Cecilia Atán y Valeria Pivato son amigas desde hace muchos años. Se conocieron trabajando juntas. Desde muy temprana edad, estuvieron a las órdenes de nombres importantes del cine argentino. Atán se desempeñó con Héctor Babenco, Eduardo Mignogna, Alejandro Agresti y Bruno Stagnaro. Pivato, en tanto, también trabajó con Stagnaro, además de con Miguel Pereira, Paula Hernández, Pablo Trapero, Juan Solanas y el brasileño Walter Salles. Pero la labor que las unió en una relación de amistad que ya lleva más de quince años fue la que hicieron en Luna de Avellaneda, de Juan José Campanella. “Cuando pensábamos en hacer nuestra ópera prima, nos pusimos a charlar y surgió la cuestión de aunar los deseos y focalizarnos en hacer una película juntas, porque antes trabajábamos muy bien las dos y por eso lo mantuvimos para nuestro primer largometraje”, cuentan ambas. Ahora debutan como correalizadoras de La novia del desierto, uno de los dos films argentinos elegidos para participar en la Sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, que se desarrolla por estos días en Francia (el otro es La cordillera, de Santiago Mitre). La premiére mundial de La novia del desierto será el jueves 25 de mayo. Y las directoras estarán presentes con una de las coproductoras, Eva Lauría, quien también participa de la entrevista con PáginaI12.

La novia del desierto es la historia de Teresa (encarnada por la gran actriz chilena Paulina García, conocida por el film Gloria), una mujer de 54 años que trabaja como empleada en una casa de familia en Buenos Aires. Durante décadas se ha refugiado en la rutina de sus tareas, pero ahora, tras la decisión familiar de vender la casa y luego de años de servicio, queda sin rumbo. No tiene otra alternativa que aceptar un nuevo trabajo en la provincia de San Juan. Como no es muy amante de los viajes, deja atrás su pequeño mundo seguro para entregarse, sin sospecharlo, a la voluntad de lo imprevisible. En su primera parada, el Santuario de la Difunta Correa, Teresa pierde el bolso en el que carga sus únicas pertenencias. El inesperado accidente la llevará a atravesar el desierto cuyano junto a un desconocido, el Gringo (Claudio Rissi), su nuevo compañero de ruta. Este vendedor ambulante se recortará sobre el árido paisaje como una opción amenazante y, a la vez, atractiva. A medida que avance el viaje y juntos se adentren en los diferentes universos, esta mujer silenciosa y opaca irá lentamente tiñéndose de color y vida.

–¿Cómo surgió la idea de la historia que cuenta la película?

Cecilia Atán: –Fue modificándose a lo largo del proceso, pero la idea original tenía que ver con encontrar un personaje que estuviera en una especie de espacio fuera del tiempo.

–¿Por una cuestión onírica?

C. A.: –No, por una cuestión puntualmente de conflicto. O sea, empezamos a pensar en las figuras muy comunes en Latinoamérica, que son las nanas o las empleadas cama adentro, que trabajan durante mucho tiempo en favor de una familia, cuidándola, y también a los hijos. Y dan sus años trabajando para ellos. Cuando una situación de conflicto ocurre, un poco se pone de manifiesto la idea de que ellas son parte y, a la vez, no son parte.

–¿Tiene que ver con la identidad y el arraigo?

Valeria Pivato: –Básicamente, es el arraigo, de sentir que uno formó parte de esa familia y que es familia para muchas cosas: para criar a los hijos, para compartir la intimidad, para comer juntos. Pero después hay una cosa muy puntual en nuestra película: la casa que albergó a esa familia se va a vender y la familia se va desmembrando, los hijos se van. Es un caserón difícil de mantener y quedan estas dos mujeres, la empleada doméstica y la dueña de casa, en una realidad en la que ya no se necesitan. También pasa algo de eso. Ese vínculo que se generó durante tantos años, de repente ya deja de ser funcional, y ese es el punto inicial que hace que esta mujer tenga que partir.

