El pasado 20 de diciembre se cumplieron 50 años del estreno de La naranja mecánica en Estados Unidos. Como en 1971 la Argentina estaba bajo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, el Ente de Calificación Cinematográfica prohibió su exhibición en el país y recién pudo verse en las pantallas nacionales desde el 25 de julio de 1985, ya en democracia. Desde el momento de su estreno, el film de mayor impacto mundial del director estadounidense --nacionalizado británico-- Stanley Kubrick fue motivo de análisis con opiniones a favor y en contra, aunque siempre quedó claro que se trata de una historia ficcional, pero con elementos muy perturbadores que se relacionan con la manipulación psicológica. Basado en la novela homónima del escritor Anthony Burgess (publicada casi diez años antes que el film, en 1962), La naranja mecánica es una película ineludible para debatir desde una mirada psi.

“Alex, el personaje de La naranja mecánica, funda su ética en la máxima de goce del marqués de Sade. Es decir, edifica sus acciones y las de sus drugos (los jóvenes que integran la banda criminal que comanda Alex) en una forma del mal que le genera, sin embargo, un inquietante bienestar”, plantea Juan Jorge Michel Fariña, profesor titular de la asignatura Psicología, Etica y Derechos Humanos de la Facultad de Psicología de la UBA. Vale recordar que cuando Alex cae en la trampa que le tienden sus secuaces, es enviado a prisión y acepta ser conejillo de Indias de un método psicológico experimental, denominado “Ludovico”, que tiene la característica de suprimir la voluntad de delinquir y el deseo sexual (los jóvenes violaban en manada). “Cuando Alex es apresado y sometido al tratamiento Ludovico, nos encontramos con el reverso de esta máxima sadeana, ahora ejercida por la ciencia. Podemos decir que el programa de rehabilitación ejerce el bien en el mal, es decir, en nombre de un bien supremo (la curación, la rehabilitación) somete al sujeto a las peores vejaciones. Esta dialéctica kantiano-sadeana entre el mal en el bien y el bien en el mal, formalizada por Lacan en 1966, es un hallazgo de la novela de Burgess, publicada en 1962. Y por cierto una de las cuestiones analíticas más potentes de la película de Kubrick. Aquí la referencia insoslayable es el libro de Eduardo Laso Ética y malestar”, agrega Michel Fariña.

La representación de la violencia

Fabián Naparstek es profesor titular de la cátedra Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UBA, Doctorado Mención en Psicoanálisis y miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Según su mirada, en La naranja mecánica la violencia “está caracterizada por lo que uno podría llamar una persona que tiene una satisfacción gozosa en la violencia; es decir, que no puede frenar de encontrar una satisfacción en la violencia misma”. Para Naparstek no es la violencia en términos de lograr un objetivo mayor o la violencia para un fin último determinado sino que la violencia es una satisfacción en sí misma. “Lo que surge es cómo tratar ese tipo de violencia. Por supuesto lo hace con una crítica muy especial a la sociedad de la época, con una familia que pareciera ser tipo pero que va mostrando ciertos conflictos en lo familiar”.

"En tiempos actuales se trata de omitir lo que es la violencia. En otras épocas, de distintas formas, la violencia era la partera de la historia. Lo que pone de manifiesto La naranja mecánica es el no ocultar la violencia”, entiende el psicoanalista César Hazaki, autor de Modo Cyborg. Niños, adolescentes y familias en un mundo virtual, entre otras publicaciones. Para Hazaki, el film exacerba la violencia. "La sociedad trata de sacar la violencia que este muchacho tiene y lo que hace es lanzar un indefenso a la vida, alguien a quien lo van a matar. El tipo no era un muchachito sencillito, pero con la ilusión de sacar la violencia --violencia como los modos agresivos que cada uno tiene para defenderse en la vida-- lo que hacen es mostrar un ser humano endeble, que no puede sostener una vida comunitaria", afirma el psicoanalista.

El psiquiatra y psicoanalista Jorge Schvartzman, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) ve a La naranja mecánica como una película revolucionaria, sobre todo por cómo trató el tema de la violencia. “Se difundió como una película que tiene que ver con la violencia y la ultraviolencia. Yo pienso que es una película que tiene más que ver con la crueldad que con la violencia. Quiero decir con esto que la violencia habla de violentar al otro, de hacer algo contra el otro”, subraya. Según Schvartzman, Alex, el personaje principal, y toda la banda que lo acompaña, en realidad, “son crueles”. Y establece una diferenciación entre violencia y crueldad. “Tiene características diferentes. Hay un placer, un disfrute, una erotización en el daño del otro, que es algo diferente. En el fondo, estamos hablando de diferentes maneras de agresión. Podemos entender que existe la ira, podemos pensar que existe la violencia, pero la crueldad entra en otra característica”.

