamó “Fantasma”. Más tarde, fundó otra editorial por correspondencia, “Augurio”, con un enfoque más performativo, que jugaba con la idea de recibir mensajes y objetos del futuro. También participó de la productora de podcast “Lubi”, con varios programas centrados en la literatura y el ejercicio narrativo colectivo. Uno de ellos, "40 cartas", era un podcast sobre cartas de desamor que salía todos los domingos. Durante la pandemia trabajó en otro podcast con una lógica similar, "Claraboya", que trabajaba sobre cartas escritas entre personas que se extrañaban. En esta búsqueda podemos leer uno de los dos grandes caminos del libro: la pregunta por los vínculos amorosos. Uno de los libros favoritos de Reggiani es “La voz a ti debida”, del poeta español Pedro Salinas, primero de la trilogía que continuó con “Razón de amor” y “Largo lamento”. La autora cuenta que, en los primeros poemas que escribió para “Los maratonistas”, su búsqueda fue “no caer en el cliché, pero al mismo tiempo no escribir algo cínico. El amor tiene un componente de desborde que te deja mal parado, entonces quería hacer el ejercicio de escribir poemas de amor que se hicieran cargo de eso, de todas las ridiculeces, pero desde un lugar menos esperable en el lenguaje”.
En paralelo, Reggiani empezó a correr, y en esta práctica encontró algo cercano a la meditación, al presente del cuerpo que toma aire y se prepara para la carrera y los obstáculos que acontezcan en ella. La lista de escritores que encuentran el filo del éxtasis en el deporte es larga: Hemingway, Camus, Plath, Kerouac, Foster Wallace y, uno con color local, el poeta Héctor Viel Temperley, nadador que se definía como un “místico surrealista” y que en su último libro, “Hospital Británico”, escribió uno de sus poemas más famosos, citadísimo hasta el cansancio, que reverbera con el trabajo de Catalina: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”.
Reggiani explica que al involucrarse en el universo de los corredores elaboró una teoría: “Se puede dividir a las personas en tres grupos”, dice, un poco a las risas. “Están los corredores de 100 metros llanos: gente que necesita que el premio esté cerca, que se frustra rápido, que busca el show. Después están los maratonistas: gente que disfruta el proceso, que entiende la vida como una carrera larga, que valora el entrenamiento. Y después están los nadadores: gente que se mueve en otro medio, como Bowie. Personas que hacen pie en aguas donde uno se ahoga”. No quedan dudas de que para pertenecer al grupo de los nadadores hay que ser una especie de semidiós a lo Bowie, a lo Joyce, o como cualquier deidad terrestre que pueda sortear con agilidad inesperada, casi mágica, los vericuetos de la disciplina en la que ponga su empeño. El resto de los mortales tenemos dos opciones: o ser de las personas que buscan la velocidad y el efecto y se frustran rápido, o armarnos de paciencia y entrenar lo que tengamos que entrenar: la palabra, el ritmo, la respiración, el cuerpo. En su nuevo libro, Reggiani homenajea a este segundo grupo.
Hay, entonces, dos grandes caminos que trazan la ruta de “Los maratonistas”: por un lado la pregunta por el lenguaje amoroso, y por el otro el entrenamiento meditativo de quien entrega su cuerpo a la carrera. Por suerte, todo camino que se precie tiene siempre un cruce, un desvío, una deriva, que logra conectarlo con los senderos coterráneos y, a veces, incluso fundirlos. Esto es lo que sucede en el libro de Reggiani. “Reconocemos cuándo hay que picar y cuándo / hace falta una pausa. Y leemos recorridos, /solo leemos distancias cuando somos, / si somos, / maratonistas”, dice una estrofa del segundo poema del libro, que inaugura una declaración de principios sobre el recorrido que se establecerá en la lectura. “Ambas disciplinas, la amorosa y la del correr, tienen algo de espera, de tiempos muertos, de ansiedad”, explica Reggiani. “Cómo hacer para que no te coman los piojos en la espera, cómo mantener la calma, encontré que son preguntas que dialogan entre las dos prácticas. El libro fue tomando forma, también, al mirarlo con Afri [Afri Aspeleiter, editora de Concreto], que tiene un ojo increíble para la poesía, y sabe encontrar relato en las hojas desordenadas que una le envía”, bromea.
Su primer libro, “Algarabía”, también fue editado por Concreto, hace cuatro años. Al reflexionar sobre el trayecto recorrido entre ambos libros, Catalina explica que una de las cosas que más modificó su forma de escribir y pensar la literatura en este tiempo fue dar taller de poesía. “Te exige conceptualizar la práctica, pensar en las herramientas. Eso hizo que en este libro haya poemas mucho más largos, más juego con los estribillos, con lo sonoro. Logré una voz más propia”, dice y se nota, porque “Los Maratonistas” es un libro profundamente musical. Hay un ritmo sostenido y distintas estrategias para abordarlo, todas honestas. El silencio y lo que acontece en esa ausencia también es parte de la música, descubrió John Cage a principios de los años ‘50, y Reggiani, como buena maratonista, sabe cuándo es necesaria una pausa, un silencio, un salto de verso, una idea encabalgada. “También hubo una cuestión temática. En esos cuatro años quise a mucha gente. Después dejé de querer, y todo eso entró en los poemas. También empecé a correr. Puse el cuerpo. Y todo eso: querer, correr, dar taller, fueron formas de estar en el mundo que ayudaron a que el libro existiera”, explica.
Todos los días, durante treinta o cuarenta minutos, Reggiani corre. Para ella, no estar “en otra situación” es una bendición. Otra situación que no sea la del presente del cuerpo, de la respiración, del sol que da de frente y obliga a achinar los ojos. Amar y correr implican comprender el mundo desde cierta animalidad. Como escribe Consuelo Iturraspe en la contratapa del libro: “Con una escritura luminosa y contenida, Catalina Reggiani nos recuerda que amar también es respirar, resistir y confiar”. Porque, como se anuncia en el segundo poema: “Ojos atentos, cerebro apagado / es el cuerpo el que reconoce / es el cuerpo el que dice / vos y yo / somos maratonistas”.
“Los maratonistas” se presentará el sábado 12 de julio a las 19 hs en Velazco Bar (Juan Ramírez de Velasco 492, CABA). Del evento participarán la poeta Andrea Franco y el periodista y escritor Dylan Resnik. Además, habrá un show musical a cargo de Bernardo Abad.