C. A.: –Después, la película va virando hacia otro lado, pero la circunstancia inicial tiene que ver con esto.

–¿El espíritu del film tiene que ver con las posibilidades que encuentra una persona a la deriva?

C. A.: –Tiene muchos niveles, tantos como las personas que la vean. En principio, nosotras queríamos transmitir esta idea de cómo transformar un obstáculo en una posibilidad, en una fortaleza. Ella, a través de este largo recorrido por el desierto, en realidad descubre una fortaleza que le era propia. Es una mujer que pudo criar hijos de otros, sostener una casa, ocuparse durante años de muchas personas. Y, a lo largo de este viaje, entiende que puede empezar hacerse preguntas, y a ocuparse y a redescubrirse ella misma. En un sentido universal, porque la protagonista es una mujer, la historia fue hecha por dos directoras por lo que tiene una mirada femenina sobre lo que transita el personaje, pero en realidad para nosotras tiene que ver con cualquier persona que tuvo su deseo relegado durante toda su vida. 

V. P.: –Y hay algo del destino que hace que eso emerja como una posibilidad, como una pregunta: ¿quiero seguir haciendo lo mismo o éste es un punto de quiebre que me deja ir hasta otro lado?

–¿Cómo pensaron el recorrido que realiza la protagonista por el desierto cuyano?

C. A.: –El primer punto, que es donde gira la vida de la protagonista, es el santuario de la Difunta Correa. Ella, para ir a su destino final, que es una casa donde va a trabajar en San Juan, toma un micro. El transporte tiene un inconveniente durante el viaje y queda varada durante varias horas en el santuario. Este lugar es muy singular con una mística y una energía muy particulares. Visualmente es así, también. La construcción que tiene es un montón de acumulación de deseos, pedidos y agradecimientos de personas que están ahí puestos, en el medio de la nada. Ella queda varada ahí y en ese tiempo que hace empieza a conocer ese espacio, se cruza con un personaje masculino que la aborda, la confunde y la enreda en una situación.

–¿El santuario le otorga a la película un cierto tono místico?

C. A: –Para nosotras, a partir de la imagen de una mujer que atraviesa el desierto, el mito de la Difunta Correa funciona como la representación de la vida sobre la muerte. Básicamente, hay un puente que es metafórico. La idea de religiosidad en la película sobrevuela como un vehículo que tiene una persona para conectarse con la vida. El que encontrará la protagonista será otro, pero sí nos parecía expresivo visualmente este modo de seres que creen en algo. No está el juicio de valor si eso es o no cierto. Y el ejemplo de la Difunta Correa puede ser el de cualquier otra. Lo que coincidía para nosotras era la figura de una mujer que atraviesa el desierto, el territorio de San Juan, que ofrece este desierto tan singular que es seco, pero a la vez, tiene la potencialidad de la vida porque tiene mucho verde en su paisaje. Todo esto estaba concentrado en la figura de la Difunta Correa. Y por eso la usamos como inspiración general.

–También es una película que reflexiona sobre la soledad, ¿no?

V. P.: –Sí, en ese punto sí, y se puede leer con lo que venía diciendo Cecilia, porque el recorrido que hace el personaje tiene que ver con atravesar un desierto y que tiene un doble sentido, uno más literal y otro metafórico. El sentido metafórico es la soledad, enfrentarse con uno mismo, atravesar los obstáculos, lo cotidiano, lo que uno quiere de la vida, y volver a preguntarse si realmente quiere estar ahí. Entonces, la película habla sobre la soledad. Tampoco la soledad es algo negativo porque, a veces, la soledad puede generar algo que nos haga andar por un camino más feliz en la vida.

–¿Cómo fue el trabajo conjunto para hacer la película y cómo se complementaron?

V. P.: –Trabajamos haciendo el guión y, como consecuencia de conocernos, trabajamos muy bien, pero también teníamos muy claro, por haber estado muchos años en el set, que la urgencia del set iba a generar algunas cuestiones más tirantes. Pensamos mucho cómo encarar la codirección. La verdad es que de todo lo que pensábamos, después en el set sucedió otra cosa y fue como bastante fluido el trabajo. Las dos hicimos de todo. Habíamos pensado en repartirnos las tareas, una más enfocada en el encuadre y la otra en la dirección de actores, pero después el ping pong creativo que tenemos fluyó tanto que también se armaron cosas muy interesantes con las otras cabezas de equipo.