Autor de Pasiones en tiempos de cine y La Shoa en tiempos de cine, el psicoanalista Hugo Dvoskin comparte públicamente su propia visión: "Una idea que aparece es la banalidad del bien, la creencia de que la gente se cura y el bien le va a volver. Otra idea es la no banalidad del mal. Es interesante que haya quedado como una especie de crítica social”, explica Dvoskin. Según este analista, La naranja mecánica se puede dividir en tres momentos: “El momento en el que él se llama Alexander, el momento en que él tiene un número y el momento en que él ya no es ni un número ni Alexander. En principio, esta violencia es la de un sujeto probablemente con diagnóstico de perversión. Después, tenemos la película donde él tiene un número, donde está la crítica social a los sistemas penitenciarios. Y luego, la tercera parte es que el sujeto perverso es usado por la política para sus intereses. Tenemos tres temas que son nuestra impotencia con la perversión, la crítica a los sistemas sociales y una crítica demasiado liviana al conductismo”, sostiene Dvoskin.

Terapias y violencias

La técnica o método Ludovico es una creación ficcional de la novela y del film, una terapia de aversión “que va desde el reflejo pavloviano hacia el ‘condicionamiento operante’ de Skinner”, sostiene Michel Fariña. “Es una crítica de Burgess, tanto a la psicología soviética del primer tercio del siglo XX, como a la psicología norteamericana de los años ‘40. En la ironía del film, a través de este recurso, un Estado todopoderoso transforma en desecho a un sujeto violento”, completa Michel Fariña. “Ese método pavloviano, conductista, es lo que usan en la película. Hay una crítica al abuso de las instituciones sobre las personas, donde las convierten en objetos. Y tiene que ver también con un ideal de la ciencia: de poder transformar a la persona. Esa persona con crueldad se transformó en alguien indefenso. En teoría lo curaron”, expresa Schvartzman. Es que para este psiquiatra y psicoanalista la ciencia es capaz de anular la condición de sujeto: "El psicoanálisis se opone a determinados preceptos de la ciencia. Y para esto tengo que hablar de la psicofarmacología, que sirve como elemento de control social. Pasando de lo que estamos viendo en la película a la actualidad hay una línea científica, psiquiátrica, que tiene que ver con que todos tenemos que ser felices, no podemos enojarnos, no podemos deprimirnos, gracias a la psicofarmacología. Tiene que ver con cierto control social y evitar la subjetividad", asegura Schvartzman.

Naparstek se detiene en un punto crucial que se desprende de La naranja mecánica acerca del debate no solamente de la psiquiatría sino de todo tipo de psicoterapia llegando hasta hoy también: “Si tenemos una terapia adaptativa o que intenta condicionar la adaptación del individuo a ciertas normas de lo social, o una terapia que apunta a lo singular y cómo cada uno puede encontrar una solución a los propios problemas”, destaca. Vale recordar que en la ficción el tratamiento en fase experimental pretendía rehabilitar a los criminales en tiempo récord, eliminando sus impulsos a través del condicionamiento psicológico.

“Es una técnica comportamental que muestra su propia violencia cuando se violenta la singularidad del sujeto, con dos aristas que me parecen centrales. Una arista es propiamente ética. En la película se plantea un debate: se intenta transformar a ese personaje en alguien bueno. Entonces, lo que se plantea es que si la bondad se escoge, puede estar bien, pero si alguien deja de ser libre, la bondad deja de ser buena. Esto se plantea en la película como un debate ético, es interesante cómo plantea la cuestión”, señala Naparstek, quien está totalmente en contra de ese tipo de terapias. “Más bien en lo que a mí respecta, se apunta a una terapia donde cada sujeto singular pueda encontrar su propia solución sin dejar de tener en cuenta que, por lo menos desde la perspectiva del psicoanálisis, la solución no es sin el otro. No es una solución aislada. Es con el otro, pero una solución singular”. La otra cuestión es la eficacia del otro tipo de terapéutica que hoy en día todavía está en discusión: si son eficaces o no. “Ahí se plantea una terapia rápida, también respecto de los costos porque hay una cuestión con tener a una persona tanto tiempo en la cárcel: ‘Lo curamos en un mes y el Estado ya no gasta más dinero en esa persona y además está totalmente adaptada’. Lo cual muestra el fracaso total”, expresa Naparstek.

Etica vs Ciencia

Los científicos dicen en la ficción que la droga que le inyectan al protagonista para que vea las imágenes violentas en pantalla sin permitirle cerrar los ojos provoca parálisis y terror, dejando al paciente más vulnerable a las sugestiones de condicionamiento. En ese sentido, La naranja mecánica también establece una crítica fuerte a la ética científica. El propio Kubrick dijo que la película reflexiona sobre los maleficios del condicionamiento psicológico en manos de un gobierno autoritario que tiene la oportunidad de formar las mentes de los ciudadanos.

