“Los días del evangelista” es el tercer disco del mendocino Ariel Dávila, cantautor de larga trayectoria artística, que incluye experiencias como poeta, actor, fotógrafo, performer, productor y, claro, como músico, ya que lideró bandas como Vincha & Muchísima Elegancia, con la que grabó dos discos, o como Los Hijos de Neruda, su primera aventura, casi adolescente y por entonces dentro del universo urgente del punk-rock.

“Los días del evangelista” se trata de su primera producción netamente solista y supone la concreción de un viaje de aprendizaje y crecimiento. El disco presenta nueve composiciones originales de canciones de rock y baladas, con una fuerte impronta poética que refleja el multifacético recorrido artístico de Dávila, con pasajes de oscuridad, rigor melódico e influencias el costado más melodramático de la escena rockera argentina de los ochenta.

Su banda de acompañamiento está conformada por músicos y músicas como el bajista y guitarrista Julián Horita, el tecladista Juan Pablo Bidegain, el baterista Juaco Franco y la vocalista Nathy Cabrera, todos bajo la producción de Federico Hoffmann.

Portada del disco “Los días del evangelista”

Viaje al universo musical de “Los días del evangelista”

Es un disco de nueve canciones sobre la fe, aunque no en clave lineal, religiosa, sino como una metáfora del propósito, la convicción y el camino personal de descubrimiento. Que puede exhibir heridas cicatrizadas, profesar amor por la palabra y encontrar momentos de extraño humor, casi disimulado.

El álbum comienza bien arriba, con uno de sus puntos más altos, la crónica pop Las horas, donde las voces y las guitarras juegan en equipo para edificar una canción de melodía refinada y tal vez cíclica, que conduce con energía con destino a un puente luminoso: “Hace tiempo fui notando que las horas me pasaban por atrás... ¿Cuántos hijos dio el silencio?”, se pregunta Dávila, como un caminante que llega con la guitarra al hombro, clavando la mirada sobre el paso del tiempo y acaso dejando al paso un elogio de la expresión. La canción respira hondo y purifica en los remansos corales de Las horas, donde se lucen las voces de Nathy Cabrera.

Dos pájaros propone un viaje más dark e histriónico y empieza a marcar un sabor fuerte que el disco seguirá produndizando: el de cierto tono narrativo, enunciativo, valiente y confesional, con una mirada fascinada del mundo y tal vez con reminiscencias a la lírica de poetas de la primera fila del rock argentino, en una línea de puntos que parece ir desde Litto Nebbia hasta Gustavo Cerati o Palo Pandolfo.

Un ensayo en un rincón de Mendoza

El maridaje entre voces y arpegios de guitarras van construyendo una identidad sonora propia para “Los días del evangelista”, como se percibe en el crescendo dramático de Inconveniente. En tanto, Huellas de siniestro consigue el momento más optimista y luminoso del álbum, con un estribillo de melodía ascendente, rutero y propositivo, casi como de arenga.

Por su parte, Esqueletos enfatiza el protagonismo de las guitarras para una aventura introspectiva, reflexiva y sombría.

Las letras tienen uno de sus pasajes más inspirados en De público conocimiento, en cuyos versos Dávila tensa ácidamente las posibilidades expresivas de la palabra al advertir que “se acabaron las palabras, fue todo tan ciego, tan indecible, de público conocimiento”, matizando la experiencia con un groove de rock oscuro y grave.

Otro de los momentos más ricos del disco aparece en el tema Una cobija, donde el cantautor comparte el micrófono y la voz principal con Nathy Cabrera y ambos construyen un dueto inspirador, que brilla con naturalidad y se pone al servicio de la canción: primero canta ella, luego canta él, finalmente cantan juntos y la melodía se convierte en un viaje compartido y de a dos, con juegos corales y un suave, táctil aterrizar final.

Un momento durante la producción del nuevo disco de Ariel Dávila

Ariel Dávila actualmente vive en el Valle de Uco, en Mendoza, aunque para registrar “Los días del evangelista” viajó a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y dividió sesiones en distintos estudios de grabación porteños. Y la masterización final estuvo a cargo de una leyenda de la música popular argentina, el ingeniero de sonido Eduardo Bergallo, cuya impresionante trayectoria profesional y artística incluye colaboraciones con Soda Stereo, Juana Molina, Mercedes Sosa, El Mató a un Policía Motorizado y Rata Blanca, entre muchos otros.

La canción que da su nombre al álbum, Los días del evangelista, es la que cierra el disco. Engloba el concepto y funciona a manera de gran final, con regusto a enseñanza, a moraleja melódica y a cuero endurecido. Con un inicio íntimo, casi acústico, y con un final actoral, de banda. “Es mucho más de lo que podría esperar”, canta Dávila, solemne y agradecido, con la satisfacción del viaje recorrido y con la genuina emoción de la llegada.