–¿Qué significa ir al Festival de Cannes y encima con su primera película?

C. A: –En principio, mucha emoción. Nos sentimos muy honradas. Desde el principio, encaramos el proceso pasito a pasito, tratamos de no proyectar grandes cosas. Así fuimos trabajando desde que empezamos a escribir hasta hoy. Teníamos un recorrido mental de la película. Nos sorprendió ampliamente el que sucedió. El nuestro era más modesto, pero la verdad es que ser parte y representar a la Argentina en el mundo nos parece maravilloso.

–¿Qué expectativas tienen para la competencia en Un Certain Regard?

V. P.: –Básicamente, lo que esperamos es una buena recepción de la película. Más allá del premio y de la cuestión resultadista de cómo termine siendo, realmente nos parece muy importante que una primera película, financiada por el Incaa, hecha con mucho esfuerzo, pueda llegar a competir en una sección donde hay directores que van por su quinto largometraje. Por ahí suena a frase hecha, pero ya estar es un premio. Cuando uno mira el panorama de las nominaciones, que dentro de las dieciocho películas nominadas, hay sólo tres que son de Latinoamérica y que de esas hay sólo una que es ópera prima y es la nuestra... bueno...

–¿Por qué creen que la película fue seleccionada? ¿Será porque se ve como una historia universal?

C. A: –Es difícil saberlo, sobre todo porque el Festival de Cannes tiene una cosa bastante ecléctica. No hay una lógica concreta. Es muy difícil querer encontrarle una lógica a eso que ocurre. Además de ser una historia universal, creo que en una época en que el cine tiende a contar historias complejas y entreveradas, y las miserias humanas están sobre la mesa, hay algo que tiene la película en ese sentido: es muy modesta, muy sencilla, es una historia de dos personas normales sin tremendos conflictos. Y básicamente es una historia esperanzadora. Creo que fue valorado ese tono que tiene, que empieza con una situación dramática y va virando hacia un lugar mucho más liviano y esperanzador.

–¿Creen que el festival puede otorgarle a La novia del desierto una proyección internacional?

Eva Lauría: –Creo que ya la tiene. Al haber sido seleccionada, la puso en un lugar diferente.

–¿Recibieron ofertas de otros países para comprarla?

E. L.: –Sí, ya tenemos agente y se han recibido muchas ofertas.

V. P.: –La película ya está vendida a Francia. Nosotras, antes de saber que la iban a seleccionar en el Festival de Cannes, participamos del Cine en Construcción de Toulouse, a finales de marzo. Ahí ganamos el primer y segundo premio de esa competencia. A partir de entonces, la visibilidad en Europa y en el resto del mundo empezó a crecer. Es bastante inusual que una película casi terminándose tenga una distribuidora y ya haya sido vendida a un territorio tan importante como es Francia.

–¿Cómo fue el trabajo de coproducción del film?

E. L.: –Yo me incorporé cuando ya habían ganado el concurso de Operas Primas del Incaa. A Ceci le había producido su corto El mar, que también estuvo en Cannes. Habíamos dejado de vernos, ya no estábamos trabajando juntas desde hace un tiempo, pero yo sabía del proyecto y me interesaba. Me dio el guión, me encantó, me involucré en la película y le dije: “Con esta historia tiene que ser una coproducción con Chile, sin lugar a dudas”. La obtuvimos. Fue un puntapié importante para hacerla como la queríamos hacer. Hubiera sido muy difícil hacerla sólo con los fondos argentinos. Y después, fue una película muy difícil, porque está hecha a lo grande con muy pocos recursos. Cuando mirás un fotograma de la película no ves que haya faltado nada.

 

La premiére mundial de La novia del desierto será el jueves 25 de mayo.