El método Ludovico no cura a nadie sino que suprime la voluntad de delinquir y el deseo sexual. En eso radica la tortura psicológica contra Alex. "Si a una persona le quitan los deseos, ¿qué queda? La deshumanizan. La famosa lobotomía acá no haría falta, pero va en la misma dirección. Atontar a una personas a través de metodologías de condicionamiento es una tortura", sostiene Hazaki. ¿Esto lleva al espectador a identificarse con el personaje? “El personaje, que es cruel, cuando es torturado psicológicamente, a los espectadores les daba lástima. Donde hay una tortura física hay tortura psicológica. Yo también remarcaría que ahí el ideal de la ciencia es suprimir la subjetividad, lo que es cada uno. Es una anulación de las características personales", entiende Schvartzman.

De acuerdo a este psiquiatra y psicoanalista, La naranja mecánica plantea un dilema moral para el espectador. “Por eso también es revulsiva porque, por un lado, te dan determinada pena estas personas que ejercen la crueldad. Y hasta lo presenta en determinadas escenas, como las de violación con la música de ‘Cantando bajo la lluvia’. Te confunde: algo que es horroroso, Kubrick lo transforma en otro tipo de cosa. Por eso es tan revulsivo. Trata la agresión, la violencia y la crueldad de una manera totalmente diferente hasta ese momento".

Según Dvoskin, uno de los problemas es que La naranja mecánica intenta hacer una crítica al conductismo, pero “lo sostiene bastante porque el conductismo logra detenerlo a él, es efectivo”. “Es una crítica moral, no una crítica científica. Logran hacer lo que quieren: que él tenga aversión de la violencia. La película es una crítica casi favorable al conductismo. Mientras está él como Alexander se nota lo que es un sujeto perverso y los problemas que nosotros tenemos es ver qué hacemos con eso, porque tenemos problemas tanto para sancionarlo como para la reintegración social. Parece que en la película eso no va a ser tan sencillo”, sostiene el psicoanalista.

Dvoskin insiste en que La naranja mecánica pretende establecer una crítica a la ética científica “pero el resultado es que el método es efectivo. Entonces, es como una especie de boomerang. Dice: está mal hacerlo pero no hay otra que hacer que esto. Ahora, si no hay otra cosa para hacer, es lo que hay que hacer. Ese es el problema que tiene la película", según afirma. Schvartzman observa claramente una crítica a la ética científica. “A la película la podríamos tomar sobre todo desde dos perspectivas: quién es Alex, el tema de la crueldad, el porqué de la crueldad, pero por otro lado, que es fundamental, el rol de las instituciones sociales, el rol de dominación. En un momento de la película, aparece el ministro del Interior. Y yo creo que alude al Tercer Reich. Acá hay algo que alude y tiene mucho que ver con el nazismo, con la dominación que intentó hacer el nazismo. El nazismo empezó con el tema de las drogas y dominación social. Yo creo que cuando aparece ese ministro del Interior está aludiendo a ese tipo de régimen”, comenta Schvartzman. “Las dos perspectivas que podemos tomar en esta película son el rol del Estado, lo que intenta y, por otro lado, quiénes son estos personajes. Es muy interesante la película y revolucionaria por cómo está hecha: la crueldad termina siendo atractiva", cierra Schvartzman.

Apocalípticos e integrados

“Como lo ha sugerido el psicoanalista Rolando Karothy, la jerga naidsat, creada por Burgess y utilizada en la película, que mezcla el habla coloquial de los jóvenes rusos con el dialecto cockney londinense, tiene una función clara: la identificación de Alex a un grupo del que quedamos excluidos”, dice Michel Fariña. Esto es importante para el psicoanalista porque también en este punto la película se anticipa al concepto de segregación tal como se lo entiende en psicoanálisis. “Es decir, que toda fraternidad supone la segregación. Alex y sus drugos hacen fraternidad, al decir de Lacan, están ‘separados juntos’, separados del resto”, expresa Michel Fariña. “En ese sentido, La naranja mecánica retoma la tradición de las novelas distópicas británicas de los años ‘30 y ‘40 del siglo pasado, como 1984, de George Orwell, o Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Pero frente a ellas, la propuesta psicoanalítica se distingue de la historiografía o la crítica literaria”.

La crítica de la emblemática película de Stanley Kubrick es al trato a las personas desde la misma perspectiva mecanicista e instrumental que el título de la película sugiere: casi como una naranja mecánica, la idea es robotizar al ser humano. Cincuenta años después, puede asegurarse que, a pesar de los intentos y del avance de las prácticas tecnológicas, los seres humanos siguen teniendo corazón. Como decía Eduardo Galeano, son sentipensantes.